Hablar en la familia

publicado
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Entrevista con Oliveros F. Otero, especialista en orientación familiar
En este Año Internacional de la Familia se está hablando mucho de su situación y sus problemas. Pero, además de hablar sobre la familia, habría que hablar más en la familia y lograr una buena comunicación entre sus miembros. Este es un tema que preocupa a Oliveros F. Otero, doctor en pedagogía, que inició hace veintisiete años el Departamento de Orientación Familiar de la Universidad de Navarra. Su dilatada experiencia -hoy está ya jubilado- ha cuajado en varios libros, como Autonomía y autoridad en la familia o Cartas a los padres. En esta entrevista explica cómo ha evolucionado la orientación familiar, en correspondencia con los cambios en las familias, y qué problemas preocupan más hoy.

– La orientación familiar pretende dar a los padres una información valiosa y estimularles a analizar su propia situación familiar y a proponerse mejorarla en aspectos concretos. Ud. lleva muchos años dedicado a esta tarea. ¿Cómo han cambiado los contenidos y la metodología en este tiempo?

– Existen distintos enfoques de la orientación familiar, que en Europa empezó a impartirse en los años treinta. En el enfoque que yo sigo, que empecé a desarrollar en 1966 en México, las cuestiones de fondo no han cambiado. Pero hay temas más importantes en cada momento, como son ahora la motivación permanente y la comunicación conyugal y familiar. Este último problema es hoy una de las causas más frecuentes de fracasos matrimoniales. Otro asunto crucial es la coherencia en la vida familiar. También sigue siendo de interés permanente la cuestión de la autoridad de los padres, pero enlazándolo con la participación de los demás miembros de la familia.

Donde empiezan a darse mayores cambios es en las técnicas de orientación familiar. Sigue teniendo una gran validez el método del caso, tomado de las escuelas de negocios, pero el modo de utilizar el caso en la orientación familiar se ha diversificado. Existen otras nuevos recursos como, por ejemplo, trabajar con fragmentos de biografías o de películas, combinar las actividades de grupo y las consultas, entrevistas con los matrimonios, etc.

Dificultades de comunicación

– ¿Qué dificultades encuentra hoy la comunicación en los matrimonios?

– Comunicación es poner lo propio en común. Entonces, se trata de cómo mejorar lo «propio» y de cómo poner eso en «común», en el mundo de los pensamientos, de los sentimientos, de las acciones, de las omisiones, de los valores interiorizados. ¿Problemas? Múltiples. El primero de ellos lo dejó muy claro Julián Marías, al decir que el matrimonio es, entre otras cosas, cincuenta años de conversación, y el noviazgo es para preparar esos años. Pero si los novios conversan menos para dedicarse a otras cosas, es un fallo importante en el noviazgo.

En una reciente investigación sobre la intensidad en la comunicación conyugal, en la que participaron 400 matrimonios, se descubrió que sólo un 5% de la comunicación podía considerarse profunda, mientras que la superficial obtenía un tanto por ciento muy considerable; pero también era alto el porcentaje de comunicación patológica. Estudiadas las causas de esos problemas, salían a relucir la infidelidad, el juego, los malos tratos, el paro, la droga, la bebida… Sin embargo, la causa principal, de una lista de veinte, no tenía nombre: era, sencillamente, el no atender a pequeños detalles en la convivencia matrimonial. Las pequeñas cosas olvidadas debilitan la cohesión del tejido familiar. Y esta cuestión era la causa más importante de problemas para el 16% de los hombres y para el 25% de las mujeres.

Otro núcleo de problemas vienen de utilizar a los hijos como armas arrojadizas contra el otro cónyuge, en las relaciones matrimoniales deterioradas y agresivas. El intentar poner a los hijos de parte de uno de los dos origina serios quebrantos en el desarrollo infantil. Cuando llegan a la adolescencia, tienen muchas dificultades en la comunicación con sus padres y esto realimenta la conflictividad matrimonial y familiar.

– ¿Qué detalles hay que cuidar para que la comunicación afiance el matrimonio?

– Existen muchas maneras de decir algo al otro cónyuge. Por eso es importante el dominio del idioma para evitar palabras que dañan la convivencia. Hay que tener el cuidado de pensar antes de hablar, de calibrar qué consecuencias tendrá en la otra persona lo que se diga. Si una persona está centrada en sí misma, no sabrá ponerse en el lugar del otro. Pero hay que tener en cuenta qué repercusiones van a tener en los demás mis palabras y mi conducta, de acuerdo con el modo de percibir del otro. No hay que olvidar que hombres y mujeres tienen distintos modos de captar las cosas que acontecen en la vida familiar, social y laboral.

Luego está la coherencia entre las palabras y los gestos. Hay una comunicación verbal y otra gestual; la no coincidencia de ambas origina conflictos, porque el mensaje es confuso. El interlocutor se fija más en lo que siente la otra persona, manifestado en su mirada, tono de voz y en los gestos, que en el mensaje verbal.

Aprender a escuchar

– ¿El problema es que se habla poco en la familia o que no hay verdadera comunicación?

– La tendencia es hablar de lo superficial. Pero una buena comunicación exige pasar de los hechos a las ideas que les dan sentido, y de las ideas, a los hechos que las encarnan. En el mejor de los casos, hablamos mucho; pero no se resuelve todo con hablar. Porque el diálogo tiene cuatro fases: escuchar con el oído, escuchar con el corazón -o sea, más profundamente-, preguntar y hablar lo necesario. Hay mucha gente que pasa directamente a la cuarta fase. Numerosos cursos enseñan a hablar correctamente; casi ninguno, a escuchar. La gente tiene verdaderas ansias de que alguien le escuche, más si es su marido o su mujer.

– ¿Es más difícil la comunicación entre padres e hijos?

– De lo que se quejan muchos hijos es de que sus padres les someten a interrogatorios. Esto suele querer decir que las preguntas que les hacen están mal hechas, pues no estimulan la comunicación.

También influyen los modelos que inconscientemente se transmiten a los hijos. Por ejemplo, la tendencia al pesimismo. A menudo los padres acuden a hablar con los profesores de su hijo, porque no estudia. Y la respuesta del maestro es: «Qué concepto puede tener el hijo del estudio -una forma de trabajo-, cuando los padres no saben pasar con elegancia por los roces diarios de la oficina y no destacan lo positivo del trabajo». El concepto transmitido al hijo es negativo y, por tanto, no es un estímulo para estudiar. Los padres deben hablar del proyecto educativo para cada uno de sus hijos, que ha de ser distinto, único e irrepetible.

– ¿Debe haber momentos especialmente dedicados al diálogo en la familia?

– Recuerdo una familia en la que los padres, desde que se casaron, mantuvieron una tertulia por la noche. Primero los dos y, a medida que iban viniendo los hijos, con ellos desde que cumplían ocho años.

En todo caso, están los fines de semana para dedicarlos a la familia, pero de manera inteligente. Hay padres que no admiten ningún otro compromiso durante los fines de semana. Pero no basta quedarse en casa como un mueble: hay que tomar la iniciativa y ver cómo construir sobre las fuerzas o puntos neurálgicos de la familia.

Hay que procurar que la mesa donde come la familia sea el mueble de la comunicación. Y aprovechar los fines de semana y ver cómo se pueden utilizar las últimas horas del día para fomentar la participación de todos, hablando con los hijos y siempre con el otro cónyuge.

La familia, intimidad y apertura

– ¿No existe hoy una gran preocupación de los padres por la educación de los hijos?

– Sí, pero a veces los padres exigen a los hijos en cuestiones secundarias, y establecen prioridades equivocadas. Pueden gastar muchas más energías, tiempo y dinero en que el niño aprenda inglés e informática que en hacer de él una persona honrada, responsable e íntegra. Esos saberes instrumentales son necesarios, pero no constituyen la «meta suprema» de la educación de los hijos.

En cualquier caso, una insistencia excesiva en unos aspectos mientras se descuida otros, quizá más importantes, lleva a un desarrollo anormal, como si el niño tuviera un brazo o una cabeza desproporcionados con el resto del cuerpo. El niño necesita un desarrollo armónico de todo su ser.

También necesita que sus padres le transmitan unos valores. El problema actual es que las dos funciones primordiales de los padres -manejo y reducción de tensiones y mantenimiento de valores- están a menudo debilitadas o se contraponen. Lo típico y lo fácil de las familias permisivas es resolver las tensiones a base de transigir en los valores.

Los padres pueden aprender a realizar bien estas funciones. Así como las familias buscan ayuda para que sus hijos aprendan idiomas o informática, también pueden recurrir a ayudas externas que potencien la propia capacidad de los padres como educadores. Cada día hay más centros de orientación familiar, o escuelas de padres, o gabinetes de asesoramiento de las familias, que pueden proporcionar esta colaboración.

– La familia aparece hoy para muchos como un refugio frente a un ambiente social difícil. Pero ¿la familia tiene también una proyección social?

– La familia es un centro de intimidad y, al mismo tiempo, de apertura. Estudiando muchas familias me he encontrado con algunas que, como centros de intimidad, son excelentes; en cambio, he hallado pocas que sean modélicas como centros de apertura, que intenten contribuir a la mejora de su entorno social.

La familia es la célula básica de la sociedad. Para que así sea, debe saber que con su proyección externa puede influir positivamente en la sociedad. O los padres logran, juntamente con sus hijos, influir en la mejora del ambiente, o el ambiente se los comerá. Esto entra dentro del cometido mismo de la familia como centro de apertura. Y si no hay esa preocupación por mejorar el entorno, los problemas sociales son el caldo de cultivo del deterioro familiar.

Abuelos: dos veces padres

– El último libro que ha publicado trata de «Los abuelos jóvenes». ¿Siguen teniendo un papel los abuelos en las familias de hoy?

– Desde el año 1982, el departamento que yo dirigía en la Universidad de Navarra inició la formación como orientadores familiares de abuelos jóvenes, hasta los 70 años. La tesis central del libro es que los abuelos son dos veces padres, pero deben respetar la primera responsabilidad educativa de sus hijos respecto a sus nietos.

Los abuelos pueden hacer muchas cosas por sus nietos. La principal de ellas es transmitir herencias culturales y espirituales de la familia, de forma que no falte el entronque generacional. También deben escuchar a sus hijos y nietos. Pueden ayudar a resolver muchas angustias, dificultades y problemas familiares, cuando se producen conflictos entre padres e hijos. Ayudarles con el ejemplo de su serena existencia, más o menos lograda. Seguir, de algún modo, sugiriendo al hijo o a la hija -no al yerno o la nuera- modos de educar bien a los nietos; pero sin pasar directamente a educar a los nietos, cosa que corresponde a los padres.

Carlos CachánLa comunicación en la familia

Se dice que estamos en la sociedad de la comunicación. Pero ésta falla a menudo donde es más necesaria: en la familia. Por eso, aunque sea un elemento básico y espontáneo, se puede aprender a elevar el nivel de comunicación familiar. Tal es el objetivo de este libro (1) escrito por Gloria Elena Franco, diplomada en Orientación Familiar y periodista. Junto a sus títulos académicos, esta colombiana está avalada por su experiencia de esposa y madre de cinco hijos, con lo que habrá tenido bastantes oportunidades de ensayar sus trucos de comunicación en el hogar.

La primera parte del libro sienta las bases de lo que es la comunicación en la familia, previene de algunos peligros que la acechan y destaca la importancia de saber escuchar. La segunda parte, dedicada a la comunicación entre los cónyuges, explica los pilares sobre los que se asienta un buen entendimiento y sugiere soluciones para los momentos de crisis.

Después se explaya sobre las relaciones entre padres e hijos, con un capítulo específico acerca de la comunicación con los hijos entre cuatro y doce años (como se ve, la orientación familiar afina mucho y segmenta las «audiencias»).

Pero la familia tiene también una proyección exterior. De ahí que la cuarta parte se refiera al trato con otras familias, con los parientes y amigos, sin olvidar el trato con Dios. Y, como escribe una periodista, no podía faltar un oportuno capítulo sobre el uso de los medios de comunicación en la familia. De acuerdo con el estilo de la colección en que se publica, los temas se desarrollan con ayuda de casos tomados de la vida diaria, para analizarlos y formular consejos prácticos.

Juan Domínguez_________________________(1) Gloria Elena Franco. La comunicación en la familia. Colección «Hacer familia». Palabra. Madrid (1994). 281 págs. 1.500 ptas.

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