Francisco Brines: la poesía como forma de conocimiento

publicado
DURACIÓN LECTURA: 6min.
Francisco Brines pronuncia su discurso de ingreso en la Real Academia Española. © RAE

 

El Premio Cervantes, el más importante de las letras españolas, ha reconocido en su 46º edición la trayectoria de Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932). Por tercer año consecutivo, el Cervantes destaca a un poeta: en 2018, ganó la uruguaya Ida Vitale, y en 2019, Joan Margarit. Este año ha ganado el Nobel la poeta Louise Glück. Llama la atención que cantantes, influencers y youtubers alcancen un inusitado volumen de ventas, y que los poetas con mayor dominio técnico y conocimiento literario, reconocidos y premiados, apenas lleguen a tiradas de 500 ejemplares.

Francisco Brines nació en una familia de hacendados valencianos. Su padre, “un hombre de acción, exportador de naranjas, comerciante”, apoyó la opción de su hijo por la poesía: “Ese fue el gran aprendizaje que tuve en mi familia: que respetara un mundo que desconocía”, explicaba el poeta. Estudió Derecho en las universidades de Deusto, Valencia y Salamanca, y Filosofía y Letras en Madrid. Fue profesor en las Universidades de Cambridge y de Oxford y, desde 2001, es miembro de la Real Academia Española (RAE). Tomó posesión en 2006 con el discurso “Unidad y cercanía en la poesía de Luis Cernuda”, accesible en la web de la RAE. Su lectura es aconsejable para entender su trayectoria poética.

De la Generación de los 50

En 1959 ganó el Premio Adonáis con su primer libro, Las brasas, publicado en 1960. Se sumaba a otros destacables primeros libros que empezaron a renovar la poesía española de posguerra: A modo de esperanza, de José Ángel Valente y Don de la ebriedad, de Claudio Rodríguez. Después, Francisco Brines continuó obteniendo reconocimientos. En 1967, el Premio de la Crítica; en 1987, el  Nacional de Literatura y el de las Letras Valencianas; en 1998, el Fastenrath de la Real Academia; en 2007, el Internacional de Poesía García Lorca y, en 2010, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Pertenece Brines a la Generación de los 50, aunque a diferencia de la mayoría de sus miembros, no refleja los aspectos sociales. Es la llamada “Generación de los niños de la guerra”, a la que se adscriben los poetas Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente y Claudio Rodríguez, y los novelistas Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite y Luis Martín-Santos.

Se ha destacado que la elección de Brines puede tener un significado añadido, porque es uno de los dos últimos representantes de la Generación de los 50. El Premio Cervantes apareció hace 45 años, a tiempo para homenajear a los penúltimos poetas de la Generación del 27: Jorge Guillén, Dámaso Alonso y Rafael Alberti. Otros premiados fueron Octavio Paz, Nicanor Parra y Jorge Luis Borges, de modo que el Cervantes es una buena muestra de la poesía escrita en español durante el siglo XX.

Más intimista que social

El jurado ha otorgado el premio a Brines por “su obra poética, que va de lo carnal y lo puramente humano a lo metafísico, lo espiritual, hacia una aspiración de belleza e inmortalidad. Es el poeta intimista de la generación del 50 que más ha ahondado en la experiencia del ser humano individual frente a la memoria, el paso del tiempo y la exaltación vital”.

Se trata de un buen resumen de las características de una poesía que se desarrolla principalmente en torno al paso del tiempo. El propio autor lo reconoce: “Mis libros siempre son el mismo libro escrito en distintas épocas”. Y junto a la nostalgia y el dolor por lo que se pierde, que “arde sin llamas en proceso de extinción”, la belleza que el poeta trata de ver “con intensidad expresiva”.

Brines escribe una poesía intimista, biográfica, meditativa y cercana

El dolor por el paso del tiempo y la exaltación sensorial aparecen desde su primer libro, Las brasas, y se reconocen en Palabras en la oscuridad (1966), Aún no (1971); Insistencias en Luzbel (1977), donde hay poemas de carácter metafísico. Y en El otoño de las rosas (1986), su libro central, el más valorado por la crítica, el que mejor representa a su autor, ya en una madurez que también se refleja en La última costa (1991).  En 1997, publicó su obra completa, Ensayo de una despedida.

Asociado a esos temas aparece recurrente la pérdida de la infancia, un tiempo mítico, ligado a Elca, la casa de la niñez en Oliva, “donde reside secreto el Edén” del que el adulto ha sido expulsado como del paraíso: “Y sentir que aún me late en el pecho / el corazón del niño aquel…”.

Que desde su primer libro adoptara esa actitud, refleja una elección literaria que continúa la trayectoria de Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda, y también la tradición grecolatina que funde con su vida. Un ejemplo es su interpretación del carpe diem: “No fui nada, y ahora nada soy. / Pero tú, que aún existes, bebe, goza / de la vida… y luego ven”.

Epicureísmo e intensidad sensual

Por esa razón, a juicio de algunos críticos, sus poemas se vinculan a una visión del mundo ligada a conceptos como el inmanentismo, el epicureísmo, “un sereno y nada altisonante nihilismo”, según Ángel Rupérez (1), expresado con un lenguaje sencillo y sin retórica: “Quizás hayas venido / para escuchar de mí esta verdad sencilla, y que aún desconoces: / ningún hombre es feliz…”.

Comenta Alejandro Duque (2) que su negación de la trascendencia arranca de una crisis de fe de la que le habló el propio Brines: “A mis dieciocho años…, sustituí las muy hermosas y para mí ya vacías palabras de la religión por las palabras desconocidas y halladas en la poesía”.

Como Luis Cernuda, Brines escribe una poesía intimista, biográfica, meditativa y cercana, que pretende ir más allá de la composición literaria. Sería en realidad “una forma de conocimiento de la vida”, que abarca todo: momentos de intensidad sensual, la contemplación de la naturaleza, o la confesión de la propia soledad y de tristeza: “En este vaso de ginebra bebo / los tapiados minutos de la noche, / la aridez de la música, y el ácido / deseo de la carne. Sólo existe, / donde el hielo se ausenta, cristalino / licor y miedo de la soledad. / Esta noche no habrá la mercenaria / compañía, ni gestos de aparente / calor en un tibio deseo…”.

Se dice también que, en ocasiones, su poesía es metafísica y que recoge el simbolismo de los místicos. Como ejemplo, se cita el “huerto cerrado” que San Juan de la Cruz relaciona con la unión del alma con Dios. En Brines, sin embargo, es únicamente símbolo del cuerpo. Desposeídos del sentimiento religioso, sus versos van más allá de la interpretación hedonista de los clásicos. La interpretación equívoca del símbolo y su tono, en apariencia coloquial, potencian al extremo su sensualidad.

Estos días se han publicado varias entrevistas a Brines. Una de sus declaraciones define muy bien su poesía: “Sentir mi vida como un puñado de arena en la mano. Ese puñado de arena no es nada maravilloso, pero su contacto me llena de intensidad y de amor a lo que acaricio, que es mi origen, mi lugar en el mundo. El símbolo de mi vida”.

______________________________________________

(1) Francisco Brines, Antología poética, Alianza. Madrid (2018). 319 págs. 11,45 €.  Selección de Ángel Rupérez.

(2) Francisco Brines, Entre dos nadas, Renacimiento. Sevilla (2017). 360 págs. 14,90 €.  Prólogo de Alejandro Duque Amusco.

 

 

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.