Bukele consigue una victoria aplastante; lo difícil viene ahora

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Nayib Bukele
Nayib Bukele (CC Presidencia SV)

Tras una campaña en la que el ganador estaba claro desde antes de las elecciones del domingo 4 de febrero, en la noche del mismo día, sin esperar a la publicación de los resultados oficiales, Nayib Bukele se autoproclamó presidente de El Salvador por segundo periodo consecutivo, atribuyéndose una mayoría superior al 85%. Su partido Nuevas Ideas fue también claro ganador en la Asamblea Legislativa.

El presidente Nayib Bukele ha ganado una popularidad significativa en El Salvador y en toda Latinoamérica. Hay dos razones clave que explican su éxito.

Seguridad y nueva política: sus cartas ganadoras

La primera es la mano dura contra las maras y la violencia en el país. Su enfoque en la seguridad pública ha resonado en muchos salvadoreños que anhelaban una reducción drástica de la violencia criminal. El hartazgo resultó ser mayor que el miedo inculcado por las ONG, la Unión Europea y demás organizaciones internacionales, junto con algunas del país, que manifestaron preocupación por las posibles violaciones de derechos humanos. Además, la política de Bukele demostró ser exitosa y disminuyó los índices de homicidios, así como la emigración de salvadoreños a Estados Unidos.

Con Bukele, El Salvador ha pasado de ser el país más violento de Latinoamérica a ser uno de los más seguros

Por otro lado, Bukele representa el rechazo hacia la política convencional. El presidente influencer desprecia protocolos, rechaza tradiciones y desprecia incluso las leyes. Pero esta estrategia sintoniza con muchos ciudadanos que han perdido la fe en las instituciones, incapaces durante años de resolver los problemas de inseguridad, pobreza y corrupción en América Latina. Su estilo de gobernar activamente desde las redes sociales y su enfoque en las necesidades de la gente han contribuido a su popularidad. Su respaldo del 90% entre los salvadoreños lo convierte en el presidente más popular de la región, según el Latinobarómetro de 2023. Tanto así, que algunos mandatarios de otros países de Latinoamérica, como Javier Milei, han decidido ya acudir a El Salvador a estudiar el llamado “método Bukele”.

Cinco años de “bukelismo”

A lo largo de estos cinco años, Bukele ha logrado lo que ningún otro presidente antes que él: una disminución significativa de la delincuencia en El Salvador, que ha pasado de ser el país más violento de Latinoamérica (17,2 homicidios por 100.000 en 2021) a ser uno de los más seguros (2,7 en 2023). También ha conseguido unir el país a través de los mensajes que envía, cuidadosamente curados y seleccionados, en sus redes sociales y, finalmente, a través de algunos megaproyectos que se han realizado como parte de su gestión y que se han percibido como una demostración pública de la modernización de El Salvador.

Pero todo esto no ha sido gratuito, sino a costa de violar algunos de los principios de los gobiernos democráticos, como el derecho a juicio o el respeto a la dignidad humana en las cárceles. Su gran logro y el éxito innegable de su mandato, la seguridad, se obtuvo tras establecer un estado de excepción que ha durado la casi totalidad de su mandato y que se mantendrá vigente en este nuevo periodo.

Este estado de excepción fue conseguido gracias a la paulatina toma del control de los tres poderes del Estado. Después de las elecciones legislativas de 2021, Bukele ya sabía que los jueces eran un obstáculo para sus objetivos. Por tanto, tras ganar su partido Nuevas Ideas la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa, los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y el Fiscal General (en aquel entonces Raúl Melara, quien fue acusado de estar vinculado con la oposición por oponerse a algunas de las medidas del Gobierno) fueron destituidos y sustituidos por aliados que, desde entonces, han demostrado su fidelidad. Desde entonces, y ahora reforzado por la victoria del pasado domingo, el presidente Bukele ha ejercido de facto un poder absoluto en El Salvador.

Elecciones y dudas democráticas

Las recientes elecciones han sacado a la luz nuevas dudas sobre las maniobras utilizadas por Bukele para alcanzar sus objetivos. Por un lado, se ha criticado fuertemente el papel pasivo que tuvo el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Ya en 2018, cuando Bukele era candidato presidencial por primera vez, llamó a la población a protestar frente al TSE, alegando que se estaba gestando un fraude en su contra. Esta estrategia, conocida y utilizada por otros políticos populistas (como Donald Trump, Jair Bolsonaro en Brasil y Bernardo Arévalo en Guatemala), tuvo como resultado posicionar a Bukele como víctima del sistema y, por tanto, en situación de criticar y modificar el sistema a su antojo.

Su último movimiento antes de la reelección fue también dirigido a evitar las críticas sobre su posible autoritarismo: Bukele y su vicepresidente Félix Ulloa decidieron “dejar” sus cargos durante seis meses para poder dedicarse plenamente a la campaña y, de paso, sortear la prohibición de servir dos mandatos consecutivos, establecida en el art. 152 de la Constitución. Con ese fin, Bukele solicitó una licencia a la Asamblea Legislativa, que se la concedió, permitiendo así su participación en estas elecciones generales.

En este contexto, el TSE se apresuró a asegurar que acataría la resolución de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, que permitía a Bukele presentarse a la reelección. El Tribunal aceptó también otras reformas promovidas por el partido Nuevas Ideas, tales como la reducción de alcaldías y de escaños en la Asamblea, y el cambio en la forma de asignar los votos; medidas aparentemente dirigidas a beneficiar al partido oficialista.

Bukele deberá buscar la manera de mantener sus promesas pero devolviendo a los ciudadanos los derechos y las libertades que han entregado en aras de la seguridad

Por todo esto, las elecciones, ya antes de que se llevaran a cabo, eran criticadas e incluso consideradas inválidas por algunos expertos. Lo que no impidió que el domingo 4 de febrero se llevaran a cabo los comicios, que además eran los primeros en que se elegía a la vez presidente y diputados. Entrada la tarde del domingo, Bukele anunció que, según resultados preliminares, había obtenido más del 85% de los votos, un récord en la historia de la democracia salvadoreña.

Su partido Nuevas Ideas arrasó también con los escaños de la Asamblea Legislativa, por lo que cuentan nuevamente con una mayoría absoluta que le permitirá gobernar sin obstáculos. Con todo ello, al presidente le espera ahora una difícil gestión.

Retos para el nuevo mandato

Los retos que ha de afrontar tienen que ver principalmente con cumplir las expectativas que se han creado a lo largo de estos cinco años de gobierno. La lucha contra las maras deberá continuar, así como el fortalecimiento de la seguridad. Sin embargo, el estado de excepción no podrá ser eterno, y el presidente Bukele deberá enfrentar la manera de mantener sus promesas pero devolviendo a los ciudadanos los derechos y las libertades que han entregado en aras de la seguridad.

Otro gran reto es fortalecer la economía, asignatura pendiente del periodo anterior. El grado de satisfacción de la gente con la situación económica no ha mejorado, y las perspectivas no son muy halagüeñas. Además, la salud fiscal tampoco es buena: la deuda pública está en torno al 80% del PIB y el país es incapaz de vender bonos en el extranjero o de obtener grandes inversiones. El gobierno ha tenido que pedir préstamos a organismos internacionales, así como a su propio banco central, disparando aún más el déficit y limitando la capacidad de consumo.

Finalmente, El Salvador deberá poner atención en las otras deficiencias compartidas con los países latinoamericanos: la educación y la sanidad, que son, junto con la pobreza y la inseguridad, los principales problemas de la región. Así, aunque Bukele haya conseguido solucionar uno, tiene otros tres pendientes sobre los que se le pedirán cuentas en los próximos cinco años de mandato.

Un comentario

  1. Este artículo está relacionado con el publicado anteayer por Helena Farré sobre la poca aceptación de la democracia entre los jóvenes. Ayer, el diario El Mundo publicó un reportaje sobre las cárceles salvadoreñas que ponía los pelos de punta. Si entráis a leer los comentarios de los lectores, la abrumadora mayoría eran de apoyo a Bukele. Efectivamente, se está gestando un cambio en la opinión pública mundial. Veremos a dónde nos lleva.

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