El juez cierra el caso del doble asesinato y suicidio en la Guardia Suiza

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Después de nueve meses de investigación sobre la trágica muerte del comandante de la Guardia Suiza, Alois Estermann, de su mujer, Gladys Meza Romero, y del cabo Cédric Tornay, el juez instructor del Tribunal Vaticano, Gianluigi Marrone, decidió el pasado 5 de febrero archivar el caso.

La autoridad judicial vaticana confirmó así la tesis del fiscal, el profesor Nicola Piccardi, el cual había llegado a la conclusión de que el matrimonio Estermann fue asesinado por Tornay, quien se suicidó a continuación con la misma pistola reglamentaria. Esta misma había sido la hipótesis presentada por la autoridad vaticana a las pocas horas del hecho, que tuvo lugar en torno a las nueve de la noche del 4 de mayo de 1998, el mismo día en que Estermann fue nombrado comandante de la Guardia Suiza. La oficina de prensa de la Santa Sede divulgó un informe de once páginas que contiene las deducciones del fiscal y los resultados de las pruebas periciales que se han realizado en estos meses.

La novedad más importante se refiere a los resultados de la autopsia del cabo, que ha puesto al descubierto dos factores que pueden haber influido en su conducta. El primero es la presencia de un quiste del tamaño de un huevo de paloma, «que había deformado la parte anterior del lóbulo frontal cerebral izquierdo y erosionado parcialmente la cavidad craneal». El dictamen científico afirma que esta alteración «podría ser un elemento causal o concausal de trastornos en el comportamiento».

El otro elemento es la presencia de cannabis en la orina, lo que unido a que se encontraran en su armario 24 colillas de cigarrillos artesanales, con evidente rastro de cannabis, podría indicar que el joven fuera consumidor habitual de droga. Esa posibilidad contribuiría a explicar ulteriormente su comportamiento: manifestaciones de ansiedad, de agitación, de pérdida del sentido del tiempo, etc., tal como lo han descrito algunas personas que le trataron.

El informe del fiscal subraya que la interacción de esas y otras causas alteraron el estado psíquico de Tornay, el cual con toda probabilidad «carecía de una completa y adecuada madurez psíquica». Una alteración que se manifiesta incluso en el modo fulminante en que se desarrolló la tragedia, como si el cabo hubiera sufrido un raptus.

A pesar de estas conclusiones, no es sorprendente que la tragedia continúe alimentando conjeturas. La madre de Tornay declaró a un diario que su hijo era víctima de un complot. Interrogado sobre el tema, el portavoz vaticano subrayó que había que comprender el dolor de una madre, pero que «la investigación no deja espacio para otras hipótesis». Menos comprensión, desde luego, merecen los que especulan construyendo tramas oscuras, aprovechando que las víctimas no pueden defenderse.

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