Un grupo de ex jefes de Estado propone una Declaración Universal de Deberes Humanos

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Las personas tienen derechos, pero deben ser conscientes también de sus deberes. Con esta convicción, un grupo de 24 ex jefes de Estado o gobierno ha publicado un borrador de Declaración Universal de las Responsabilidades Humanas. Su propuesta, que encabeza el ex canciller alemán Helmut Schmidt, es que la nueva declaración sea aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre, cuando se cumpla el 50 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

El documento comienza señalando que «la insistencia exclusiva en los derechos puede dar lugar a conflictos, divisiones y disputas sin fin, y el descuido de las responsabilidades humanas puede conducir al desorden y al caos». Este enfoque incorpora la perspectiva asiática, que reprocha a la concepción occidental de los derechos humanos su excesivo individualismo y su falta de atención a las necesidades de la comunidad. Para tener en cuenta los enfoques de las distintas culturas a la hora de definir los deberes básicos, el método del InterAction Council, promotor de la declaración, ha sido reunir a personalidades de varias partes del mundo y de distintas religiones.

Entre los firmantes del borrador están los antiguos primeros ministros de Tailandia, Singapur, Corea del Sur o Japón, y ex presidentes y ex primeros ministros de Estados Unidos, Canadá, Brasil, Francia y otros países.

Aunque hablar de derechos ya era hablar de lo justo y lo injusto, la declaración de deberes insiste en que «ninguna persona, grupo, organización, estado, ejército o policía está por encima del bien y del mal; todos están sujetos a criterios éticos. Todos tienen responsabilidad de promover el bien y de evitar el mal en todas las circunstancias». Como comenta William Pfaff en International Herald Tribune, estas palabras son consecuentes «con el presupuesto necesario para la existencia de las Naciones Unidas, del derecho internacional, y del concepto de los derechos humanos: que existe de hecho una ley ‘natural’, en conexión con la propia naturaleza del hombre, a la que se debe respeto». La búsqueda de una ética común es también una respuesta al relativismo moral, para el que los conceptos del bien y del mal no son válidos universalmente.

La declaración establece como principio fundamental: «No hagas a otros lo que no quieres que te hagan». Pues toda persona «es infinitamente valiosa y debe ser protegida de modo incondicional». A la vez mantiene que «el imperio de la ley y la promoción de los derechos humanos depende de la disposición de los hombres y de las mujeres a actuar con justicia».

Otra responsabilidad de toda persona es «desarrollar sus talentos mediante un esfuerzo diligente». Lo que se completa diciendo que todos «deben tener igualdad de oportunidades para acceder a la educación y al trabajo. Toda propiedad y bienestar económico debe ser usado responsablemente, de acuerdo con la justicia y para el progreso de la raza humana».

Para los gobiernos, multinacionales y demás se concreta: «El poder político y económico no debe emplearse como instrumento de dominación, sino en servicio de la justicia económica y del orden social».

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