Argentina: cómo perdieron los Kirchner

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Montevideo. La crisis del modelo de gobierno del matrimonio Kirchner en Argentina se reflejó claramente en las urnas en las elecciones legislativas del 28 de junio: perdió las mayorías en ambas cámaras, se quedó sin las provincias más importantes del país, entre ellas Buenos Aires -bastión del peronismo, distrito más relevante y en el que el ex presidente Néstor Kirchner era candidato a diputado-. Ni siquiera pudo obtener un triunfo en Santa Cruz, feudo y origen del mentor de esta era, la era K, que tras seis años de expansión comenzó a cantar la retirada.

Los hombres del campo, ricos y campesinos, le retiraron el apoyo, con el que Kirchner había vencido en las elecciones presidenciales de 2003, tras la debacle social, política y económica que sufrió el país. En las elecciones legislativas, esa derrota se reflejó claramente con las pérdidas de Córdoba y Santa Fe, dos ricas provincias donde la ira ruralista se hizo sentir con fuerza.

Al error del enfrentamiento con el campo, se sumó la falta de transparencia en las estadísticas económicas oficiales y, últimamente, al mal manejo de la epidemia del dengue en el verano austral y con la expansión de la gripe A, ahora en este invierno.

Más contra Kirchner que con Narváez

Los analistas y dirigentes políticos coinciden en que el sufragio del 28 de junio se manifestó como un voto de castigo a Kirchner y no uno a favor a Francisco de Narváez, el multimillonario peronista disidente que lo venció en la provincia de Buenos Aires. Fue una condena a un estilo de conducción, conflictivo, visceral y sin lugar al diálogo, y a un estilo de gobierno, estatista e industrialista.

Producto del resultado electoral, Kirchner, que se jugó todo a estos comicios para recuperar la imagen del gobierno de su esposa y colocó todo el aparato partidista y estatal a disposición de su cometido, renunció a la presidencia del Partido Justicialista (PJ), el sector progresista de los herederos del general Juan Domingo Perón.

Los comentaristas también diferencian que el varapalo lo sufrieron Kirchner y señora, y no propiamente el peronismo. Peronista es De Narváez pese a su alianza con el derechista y alcalde de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri (combinaciones características de la errante política argentina). También es peronista el ex piloto de fórmula uno Carlos Reutemann, que se alzó con la victoria en Santa Fe. En las elecciones legislativas se eligieron paralelamente a intendentes y concejales de provincias, y a los peronistas no les fue mal, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.

De cualquier manera, la presidenta Fernández quedó claramente debilitada, y deberá afrontar lo que resta de su gobierno hasta 2011 en desventaja parlamentaria, pese a ser la principal minoría, y tendrá que salir a buscar consensos, algo de que el modelo K sabe poco. Recordemos qué ha sucedido en Argentina en los últimos tiempos cuando un mandatario se ha quedado sin mayoría en las cámaras: Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa no terminaron su mandato, el último en una situación mucho más dramática que el primero.

Empieza a gestarse el relevo

Las urnas arrojaron que el kirchnerismo y sus aliados alcanzaron el 31%de los votos en todo el país, dato al que se aferró la presidenta en una conferencia de prensa un día después de las elecciones para relativizar el fracaso. Las fuerzas que reúnen radicales socialdemócratas, liberales y socialistas -todos anti kirchneristas- sumaron el 29% de los sufragios, y los neoliberales de De Narváez el 18%.

Pese al esfuerzo por parecer incólume ante la pérdida de apoyo en la población, a la presidenta Fernández ya se le fueron dos ministros esta semana: la de Salud, Graciela Ocaña, y el de Transporte, Carlos Jaime, uno de los principales responsables de la expropiación de Aerolíneas Argentinas a la empresa española Marsans. Los reajustes son inevitables cuando el viento viene en contra; la oposición y gran parte del peronismo pide al gobierno más cambios en el gabinete y, también, más realismo.

Incluso, la poderosa y peronista Confederación General de Trabajadores (CGT), capaz de voltear un gobierno por su gran capacidad de movilización, le aconsejó a Fernández “corregir algunas cosas”, en palabras de su líder Hugo Moyano, que a su vez es el vicepresidente del PJ.

El panorama se presenta negro para las intenciones políticas de los Kirchner. En una tendencia que parece irreversible, el que pierde las elecciones legislativas cae en las presidenciales: así sucedió en 1987, 1993, 1997, 2001 y 2005. El peronista Reutemann, el liberal Macri -su Unión Pro se hizo fuerte en la provincia y en la Ciudad de Buenos Aires- y el vicepresidente Cobos -ganó en Mendoza, otra provincia clave- salieron fortalecidos de estos comicios y quedaron muy bien posicionados para ser candidatos a presidente en dos años. Las posibilidades de que el apellido Kirchner continúe en el tapete en Argentina después de 2011 son muy escasas.

Internas en Uruguay

El domingo 28 de junio también tuvieron lugar las elecciones internas en Uruguay, para designar los candidatos a relevar al actual presidente Tabaré Vázquez. Los resultados confirmaron las encuestas en todos los partidos: el ex guerrillero tupamaro José Mujica será el candidato por el oficialista e izquierdista Frente Amplio, el ex presidente Luis Alberto Lacalle representará al centroderechista Partido Nacional, y Pedro Bordaberry, hijo del ex dictador Juan María Bordaberry, hará lo propio por el Partido Colorado.La lucha por la presidencia tenderá a polarizarse.

Los sondeos indican que la contienda se dará entre Mujica y Lacalle, que acaparan las preferencias de los uruguayos, y que las elecciones presidenciales del domingo 25 de octubre no darán un ganador con más del 50% de los votos, por lo que habrá una segunda vuelta el último domingo de noviembre. Mujica representa al candidato de las clases bajas y por su pasado guerrillero -por ello estuvo 13 años en la cárcel- genera rechazo en gran parte de la población de Uruguay. El ex presidente Lacalle (1990-1995), un liberal en términos económicos y uno de los mandatarios que firmó el acta de fundación del Mercosur, personifica el modelo neoliberal de los años de 1990, hecho que genera escozor en los sectores izquierdistas.

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