Los presupuestos para investigación universitaria se concentran en las aplicaciones

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Las universidades temen por su libertad de investigación, al depender de fuentes de financiación que solo pagan proyectos de utilidad inmediata. Esa es la preocupación expresada en la 53 Conferencia de Rectores Europeos, celebrada el mes pasado en Trondheim (Noruega), de la que informa Le Monde (20-VI-2000).

En Trondheim, Heidi Diggelmann, presidenta de la Fundación Nacional para la Ciencia (Suiza), presentó datos elocuentes. En la Unión Europea (UE), la financiación de la investigación fundamental está congelada desde 1990: supone, por término medio, el 17% del gasto público en investigación y desarrollo (I+D). En otros lugares, la situación no es mejor: en Estados Unidos, la proporción ha bajado del 12% en 1987 al 9% en 1998; en Japón, oscila en torno al 10% desde 1990. En todas partes, cuando sube el presupuesto de I+D, el aumento solo beneficia a la investigación aplicada.

Diggelmann subrayó que el olvido de la investigación básica no se debe solo a que las universidades recurren más a los contratos de investigación con la industria.El gasto público tiene hoy la misma preferencia que el sector privado por la ciencia útil. Aparte de la orientación de las políticas nacionales de I+D, la causa principal, señaló Diggelmann, es la UE. Los cinco programas marco para el fomento de la I+D adoptados por la Comisión Europea en los años 80 se limitan al desarrollo de innovaciones «elegidas en función de la existencia inmediata de un mercado», como lamentaban hace poco los rectores franceses.

Esa dependencia de fuentes de financiación -públicas o privadas- que exigen resultados tangibles es peligrosa, advierte François Peccoud, presidente de la Universidad Tecnológica de Compiègne (Francia). Con la investigación aplicada -o a corto plazo, como prefiere decir Peccoud- se pretende «poner a punto herramientas o procedimientos que permitan obtener o evitar un resultado definido de antemano». En la investigación a largo plazo «se acepta el riesgo de no saber de antemano qué se va a descubrir». Por tanto, en la medida en que se descuida la investigación básica, queda amenazada la capacidad futura de innovar en tecnología.

Los rectores europeos se sienten enfrentados a un dilema: que sus universidades sean pobres pero libres, o sean ricas contratistas de la industria y el Estado, condicionadas por los objetivos de los que ponen el dinero. La salida puede ser organizar la investigación de manera que los fondos no puedan ir solo a proyectos limitados de utilidad concreta. La Universidad de Trondheim ha sido estructurada al margen de la tradicional división en facultades, y allí la investigación se realiza en una secuencia que siempre parte de varias disciplinas fundamentales para buscar nuevos conocimientos en los campos de que se trate y finalmente se dirige a la aplicación de los hallazgos.

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