Brasil prepara su quinto centenario

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São Paulo. La llegada de Pedro Álvares Cabral a Brasil en 1500 daba inicio a la historia de la Tierra de la Santa Cruz, como llamó el rey portugués don Manuel a su más reciente posesión ultramarina. Al cabo de cinco siglos, el pueblo brasileño muestra confianza en su futuro, pero está profundamente insatisfecho con sus gobernantes.

Con motivo de este singular aniversario, artículos, ensayos y estudios históricos pueblan el mercado editorial. Además, el semanario Época ha realizado una encuesta nacional cuyo objetivo era delinear el perfil del brasileño actual.

Una de las conclusiones de la encuesta es que hay un enorme descontento con la clase política. Sucesivos escándalos a todos los niveles de gobierno, que han implicado a políticos de partidos diversos en casos de corrupción, comisiones y desvío de recursos, han levantado una nube de escepticismo y protesta que se refleja en la opinión pública. En Brasil faltan líderes que abran caminos. Prueba de ello es que, en la pregunta referente a los brasileños más valorados de la actualidad, el presidente de la República tan sólo obtuvo un 4% de las respuestas. Pero el descrédito afecta a los políticos en general, mayoritariamente considerados «deshonestos» e «indignos de confianza» (91%), «injustos» (88%), «egoístas» (87%), «insensibles con los demás» (86%) y «holgazanes» (82%).

La esperanza de Brasil está en la educación. A pesar de algunos avances sociales, Brasil continúa siendo uno de los países del mundo con más desigual distribución de rentas. La pobreza es suavizada por la acción de la economía informal, que este año ha sido calculada oficialmente en el 8% del PIB, aunque es muy difícil medirla en Brasil.

También ayudan a aliviar las consecuencias de la pobreza innumerables instituciones de caridad, de beneficencia y filantrópicas, muchas de ellas llevadas por religiosos, que prestan asistencia a los niños de la calle, a ancianos, etc. Son muchas las personas y entidades que se dedican a sanar esa llaga de la sociedad y que no aparecen en las estadísticas oficiales.

Hay, por eso, conciencia clara de la necesidad de educar a las personas para que se puedan ganar la vida con dignidad, como manifiesta la respuesta a la pregunta «¿En qué grupos, instituciones y organizaciones confía?». El mayor índice de confianza corresponde a los profesores (85%). Le siguen los médicos (81%), la Iglesia católica (76%), los comerciantes (59%) y la prensa (59%). En la cola figuran los políticos (5%), seguidos de los partidos, la Cámara de los Diputados, el Senado, el Gobierno Federal y los banqueros.

En cuanto a la religiosidad de los brasileños, apenas la tercera parte se declaran bastante o muy religiosos. El 61% afirman ser un poco religiosos y el 7% se confiesan nada religiosos. El catolicismo continúa siendo mayoritario (74%), mientras los evangélicos de variadas tendencias, pese a su fuerte presencia en los medios de comunicación, llegan tan sólo al 10%.

La violencia urbana es lo que más miedo da hoy en Brasil. Así lo señaló el 68% de los encuestados. Las respuestas a cuáles son los problemas más importantes a los que se enfrenta Brasil van en la misma línea. El primero de todos es el paro (76%), seguido de lejos de la salud (44%) y de la corrupción (40%). La apertura económica de los últimos años ha mejorado la situación de los más pobres, al eliminar la inflación. Los índices de pobreza han mejorado en todo el país. El desempleo, sin embargo, ha aumentado. Según los cálculos oficiales, en los últimos cuatro años la tasa de paro ha pasado del 4% al 8%.

El fenómeno de la violencia tiene sus raíces en un conjunto de factores, que incluye la ausencia de familia o la falta de estabilidad de muchas familias que viven en la pobreza, junto con las deficiencias educativas. También hay delincuentes juveniles procedentes de la clase media, que por falta de ideales o por la droga se ven envueltos en el mundo del crimen.

José María Rodríguez Ramos.

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