«Todos necesitamos aprender a crear hogar»

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Prudence Leith, fundadora de Leith School of Food and Wine de Londres
Prudence Leith es la fundadora de Leith School of Food and Wine, con sede en Londres, y una apasionada defensora de la gestión del hogar con estándares profesionales. A través de sus múltiples publicaciones Leith defiende que la alimentación, la hospitalidad, la salud y la limpieza en una casa no solo cubren las necesidades básicas de la persona sino que contribuyen a configurar los rasgos esenciales de una personalidad equilibrada.

— ¿Cómo definiría el hogar?

— No es un instinto, una realidad puramente natural o automática. El hogar es una producción cultural. Una obra genuina de trabajo artístico, un trabajo manual que no es irracional o esclavo. Es una actividad inteligente, basada en el conocimiento y en la práctica. Necesitamos aprender a crear hogar, a producirlo y a mejorarlo. Se trata de una tarea permanente, hecha día a día, porque el hogar es también una realidad viva, para personas vivas.

— La consideración del trabajo de la casa ha variado mucho en los últimos años. Una parte se debe a la facilidad que proporciona la tecnología; otra, quizá, a una dejadez general ¿Hacia dónde vamos ahora?

— Acabo de participar en las jornadas Excellence in the home, en las que expertos de diferentes áreas defienden la importancia de las habilidades y tareas domésticas. La dejadez en el hogar nos lleva a una vida familiar disfuncional. Ser ama o amo de casa es una profesión y requiere capacitación profesional. Deberíamos ser más realistas y darnos cuenta del daño que estamos haciendo a la sociedad y a los hijos por permitirles crecer sin enseñarles a realizar ninguna de estas tareas. No enseñamos a los hijos nada, aparte de cepillarse los dientes, y no les damos responsabilidades. Muy pocos tienen que hacerse las camas o limpiarse las habitaciones, lavar el coche o cambiar un enchufe. Es como si nuestros hijos fueran de otro mundo, a quienes no les importara el negocio de vivir.

— ¿Se podrían establecer unos parámetros, un modo de mejorar la cualificación para los trabajos de la casa?

— Se pueden establecer niveles y determinar estándares internacionales, pero lo mejor es comenzar pronto, a través de la educación, en los colegios, desde que los niños y niñas comienzan a estudiar. Por ejemplo, los chicos pueden aprender a controlar el carácter en casa, que es una habilidad para crear hogar. El aprender a cocinar -como también se hace en muchas escuelas- facilita la serenidad, que no haya enfados, y eso fortalece el sentido de hogar; el modo de descansar en familia los fines de semana también influye. Las buenas habilidades para crear un hogar hacen que el mundo vaya adelante.

— ¿Qué valor atribuye la sociedad al hogar?

— Continuamente se desprecian las actividades domésticas con expresiones como «Deberías salir más» o «Hay que vivir», que implican que quedarse en casa trabajando o hacer una tarea doméstica es algo pasado de moda, el último recurso. Por mucho que degrademos lo doméstico, la palabra hogar todavía denota refugio, confort, seguridad, amor. En cualquier crisis -enfermedad, accidente, fallecimiento de un ser querido- todo lo que deseamos es llegar a casa.

— ¿Cómo se podría recuperar el prestigio de estos trabajos?

— Por diferentes medios. En primer lugar, también habría que empezar por la escuela. Ahora hay más discriminación, por ejemplo: igual que no se admite a los fumadores, tampoco se ve políticamente correcto que una mujer decida ser simplemente ama de casa. Y como decía, eso se podría enseñar en la escuela, a través de algunas asignaturas. Considero que el valor del hogar bien podría introducirse a través de las clases de antropología o de sociología, apoyándolo en estadísticas y estudios sobre su incidencia, que los hay.

— ¿Y desde los medios de comunicación: la televisión, el cine, etc.?

— Los «reality shows», por ejemplo, nos muestran en realidad familias disfuncionales. Se podrían introducir premios para las familias que funcionan bien. Si se ve a una familia así, verdaderamente feliz, en la que el padre se involucra, los niños querrán volver a casa. Hay cien cosas más que se pueden hacer; lo que ocurre es que las mujeres estamos muy pasivas y poco motivadas para defenderlo, como sí lo hemos hecho en otros ámbitos como el laboral, donde había más motivación. En este asunto del trabajo en el hogar, hay que ir a la realidad y estudiar la evolución de la familia en los últimos 40 años. En ocasiones, los derechos de la mujer, que son buenos, van en contra de los hijos. Todo eso debería estudiarse.

— ¿Qué impacto tienen los programas televisivos que enseñan a los hombres a cocinar?

— No creo que tengan tanto impacto. La gente los ve, pero la mayoría son «shows» personales; muchos chicos quieren ser cocineros, pero si les preguntas por qué, es por la fama, el dinero o el éxito.

M. Angeles Burguera

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