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Paradigmas anticuados de la izquierda

publicado
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El periodista italiano Ferdinando Adornato, director de la revista Liberal, comenta algunos planteamientos clásicos de la izquierda que ésta tendría que abandonar (El País, Madrid, 6-III-97).

(…) Si se miran las cosas con honestidad, no es posible no darse cuenta de que tanto la izquierda comunista como la socialdemócrata han compartido, a pesar de su diversidad, por lo menos dos paradigmas culturales que ya no hablan al espíritu de los tiempos.

1. Ambas han considerado la cuestión social como «el corazón» de la política, motor de la iniciativa estatal, denunciando la relación entre capital y trabajo como la «contradicción principal» del capitalismo. Pues bien, ya se afronte con lógica reformista o con antagonismo visceral, este esquema es, en cualquier caso, un objeto de anticuario. Ética, información, tecnología, fiscalidad; ya no hay una «contradicción principal» de la que deriven las demás.

Las sociedades occidentales son una fábrica continua de contradicciones, y todas ellas «centrales». Ya no hay un único «sujeto universal» del que partir para construir el propio proyecto de Estado (…). Cualquiera que opte a ser candidato para gobernar tiene que buscar un consenso en un ámbito de 360 grados mucho más amplio que el viejo «zócalo» social.

2. La izquierda, en sus dos versiones históricas, ha terminado por ver en todo lo que es público o estatal una especie de superioridad ontológica respecto a lo privado. Lo público, como paraíso de la armonía. Lo privado, como infierno del desequilibrio. (…) No hay una superioridad filosófica de lo público sobre lo privado, del Estado sobre el mercado, y sin embargo, y a pesar de ello, parte de la izquierda cree todavía en el Estado-tutor, en un momento en que incluso la idea misma de Estado nacional comienza a estar en crisis.

(…) La izquierda que contesta los planteamientos de [revisar el Estado del bienestar] tiene, pues, una pequeña parte de razón y comete un grave error. Tiene razón cuando sostiene que ir más allá de la izquierda actual significa abrazar ideas y culturas «de otros». (…)

Comete un grave error, sin embargo, cuando considera que actuando de esta forma se traicionan las razones de los más débiles. Todo lo contrario: la sociedad abierta prevé conflictos sociales, incluso ásperos, en los cuales el liberalismo reformista puede marcar sus diferencias frente al ultraliberalismo. Sin embargo, ambos actúan, y ahí es donde duele, en un marco de valores compartidos. Es decir, quizá sea precisamente ésta la circunstancia más dura de digerir por la vieja izquierda.

En efecto, cualquier conflicto ya no está referido a otra sociedad por construir, ya no hace alusión a un antagonismo de civilizaciones. No hay proyectos generales mediante los cuales planificar el destino de los acontecimientos, contra «el enemigo».

Ésta es la superioridad filosófica del liberalismo sobre cualquier otro pensamiento social: la humildad de saber que todo programa político es relativo, negando a priori la ilusión ideológica de poder programar la historia en una mesa de despacho.

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