El «estado de la fe» en la Europa ex comunista

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Diez años después de la caída del muro, la Europa del área ex comunista acusa la descristianización producida por largos años de ateísmo oficial y expulsión de la Iglesia de la vida pública. Este es el panorama que revela una investigación titulada «Dios después del comunismo», de la que ya se han publicado tres volúmenes (el cuarto aparecerá en enero de 2001). Gestiona este proyecto el Pastorales Forum de Viena, especializado en la pastoral de la Europa del Este y en el sostenimiento de las Iglesias de esa región. El Pastorales Forum está dirigido por Paul Zulehner, profesor de Teología pastoral de la Universidad de Viena.

La investigación se ha llevado a cabo en diez países de Europa centro-oriental: Lituania, Polonia, Alemania del Este, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia, Ucrania, Hungría y Rumania (de este último solo se ha considerado Transilvania). El estudio se basa en las indagaciones efectuadas entre 1997 y 1998 sobre muestras de 1.000-1.200 personas de 18 a 65 años. «Se pueden identificar tres grandes grupos de países -explica Zulehner al diario italiano Avvenire (2-IV-2000)-. El primero lo constituyen los países en buena parte descristianizados, como Alemania del Este y la República Checa. El segundo es el de los países en los cuales, sin embargo, han permanecido las raíces religiosas: Polonia, Croacia y Rumania (Transilvania). Finalmente hay un tercer grupo con una fuerte polarización entre las personas muy religiosas y quienes se profesan claramente ateos: en este grupo están Hungría, Eslovaquia y Eslovenia».

En la ex RDA y en la República Checa solo poco más del 20% dicen ser creyentes, y cerca del 5% asisten a misa una vez a la semana. Sobre todo en Alemania del Este, comenta Zulehner, «se asiste a una descristianización en masa, en la que por descontado no se bautiza a los niños, no se pertenece a ninguna Iglesia, no se cree en Dios alguno». En el extremo opuesto se descubre que en Croacia y Polonia casi un 80% de personas se declaran creyentes, aunque estos dos países se diferencian por la tasa de asistencia a misa (en Polonia la mitad de los entrevistados va a misa el domingo; solo poco más del 20% lo hace en Croacia). Entre estos dos grupos se encuentran los otros países analizados. En Hungría, por ejemplo, cerca del 50% se declara creyente y el 30%, no religioso.

El cambio de generaciones se refleja también en la actitud ante la Iglesia. La confianza hacia ella vuelve a surgir con las nuevas generaciones (a excepción de la República Checa y de Hungría). Las más descristianizadas son, obviamente, las generaciones que nacieron, crecieron y maduraron bajo el comunismo, las que hoy tienen entre 40 y 55 años. Por encima de esta franja de edad -son sobre todo ancianos-, la religión aprendida en la infancia, antes de la guerra, vuelve a tener un papel importante.

La percepción de la persecución de la Iglesia bajo el comunismo también varía de un país a otro, y es significativamente menor en aquellos más descristianizados: en Alemania del Este, por ejemplo, cerca del 70% de los entrevistados consideran que no hubo persecución o solo durante un brevísimo período. «No es que no se conocieran las medidas adoptadas contra la Iglesia -precisa Paul Zulehner-, pero el hecho es que muchos ciudadanos las consideraban justas, y no una forma de persecución». Incluso en los países que siguieron siendo fuertemente cristianos, como Polonia, solo poco más de la cuarta parte de los entrevistados afirma que existió persecución bajo el comunismo. Es un indicio de la profundidad con que incidió la propaganda comunista hasta en los no afectos al régimen.

Los investigadores han verificado también el devastador efecto de la discriminación de los creyentes en la educación. «Quien se reconocía creyente se veía privado del acceso a la formación universitaria y a los puestos directivos en todos los ámbitos relevantes de la sociedad». Por tanto, en la intelectualidad de estos países los cristianos son muy escasos. «La gran tarea que hay que emprender ahora -apunta Zulehner- es la formación de una nueva clase intelectual cristiana (profesionales, académicos, periodistas) que pueda llevar el mensaje del Evangelio incluso a las esferas más altas de la sociedad».

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