El programa laborista británico sobre educación busca nuevos votos

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Londres. Que el partido laborista británico haya replanteado su política sobre educación con vistas a las próximas elecciones revela que desea ganar nuevos votantes entre los padres de familia, pero al mismo tiempo puede significar que hay un cambio en las expectativas de sus votantes tradicionales. El documento en que define su nueva política educativa lleva por título «Diversidad y excelencia: una nueva vida para las escuelas».

La estrategia laborista se basa en cuatro principios. Primero, las escuelas (profesores y directores) son los principales responsables de su propio trabajo, que incluye la formación de los alumnos en carácter, valores morales y deseo de aprender. En esta tarea reciben el apoyo de las autoridades educativas locales, los padres y la comunidad. Segundo, las escuelas son responsables ante los padres y la comunidad local, y no sólo ante las autoridades locales y el gobierno. Tercero, los alumnos tienen derecho a una financiación equitativa de la educación. Por último, los criterios de admisión de los alumnos deben ser justos y han de favorecer la libertad de elección de los padres. En concreto, los laboristas rechazan volver a una selección académica de los alumnos -mediante el examen llamado 11-plus- para acceder a la enseñanza secundaria.

Para cumplir estos principios, el partido juzga necesario cambiar la estructura de gobierno de los colegios. También quiere establecer relaciones más equilibradas y fluidas entre las partes implicadas: las escuelas, las autoridades locales y centrales, y los padres. Pero para eso habrán de combatir cierta actitud pasiva por parte de los padres que en general ven que tienen pocos medios para influir sobre las escuelas.

Acerca de la elección de colegio el programa laborista dice: «Es inevitable que todos los padres deseen que sus hijos vayan a la escuela más apropiada a sus necesidades. Esto es correcto y comprensible. En primer lugar, es misión del gobierno animar a todos los padres a interesarse activamente por la escuela de sus hijos y, en segundo lugar, a asegurar que el mayor número de padres logren su primera opción». Sin embargo, el documento no contempla que los padres puedan crear escuelas; su libertad de elección se restringe a los colegios de la zona donde viven que de alguna manera estén subvencionados por el Estado.

De hecho, la situación económica fomenta que los padres lleven a sus hijos a colegios subvencionados. La mentalidad más extendida entre los británicos concede al Estado el papel de primer educador (a lo largo del documento el término «educación» se presenta como sinónimo de «escolarización»), pero los padres siempre tienen derecho a acudir a una escuela subvencionada. De ahí también se sigue que los grupos de padres que fundan colegios privados, independientes del Estado, suelen encontrar, además de las trabas económicas, los obstáculos de la idiosincrasia mayoritaria. Y, como no constituyen una parte significativa del electorado laborista, es comprensible que sus aspiraciones no se contemplen en el nuevo programa sobre educación.

Ben Kobus

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