Jugar a papá y mamá

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Comentando una embrollada noticia reciente de niños concebidos por fecundación in vitro, Fernando Savater, catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense, advierte en un artículo (El País, 26 agosto 2001) que no es lo mismo ser padres que «jugar a papá y mamá».

Savater subraya la necesidad de reflexionar sobre lo admisible y lo rechazable en este campo, sin someterse a la postura de los «realistas» que dan por bueno cualquier cambio. «Según ellos, resultan inútiles las teorías morales y la promulgación de regulaciones, porque ‘todo lo que puede hacerse terminará haciéndose, por mucho que se empeñen en contra la ética y la ley’. Sorprendente conclusión, puesto que si no recuerdo mal estas instancias versan precisamente en todas las épocas sobre lo que puede hacerse y está haciéndose, no sobre lo imposible. Nadie pierde el tiempo desaprobando a los que se empeñan en vivir sin respirar o dictando normas sobre los crímenes que cometa la sombra de una persona cuando está nublado…»

«Como el problema de fondo -la reproducción humana, es decir, la perpetuación a la vez biológica y social de lo humano- no se aborda, nos enredamos en polémicas entre términos confusos o mal planteados. Por ejemplo, el derecho de adopción de las parejas homosexuales. Dejemos de lado todo el resto de lo que atañe a la institucionalización de las parejas de hecho, es decir, el derecho a formar pareja de hecho, que me parece muy bien aunque no deja de tener cierta guasa que una misma ley vaya a venir en auxilio de quienes viviendo juntos no quieren formar un matrimonio y de aquellos a los que no les dejan llamarse matrimonio aunque vivan juntísimos. Pero el tema de la adopción implica a otro que no forma parte de la pareja y cuya aquiescencia no siempre puede ser requerida. Y aquí, desde el punto de vista ético, lo relevante no es que la pareja sea homosexual o heterosexual».

Savater no hace ninguna objeción ética a la conducta homosexual. Pero señala que «la dificultad con las parejas homosexuales -en lo que toca a la reproducción humana- no es que amen a los de su propio sexo sino que sean del mismo sexo: es decir, que no puedan aunar procreadoramente lo masculino y lo femenino. No es lo mismo ser padres que jugar a papá y mamá… sobre todo cuando ya estamos jugando placenteramente a cosa muy distinta».

«La antropología de nuestra génesis no consiste en los requisitos que hacen aceptable una pareja, sino en las relaciones simbólicas triangulares entre el padre, la madre y su criatura. Si de derecho vamos a hablar, no sólo cuenta el de ser padre o madre, sino el de tener padre y madre; querer ser padre o madre es aceptar el triángulo, no abolir uno de sus miembros merced a una prótesis científica. Ya sabemos que abundan los progenitores indignos o desventurados (y los hijos ingratos), pero cada cual tiene derecho a vivir su propio drama biográfico sin que alguien decida simplificarlo clínicamente sin dar opción al tercero en discordia… o concordia discordante».

Una cosa es adoptar huérfanos y «otra cosa muy distinta es programar deliberadamente huérfanos de padres o de madres, rechazar el triángulo genésico desde su inicio como un prejuicio irrelevante o manipular la procreación hasta el punto de que el azar innovador de la filiación se convierta en absurda fotocopia de una dotación genética prefigurada de antemano en nombre de caprichos autocráticos».

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