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Joan Margarit: una poesía que no desordene el mundo

publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.

El poeta Joan Margarit ha recibido el Premio Cervantes 2019. Su nombre se une, entre otros, a los de Borges, Alberti, Delibes, Cela o Vargas Llosa. El jurado le ha otorgado el galardón por “su obra poética de honda trascendencia y lúcido lenguaje siempre innovador.”

Además de otros reconocimientos importantes, ha obtenido el Premio Nacional de Poesía por Casa de misericordia, y este año el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

El nuevo Premio Cervantes, también ensayista y narrador, nació en un pueblo de Lérida en 1938, Sanahuja. Su familia y él mismo sufrieron las heridas de la Guerra Civil. Es arquitecto y catedrático de cálculo de estructuras de la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona; trabajó durante años en la Sagrada Familia, de Gaudí.

Antes del Cervantes, Margarit ha recibido el reconocimiento de los lectores; sobre todo, por Joana, una elegía a la altura de las mejores, dedicada a su hija enferma que falleció a los 30 años, tras ocho meses de fase terminal. Antes y especialmente desde ese momento, su voz única y distinta había logrado un espacio propio. Y eso que Margarit, de 81 años, ha permanecido ajeno a las corrientes literarias y es raro encontrarle en las antologías de la poesía española del siglo XX.

La de Margarit es una poesía de fácil lectura, “exacta y concisa”, ajena al ornamento. El poeta habla de sí mismo, de lo que le recuerda o le hace sufrir. Un viaje, un recuerdo, una carta de amor, la espera en un semáforo o un paseo provocan su nostalgia. Esa mirada hacia dentro también indaga en lo esencial de la condición humana, reconocible en las situaciones y circunstancias que cada día nos interpelan. El lector de inmediato entra en el poema, para encontrarse con las inquietudes de su propia vida, con su historia, porque es también de lo que habla el autor, para quien “la vida es absurda sin la poesía”.

La de Margarit es una poesía de fácil lectura, “exacta y concisa”, ajena al ornamento

Se trata de una poesía íntima, de una intensidad que procede de la minuciosa y sobria descripción del momento. Y de una emoción gobernada por la reflexión, con una serena falta de esperanza, hondamente moral a la vez: “No me interesa el poema que no contribuya a hacerme mejor persona, a procurarme un mayor equilibrio interior, a consolarme, a dejarme un poco más cerca de la felicidad, sea lo que sea lo que signifique ser feliz”. Y en otra ocasión afirmaba: “Un mal poema no es neutral, sino que contribuye a ensuciar, a desordenar el mundo, igual que un buen poema contribuye de algún modo al orden y la higiene del mundo”.

Merece la pena acercarse a la obra de Joan Margarit, que la editorial Austral ha reunido en un volumen Todos los poemas (1975-2015).

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