Una sociedad inerme ante el odio

publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

Más que lo que sabe, el ser humano es lo que cree. Siempre se cree en algo. Incluso el no creer o no querer creer es un creer. A su vez, el creer está relacionado con el amar, en el sentido más extenso de afición/afección a algo. Esto, que vale para cualquier individuo, vale también para el conjunto de individuos relacionados, la sociedad, el pueblo.

San Agustín, en La Ciudad de Dios, XIX, 24, recoge la definición que Cicerón dio de pueblo: “Una sociedad fundada sobre derechos reconocidos”. Pero le parece insuficiente: “Si descartamos esa definición de pueblo y damos esta otra: pueblo es un conjunto de seres racionales asociadas por la concorde comunidad de las cosas que aman, para saber qué es cada pueblo es preciso examinar lo que ama”.

Los amores más firmes y fecundos son los que dan origen a la familia que funciona como tal familia, es decir una comunidad de amores mutuos: entre los esposos, entre padres e hijos, entre hermanos, entre abuelos y nietos, tíos y sobrinos… Por eso, el estado y situación de las familias es la clave para entender una sociedad y averiguar si está pertrechada para afrontar las dificultades (y las felicidades) de la vida o, por el contrario, está inerme.

No es un secreto que, en el mundo occidental de hoy (no tanto en otros mundos), diversas ideologías están en contra de la familia funcional, con el sistema de considerar “familia” cualquier tipo de unión, incluso la cómica chaladura de “casarse con uno mismo”. A eso a veces se une la apología del divorcio, cuando no del adulterio.

Por ahora, sea cual sea la estadística del número de familias funcionantes, en las que permanece el amor mutuo, la sociedad se sostiene gracias a la fuerza de esos lazos afectivos. Porque son una constante construcción y ámbito de amor para cada persona singular, por el simple hecho de serlo. De ahí esa convicción de muchos padres y madres de que a los hijos e hijas se les quiere en cualquier situación. En cambio, si no funciona el amor de base entre marido y mujer, es más probable que los hijos no se críen en un entorno que favorezca su desarrollo y madurez, aunque se den excepciones puntuales.

Y todo esto tiene que ver con la religión. En un libro clásico, La ciudad antigua (1864), Fustel de Coulanges documentó la conexión íntima entre familia y culto religioso. El cristianismo se basa en la realidad natural y sobrenatural de que cada persona es hijo de Dios. Si se reza el Padrenuestro, es que se está dentro de la familia de Dios. De ahí que el matrimonio cristiano no sea una unión cualquiera sino un sacramento, es decir un signo visible de la gracia de Dios en quienes lo contraen.

Siguiendo los anteriores criterios, véase una sociedad cualquier, por ejemplo, la española. Su resistencia ante lo tóxico de las ideologías que causan división y odio, depende del número de familiar funcionales y, a la vez, de la fe cristiana entendida no como algo de otros tiempos, sino como una realidad viva de personas que se aman.

Alguien podrá pensar que esta es una actitud “conservadora”. Pero, en sintonía con el mejor ecologismo, diría que es una posición “conservacionista”. Así como se han de poner todos los medios para conservar lo natural, evitando su contaminación y deterioro, algo semejante vale para el mantenimiento del amor de familia y de la fe en un Dios que es padre. Si no se da eso, la sociedad estará cada vez más inerme y aparecerá señalada, no por las cosas que ama, sino por las que odia o por las que desprecia.

2 Comentarios

  1. Lo bueno si breve… Estupendo que se pueda resumir el valor de la familia y la fe. Como extructuran una sociedad y la hacen feliz, ,porque une lo que amamos.
    Le profesor sacerdote Fabio Rossini, famoso en Roma por su atractiva presentacion de la fe a los jovenes, repite ultimamente: no necesitamos cristianos buenos, cristianos que aman.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.