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El gobierno británico quiere potenciar la formación profesional

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El gobierno británico se ha propuesto reforzar la formación profesional, con un nuevo diseño de la enseñanza secundaria que introduce tres posibles itinerarios a partir de los 14 años. La idea es dar a la educación técnica mejor calidad y mayor prestigio, marcando a la vez su distinción con la académica. Se trata de remediar una de las «debilidades históricas de nuestro sistema educativo», en palabras de la nueva ministra del ramo, Ruth Kelly. El proyecto afecta a Inglaterra, que tiene el 80% de la población escolar del país; las demás partes del Reino Unido siguen sus sistemas propios.

«En comparación con otros países -dice el Libro Blanco hecho público por Kelly la semana pasada-, el sistema inglés funciona bien para los jóvenes que cursan estudios de orientación intelectual. Funciona mucho menos bien para los que prefieren una enseñanza más práctica». Muchos de estos abandonan la educación al término de la enseñanza obligatoria (16 años). Esta es una de las razones por las que en Inglaterra la tasa de escolarización a los 17 años (74%) es sensiblemente inferior a la media de la OCDE (84%).

El problema comienza antes, a juzgar por los resultados poco satisfactorios del examen para el Certificado General de Educación Secundaria (GCSE), que se hace a los 16 años. Para obtener el título hay que examinarse al menos de cinco materias y aprobarlas, cosa que solo logra la mitad de los alumnos. Pero entre las cinco no tienen por qué estar las matemáticas ni la lengua, y de hecho el 60% de los que consiguen el título pasan sin superar las pruebas de esas dos asignaturas. Así, como tienen comprobado los empresarios, que un candidato a un puesto de trabajo tenga el GCSE no significa necesariamente que sepa leer y escribir bien o hacer cuentas.

Mayor crédito tiene el examen al que suelen presentarse, a los 18 años, quienes aspiran a la enseñanza superior, aunque también este se ha devaluado. Cuando las universidades revisan las solicitudes de ingreso, miran no solo qué notas ha sacado cada candidato en este examen (los llamados «A-levels»), sino también en qué colegio estudió.

Para buscar soluciones, el gobierno encargó un informe a una comisión presidida por sir Mike Tomlinson, antiguo jefe de la inspección educativa. La recomendación principal de los expertos fue establecer la «igualdad de valoración» entre la enseñanza profesional y la académica. Para ello, propuso sustituir el GCSE y el título posterior por un único diploma para todos los alumnos. El Libro Blanco rechaza esa idea.

El plan del gobierno no es, contra lo que sugiere el informe Tomlinson, crear un título «comprehensivo», sino diversificar la enseñanza. A los 14 años, los alumnos tendrán que escoger entre tres itinerarios: uno académico, otro profesional y un tercero mixto. Se mantendrán tanto el examen para el GCSE como los «A-levels», y además se harán más rigurosos. Habrá un nuevo diploma general para los que obtengan el GCSE con aprobados en matemáticas y en inglés.

Los estudiantes que se orienten hacia la formación profesional tendrán desde los 14 años un itinerario distinto. No recibirán solo clases en las aulas, sino que además harán prácticas en empresas. De esta manera, podrán obtener diplomas especializados en 14 áreas, que se fijarán contando con la opinión de los empresarios. Actualmente existen unos 3.500 títulos, una «sopa de letras» que dificulta saber con claridad qué capacidades certifican. Como ningún centro educativo podrá ofrecer enseñanza en todas las áreas profesionales, las escuelas tendrán que especializarse, y las autoridades educativas se ocuparán de que en cada lugar estén disponibles todas las posibilidades.

El plan previsto en el Libro Blanco es para los próximos diez años. La meta es que al término del plazo el 90% de los jóvenes de 17-19 años sigan en la escuela o cursen formación profesional.

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