La Ley Fundamental iraquí, un intento de satisfacer a los chiíes

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El Consejo de Gobierno de Irak (CGI) presentó en la tarde del 1 de marzo la Ley Fundamental que debe regir el país hasta que se elija una asamblea constituyente mediante elecciones a fines de 2004 o principios de 2005. El texto garantiza la igualdad de todos ante la ley (art. 19), definiendo el islam como «religión del Estado y una de las fuentes de la legislación», al mismo tiempo que garantiza «la completa libertad de todas las religiones y de sus prácticas religiosas» (art. 7). Se intenta así evitar la creación de un Estado integrista islámico, con la imposición a todos de la sharía.

Los chiíes constituyen el 60% de la población actual de Irak y son los que han puesto más dificultades para llegar a un acuerdo sobre la Ley Fundamental. Para EE.UU., es capital ganarse la confianza de los árabes chiíes -que habitan sobre todo el sur de Irak-, sin conceder que la ley islámica (sharía) sea fuente única de la legislación; y sin olvidar que los árabes sunitas -que habitan en el centro- son la base de la unidad del país, sobre todo en relación a los kurdos (también mayoritariamente sunitas) que viven en el norte. Los chiíes pusieron pegas al texto hasta la víspera de su firma el 8 de marzo: no querían que el paso de Ley a Constitución pudiera ser frenado por dos tercios de «noes» en cualquiera de las 18 provincias iraquíes (tres con mayoría de población kurda) y además proponían que, en lugar de un presidente y dos vicepresidentes, la presidencia rotatoria tuviera cinco miembros: tres chiíes, uno sunita y uno kurdo.

Los 25 miembros del CGI reflejan teóricamente la estructura sociorreligiosa de los 25 millones de habitantes de Irak: 18 son árabes, 5 kurdos, uno turcomano (etnia turca en el Kurdistán), y uno asirio (cristiano). Los cinco kurdos y cinco árabes son sunitas. Sólo uno de los sunitas árabes es «islamista», pero lo son la mitad de los 13 chiíes (árabes).

La democracia prevista por la Ley Fundamental obliga a los sunitas a aceptar que los chiíes influyan más que ellos en el gobierno. Los chiíes deberán aceptar que la ley islámica (sharía) sea sólo una fuente de la legislación. Los kurdos ceden en sus aspiraciones independentistas a cambio de aparecer junto con los árabes como una de las dos etnias constituyentes del país: aceptan que el Estado sea no sólo árabe sino «parte de la nación árabe» (art. 5), y a cambio se reconoce la co-oficialidad del idioma kurdo en su región.

Difícil de congeniar con el liberalismo es que el fin del Estado sea la construcción del sistema socialista (art. 1), que el Estado planifique la economía en busca del socialismo y de la unidad árabe (art. 12), y que los extranjeros no puedan poseer bienes inmuebles «salvo que lo establezca la ley» (art. 18).

Los Estados Unidos tienen bastante problema con unir a chiíes y sunitas. A los primeros se les dejará que impongan su ley en el sur, siempre y cuando hagan oídos sordos a las voces que, desde Irán y Al Qaida, les animan a imponer una república islámica. A los segundos, se les reconoce el papel de aglutinadores del país, a cambio de que admitan la derrota de Sadam y dejen de atentar contra los chiíes, y contra las fuerzas de ocupación.

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