Fidelidad y novedad en el Opus Dei

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Seleccionamos algunas respuestas de una entrevista de Pilar Urbano para el semanario Época (Madrid, 2-V-94) a Mons. Javier Echevarría, nuevo Prelado del Opus Dei. La entrevista se realizó antes de que Mons. Echevarría fuera elegido Prelado.

– ¿Quiere usted decir que el sucesor tendrá su propio estilo, pero deberá pisar donde pisaron sus predecesores?

– Si tiene sentido común, pisará donde pisó el Beato Josemaría, que es donde pisó Álvaro del Portillo. Lo que no sea eso, es apartarse del camino madre. Ahora bien, esa fidelidad al «camino» no quita a nadie su propio modo de andar. En el Opus Dei, la personalidad no se anula: se realza.

– Pero, ¿qué margen de libertad creativa e innovadora puede tener el nuevo Prelado?

– Libertad total. La Obra nunca necesitará un aggiornamento, porque somos gente de la calle y estamos siempre al día. El nuevo Prelado tendrá toda la capacidad creativa y todo el margen de maniobra que necesite, para aprovechar las circunstancias presentes y poner ahí el espíritu de la Obra. No se trata de copiar lo que ya se ha hecho. Las realidades cotidianas con las que hay que santificarse hoy son distintas de las que vivió el Fundador. El nuevo Prelado deberá afrontar su propia hora histórica.

– ¿La Obra podrá vivir tranquila si el próximo Papa no le es tan favorable, tan propicio, como Juan Pablo II?

– Yo sé que Mons. Escrivá nunca se sintió ni abandonado, ni postergado, ni poco querido, por los Romanos Pontífices. Eso es una falacia, invento de unos que repiten otros. Yo le oí decir muchas veces: «De la Santa Sede, del Santo Padre, no nos pueden venir más que bienes, aunque en ocasiones nos parezcan contradicciones». Para nosotros, el Papa -sea quien sea- siempre será el Vicario de Cristo, con una responsabilidad delante de Dios que tiene que cumplir. Lo que él decida, lo recibiremos siempre como venido del mismo Cristo. Por tanto, aun en la hipótesis de que alguna decisión del Papa nos resultara dolorosa, o incomprensible, sería buena para nosotros. Así que la Obra nunca se sentirá intranquila, ni insegura, ni mal querida. Una cosa es la simpatía, y otra la caridad y el cariño de quien gobierna la Iglesia, que nunca nos podrá faltar.

Está por escribir la historia de las relaciones personales entre los últimos cinco Papas y los dos sucesivos Padres que ha habido en el Opus Dei. Por ejemplo, se ha dicho con falsedad que Pablo VI no estimaba a Mons. Escrivá. Pues bien, nos consta -ratificado por sus secretarios- que usaba Camino como libro de meditación habitual. Y algo más: en una de sus últimas audiencias, Pablo VI dijo al Fundador, cara a cara: «Monseñor, usted es un santo». Y eso un Papa no lo dice por halagar. Y no digamos ya de la amistad, del trato natural, confiado y espontáneo entre Juan Pablo II y Mons. Del Portillo. El Papa veía en don Álvaro un hijo leal y sincero que le decía las cosas como eran, no como querría que fuesen.

– ¿Se puede decir que Juan Pablo II se ha apoyado en el Opus Dei?

– Sí, se puede decir. Pero lo de menos es que lo diga: lo importante es que este Papa y todos los que vengan después tienen que poder apoyarse en el Opus Dei, porque el Opus Dei está para eso: para servir a la Iglesia como ella quiera ser servida. A nosotros, expandirnos por el mundo entero y tener muchas vocaciones, si no es para mejor servir a la Iglesia, ¡no nos interesa para nada!

– ¿Es necesario que el Prelado del Opus Dei sea obispo?

– No es necesario. Pero la experiencia ha demostrado que es muy bueno para la Obra y para las relaciones con los demás obispos.

– Mons. Echevarría, usted ha pasado 44 años dedicado «full time» a vivir… la vida del otro. ¿Usted ha tenido su propia vida? ¿Usted ha podido ser usted?

– Sí que he tenido mi propia vida. Yo nunca hubiera soñado realizar mi vida de un modo tan ambicioso. Viviendo a mi aire, yo hubiese tenido unos horizontes muchísimo más estrechos, unos vuelos más cortos. De no haber estado, día tras día, junto a dos hombres de esa estatura humana y espiritual, ni me habría planteado la ambición de entenderme con todo el mundo, de preocuparme por todas las almas. Ni el interés por todas las culturas. Ni el afán de servicio a los demás. Ni la amplitud de miras, para ver los problemas de la Iglesia y de la sociedad civil. Ni me hubiese abierto a conocer -no como una curiosidad, sino como una preocupación personal- la situación de los hombres en todos los países del mundo, sus condiciones de trabajo, su nivel de libertad y de dignidad… Viajando y viendo vivir, en su propio terreno, a gentes de todas las naciones, de todas las condiciones sociales, de todas las razas, de todas las religiones… Yo, como hombre de mi tiempo y como sacerdote, soy una persona ambiciosamente realizada. Y tengo el corazón mundializado, gracias a haber vivido con dos hombres de espíritu grandioso, cristianamente grandioso.

– En alguna ocasión, Juan Pablo II se refirió al Opus Dei como una potencia: «el Opus Dei poderoso»…

– Sí, pero inmediatamente don Álvaro le dijo: «Santidad, nuestro único poder, nuestra única fuerza, es la oración». Y el Papa, afirmando con la cabeza, contestó: «A eso me refería». Al Papa le impresionó una carta que Mons. Del Portillo le escribió -desde el santuario de la Mentorella- en 1978, al iniciarse el Pontificado. En esa carta, le ofrecía todo el tesoro de la Obra: la oración y las misas diarias, que entonces eran unas 60.000, y ahora serán 74.000 y alguna más.

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