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El género, más allá de la ideología

Fuente: Avvenire
publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

Chiara Giaccardi, Profesora de Sociología de los Procesos Culturales de la Universidad Católica de Milán, advierte que en la polémica sobre “el género” se ha polarizado y simplificado el debate.

En un artículo publicado en Avvenire, explica: “Se contraponen dos posiciones: la primera (no gender) sostiene que la ‘ideología de género’ existe y es única; la segunda (pro gender), que no existe, y es un invento de los que no aceptan los cambios. Expuesto así, ninguna de las dos tiene razón; con una mirada más amplia, cada una de ellas tiene sus razones”.

“Es cierto que los ‘estudios de género’ tienen una tradición de más de medio siglo, y nacen precisamente para denunciar y oponerse a posiciones teóricas abstractas y a prácticas consolidadas basadas sobre la desigualdad: para mostrar que el ser humano es siempre un ser situado (en primer lugar en un cuerpo sexuado, después en una historia, una cultura, un territorio); que la supuesta universalidad de las culturas y las normas sociales es, en realidad, una abstracción que, prescindiendo de la realidad, la humilla (en este caso, el punto de vista femenino); que con respecto a nuestra corporeidad, está lejos de ser irrelevante. Desde sus orígenes, los ‘estudios de género’ han abordado cuestiones notables, es más, necesarias”.

Actualmente los estudios de género se han diversificado. “Simplificando podemos decir que hoy hay dos escuelas de pensamiento sobre el ‘género’, que a su vez presentan diversificaciones internas. En la primera –esencialista– se hace un pasaje directo de lo anatómico a lo ontológico (las características corpóreas expresan la esencia de la diferencia de género, que se puede extraer de ellas); es un enfoque cientificista-positivista, aunque también la de los primeros estudios de género feministas, con una tendencia a una visión escindida de la sexualidad, que alimenta un dualismo contrapuesto y competitivo entre masculinidad y femineidad”.

“La segunda –culturalista-constructivista– insiste en el ‘género’ como construcción social, y tiene en realidad dos variantes. Una versión moderada, que pone de relieve el papel de la reelaboración cultural del dato biológico, y una radical –hoy prevalente– según la cual la naturaleza no cuenta y vale solo el discurso social y la elección individual”.

“Hoy en día, el debate sobre el ‘género’ se identifica con esta última tipología, que es la más insensata”, pero no deberíamos caer en la trampa de “coger sólo una parte del debate, la más discutible, como el todo, y ‘tirar el bebé con el agua sucia’”.

“De ‘género’, por lo tanto, no sólo se puede, sino que se debe hablar. Porque el ser humano no es solo biológico, ni dado una vez por todas en el momento del nacimiento”.

“La identidad no sólo es expresiva (saco afuera lo que ya soy), sino relacional. No sólo biológica, sino simbólica. Decir que simplemente hombre y mujer se nace, o que simplemente se llega a ser, es contraponer dos verdades que, en cambio, van juntas: hombre y mujer se nace y se llega a ser. Y en este proceso, que dura toda la vida, cuentan muchos aspectos: la historia, la cultura, la religión, la educación, los modelos, las historias personales, estar ubicado en un tiempo, en un espacio, en un cuerpo”.

Giaccardi señala que hoy la batalla ideológica sobre el “género” se combate más a golpe de derechos que de teorías que los justifiquen.

La cancelación de las diferencias

“No es una casualidad que las nuevas formas de educación empujen a la promoción de lo ‘neutro’, que es precisamente la cancelación de las diferencias, una forma de discriminación violenta contra la concreción de lo real, eliminado en nombre de una normatividad procesal y abstracta”.

“A este se une otro de los problemas de la contemporaneidad: el exigir al plano jurídico lo que debería ser tratado antes a nivel cultural. Como no se consigue ponerse de acuerdo sobre lo que significa ser humano hoy, sobre los contenidos profundos que nos afectan, se trasladan las decisiones al plano abstracto de los procedimientos, como si fueran neutros desde el punto de vista de los valores. Pero la abstracción no garantiza en absoluto la neutralidad, y, de hecho, el legislador termina por ratificar y convertir en normativo el caso particular. Luego hoy habría que hablar de ‘ideología jurídica’ como una verdadera amenaza para la libertad de nuestras elecciones, en primer lugar las educativas”.

La autora concluye que “un discurso sobre el ‘género’ tendría que salir hoy de la oposición naturaleza-cultura (somos naturales y culturales como humanos) para trasladarse al plano simbólico”.

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