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Los Verdes alemanes adaptan sus principios pacifistas a las responsabilidades de gobierno

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Aquisgrán. El Congreso de Los Verdes alemanes en Rostock, los días 24 y 25 de noviembre, donde aprobaron la participación de tropas alemanas en la coalición antiterrorista y la continuidad en el gobierno con los socialdemócratas, ha confirmado que los antiguos pacifistas se están adaptanto a las realidades de gobierno.

Cuando, el 16 de julio, el partido Alianza 90/Los Verdes presentaba un proyecto de programa, que habría de aprobarse definitivamente en el Congreso a finales de noviembre (cfr. servicio 110/01), nadie podría prever que el 11 de septiembre se produciría un acontecimiento que obligaría a modificar muchas agendas, también la del Congreso de los Verdes en Rostock. El debate sobre el nuevo programa tuvo que aplazarse para la próxima primavera: tras la decisión del canciller Gerhard Schröder de vincular la resolución sobre el envío de soldados alemanes a los operativos antiterroristas de Afganistán con una moción de confianza, el resultado de la votación del 16 de noviembre en el Bundestag decidía sobre el futuro de la coalición rojiverde de Gobierno. Entre los diputados del SPD y de Los Verdes solo podían haber seis votos en contra, para no derrocar al canciller.

Inicialmente, ocho diputados verdes anunciaron que no darían su confianza a Gerhard Schröder. En las reuniones del grupo parlamentario previas a la votación se encontró una solución «salomónica»: cuatro votarían a favor y cuatro en contra. Quedó así patente que el grupo parlamentario de Los Verdes estaba dispuesto a amoldarse, con tal de seguir en el poder. Como comentaba el Süddeutsche Zeitung: «El ‘no estratégico’ en la moción de confianza es especialmente deprimente para Los Verdes porque se han dado cuenta de que no ha sido un incidente pasajero, sino que también en esta materia están convirtiéndose en un partido como los demás».

No obstante, cuestión distinta era lo que pensaran las bases del partido. El gran interés del Congreso de Los Verdes en Rostock, los días 24 y 25 de noviembre, se centraba en saber si los delegados aceptarían el envío de tropas alemanas y, con ello, el mantenimiento de la coalición, a costa de traicionar sus principios pacifistas, uno de los «mitos fundacionales» del partido. En el mismo origen de Los Verdes, a finales de los años setenta, está la fusión entre ecologismo y movimiento en pro de la paz, que se expresa en el mote con el que aún hoy se les conoce: «Ökopax».

Los años de la era Reagan fueron la edad de la inocencia de un partido que contaba entre sus pilares a un brillante abogado, defensor de terroristas, que luego cambiaría el carnet verde por el rojo y llegaría a ser el actual ministro alemán del Interior: Otto Schily; y a un opositor del régimen asiduo a las manifestaciones, que había cambiado su nombre Josef en Joschka y que hoy es ministro de Exteriores y una especie de patriarca de su partido. Con sus grandes dotes retóricas, Joschka Fischer consiguió que más de un 75 por ciento de los delegados aceptara la participación de 3.900 soldados alemanes en las tropas antiterroristas y el mantenimiento de la coalición gubernamental con el Partido Socialdemócrata (SPD).

En Rostock se pudo observar que también hay otro aspecto que acerca a Los Verdes a los demás partidos: la susceptibilidad frente a la crítica. Debido a un artículo en el que el «Tageszeitung» arremetía contra la jefa del partido, se negaron a distribuir con los otros diarios este periódico de izquierdas, antiguo compañero de luchas.

Con la decisión de Los Verdes de continuar en el Gobierno de coalición con los socialdemócratas del SPD han ganado, de momento, el pulso a los liberales, quienes siguen acercándose al Canciller y no dejan de aprovechar ninguna oportunidad para ofrecerse como recambio en el gobierno. Con todo, las espadas siguen en alto; sobre el duelo decidirán, como muy tarde, las elecciones generales de otoño de 2002.

José M. García Pelegrín

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