El dinero no compra la calidad de enseñanza

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Desde los años ochenta ha habido un fuerte aumento del dinero que Estados Unidos dedica a la enseñanza primaria y secundaria. El gasto medio por alumnos subió de 6.219 dólares en 1984 a 9.266 en 2004 (cantidades expresadas en dólares de 2006), lo que supone un aumento de casi el 50% en términos reales. En total, la educación obligatoria cuesta a las arcas públicas 111.000 dólares de media por estudiante. Pero las notas, la tasa de fracaso escolar y otros indicadores de calidad no han mejorado en la misma proporción, ni mucho menos, según muestra un estudio de la Heritage Foundation (1).

El crecimiento del gasto se ha producido en los tres niveles administrativos, si bien casi toda la carga recae en los estados (46,9%) y en los municipios (44%). En 2007, el gobierno central dedicó 71.700 millones de dólares a la enseñanza, dando preferencia a las iniciativas de educación especial o a colectivos desfavorecidos, a los que destinó 26.000 millones de dólares.

Lo que llama la atención en el estudio de la Heritage Foundation es que mientras el gasto público en educación se ha disparado, los resultados académicos se encuentran estancados. Por ejemplo, desde los años setenta en las pruebas anuales de lectura de la National Assessment of Educational Progress no se percibe ningún avance significativo; incluso para los realizados a los alumnos de 17 años se aprecia un ligero descenso en la puntuación a partir del curso 2000-01.

También se ha mantenido estable, con ligeras oscilaciones, el porcentaje de alumnos que consiguen graduarse en las escuelas públicas. Según los datos ofrecidos por el National Center for Education Statistics (NCES), en el curso 1990-91 el índice medio fue del 73,7%, en 2004-05 subió al 74,7%, y en 2005-06 bajó al 73,4%.

El estudio de la Fundación Heritage señala que tampoco se ha logrado la igualdad educativa, pese al esfuerzo económico para aumentar el rendimiento académico de las minorías. Ni los estudiantes negros ni los hispanos han conseguido salvar la distancia que les separa de los blancos. Los índices de graduación para hispanos y negros se situaron, por ejemplo, en un 61,4% y un 59,1% respectivamente en el año 2005-06, frente al 80,6% de los estudiantes blancos.

Aunque bastantes estudios habían señalado ya que no hay relación directa entre el gasto público y la calidad de la educación, se ha generalizado una opinión popular que tiende a emparentarlos. La encuesta anual de Gallup que estudia la actitud de la sociedad hacia la escuela refleja desde hace años que los norteamericanos creen que el principal problema de la educación pública es la falta de fondos, y desconocen el aumento del gasto verificado en las últimas décadas.

Los autores del informe, después de repasar las estadísticas y otros estudios similares, concluyen que existe un acuerdo unánime entre los especialistas: con independencia del gasto público y su relación con la calidad de la enseñanza, es importante establecer mecanismos que se centren en una asignación y empleo eficaces de los recursos. De hecho, según el NCES, sólo el 52% del dinero destinado a la educación se emplea en partidas directamente relacionadas con el aprendizaje (salarios de profesores, material escolar…).

Para mejorar la enseñanza, entonces, hay medidas más eficaces que aumentar la financiación. El estudio propone en especial simplificar la burocracia y controlar mejor el empleo de los recursos. Pues más dinero no dará mejor educación si a la vez no se facilita el perfeccionamiento de los profesores o no se refuerza la autoridad de los directores, entre otras cosas.

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NOTAS

(1) Dan Lips, Shanea J. Watkins y John Fleming, Does Spending More on Education Improve Academic Achievement?,
“Backgrounder” n. 2179, 8-09-2008.

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