Exigir conocimientos, en beneficio del alumno

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La catedrática sueca Inger Enkvist, autora de La educación en peligro (ver servicio 14/01), explica en una entrevista de Carmen Leal (Magisterio Español, 13 febrero 2002) por qué la escuela tiene que transmitir contenidos, sin quedarse en las aptitudes.

Enkvist señala la influencia de una corriente pedagógica contemporánea que subraya las actitudes de aprendizaje en menoscabo de los conocimientos. Tampoco está de acuerdo con el modelo de escuela comprensiva. «En mi país, en un primer momento la comprensividad se entendía como dar el título a casi todos los alumnos, sin exigir que tuvieran cierto nivel de conocimientos. Esto, claro, hace imposible dar una enseñanza de calidad, porque es imposible exigir conocimientos a algunos sin poder ofrecerles una recompensa más grande».

Ahora vige otra versión de la comprensividad. «El lema una escuela para todos se interpreta como la integración en la escuela de alumnos con graves problemas de concentración y de conducta (…). Está prohibido impedir el acceso de nadie al aula, aunque solo venga para fastidiar al grupo y al profesor. Eso quiere decir que la atención del profesor puede estar ocupada con alumnos con problemas tan graves que un alumno perezoso o ignorante parece casi modélico».

Pero estas críticas no significan que Enkvist abogue por abandonar la idea de una escuela para todos. «Mi propuesta es interpretar para todos en el sentido de ofrecer alternativas interesantes para todo tipo de alumnos, y también ofrecer la posibilidad de cambiar de orientación, para los que cambien de opinión. Ahora, bajo el lema de educación para todos nos estamos acercando a una educación para nadie».

Tampoco quiere decir Enkvist que transmitir contenidos se reduzca a hacer aprender datos de memoria: al contrario, eso supone enseñar a pensar. «Por eso el propio profesor tiene que saber pensar. No es suficiente que el profesor tenga una licenciatura, por ejemplo, sino que efectivamente tiene que saber qué es pensar y cómo enseñarlo». Así pues, no hay dilema entre exigencia y permisividad. «La manera óptima [de aprender] es estudiar con un buen profesor, en un grupo de alumnos que también quieren estudiar, y estudiar la materia en un nivel que sea interesante para el alumno, con exigencias pero también con recompensas. Exigente no equivale a aburrido ni a imposible, y las exigencias deben escalonarse según la capacidad del alumno. Es cruel exigir lo mismo a todos».

Por eso, «los contenidos son muy importantes, y sobre todo en una situación de dudas sobre cómo debe funcionar la enseñanza. Suena muy pedestre tener que enumerar las partes de una materia que el alumno tiene que estudiar, pero con la nueva tendencia de minusvalorar los contenidos no veo otra posibilidad. También es importante hablar de contenidos para poder poner pruebas y otorgar diplomas válidos para todo un país. Hablar de contenidos puede verse también como una protección para el alumno. Si hay unos contenidos fijados a nivel nacional, un alumno puede probar que tiene esos conocimientos y merece una nota alta. Si no hay contenidos fijos, el alumno está en las manos del profesor de turno, que podrá fijar las metas según sus propios criterios».

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