Con intención educativa, a su manera, o por interés comercial, hoy se publican más libros para niños o jóvenes con morbo o contenidos escabrosos. Pero juzgar el valor moral o formativo de una obra en cada caso requiere no solo examinar qué dice, sino también quién y cómo lo dice, y con qué fin, y tener en cuenta que el efecto no es el mismo en todos los lectores. Un artículo de Megan Cox Gurdon en The Wall Street Journal
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