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El “Evangelio de Judas” estaba mal traducido

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En el número de mayo de 2006, National Geographic publicó un antiguo texto, el “Evangelio de Judas”, que -según la revista- contaba una versión completamente distinta de la historia de ese apóstol (ver Aceprensa 44/06). Tras revisar el manuscrito original, la biblista April D. DeConick, profesora de la Rice University (Estados Unidos), desmiente esa interpretación, que se basa en una traducción mal hecha (International Herald Tribune, 3 diciembre 2007).

Según el artículo de National Geographic, el texto descubierto, un ejemplo de literatura gnóstica del siglo III, afirmaba que Judas no traicionó a Jesús. Al contrario, era el discípulo predilecto, y Jesús le pidió que lo entregara a la muerte. En recompensa, Judas fue elevado al cielo y exaltado por encima de los demás apóstoles.

En realidad, dice la Prof. DeConick, “una lectura más cuidadosa muestra claramente que Judas no solo no es un héroe: es un demonio”.

La versión de la National Geographic Society (NGS), señala DeConick, opta en varios casos por traducciones que se apartan de lo comúnmente aceptado por los especialistas. Por ejemplo, donde el original llama a Judas daimon, los traductores de la NGS ponen espíritu. Pero es universalmente reconocido que espíritu se decía pneuma, y que “en la literatura gnóstica daimon siempre tiene el significado de demonio”.

El manuscrito tampoco dice, contra lo que le atribuye la versión de la NGS, que Judas fue apartado “para” formar parte de la generación santa, sino que fue apartado “de” la generación santa. Ni cuenta que Judas recibe los misterios del reino porque “para él es posible ir allá”; los recibe porque Jesús le dice que no puede ir allá, y Jesús no quiere que le traicione por ignorancia: quiere que sepa bien lo que va a hacer, para que el diabólico Judas sufra todo el castigo que merece.

El error más garrafal está en un pasaje donde la transcripción de la NGS omite la negación, de modo que invierte el sentido. En realidad, el original dice que Judas “no ascenderá a la generación santa”. “National Geographic -comenta DeConick- ha reconocido este error, si bien demasiado tarde para rectificar la idea falsa difundida entre el público”.

Así pues, lo que en verdad dice el manuscrito es que Judas representa a un demonio llamado el “Decimotercio”, que en algunas tradiciones gnósticas es el nombre dado al rey de los demonios: un tal Ialdabaoth, que vive en el decimotercio reino por encima de la tierra. Judas es su alter ego humano. El autor manifiesta así su intención polémica contra la doctrina y el culto del cristianismo ortodoxo: como Judas es un demonio al servicio de Ialdabaoth, cuando sacrifica a Jesús lo ofrece a los demonios, no a Dios. De esta manera desacredita la creencia cristiana ortodoxa en el valor expiatorio de la muerte de Jesús y en la eficacia de la Eucaristía.

“¿Cómo se han podido cometer tan graves errores?”, se pregunta la profesora. Concede que la transcripción y traducción era una tarea muy ardua, a causa del deterioro del manuscrito. Es muy meritorio de parte de la NGS haber logrado recomponer la mayor parte.

“Dicho esto -prosigue DeConick-, creo que el mayor problema es que National Geographic quería una exclusiva. Por eso exigió a sus especialistas que se comprometieran por escrito a guardar reserva sobre el texto y no comentarlo con otros expertos hasta que lo publicara la revista”. Pero en los trabajos de este tipo se obtienen los mejores resultados cuando el manuscrito se da a conocer a toda la comunidad científica para que varios equipos independientes estudien el texto a la vez y vayan intercambiando información. Eso es justamente lo que prescribe una resolución aprobada por la Sociedad de Literatura Bíblica en 1991. La NGS no respetó esa norma, y cuando por fin la revista publicó la transcripción, solo ofreció reproducciones a escala reducida del manuscrito original, inútiles para la investigación.

Una manera de actuar semejante, recuerda la profesora, paralizó la investigación sobre los manuscritos del mar Muerto hace algunos decenios, antes de la resolución de 1991. Pues “cuando unos manuscritos son acaparados por unos pocos, eso lleva a errores y a un monopolio de interpretaciones que son muy difíciles de desmontar aun después de haberse probado que son falsas”.

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