Las metamorfosis de la novela policiaca

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Novela negra, polar, black… son los nombres que hoy adquiere la novela policiaca tradicional. Con todas sus metamorfosis y variantes, el género vive un momento de esplendor que se traduce en infinidad de autores, títulos, colecciones y festivales de renombre internacional. Su prestigio hoy día va más allá del encasillamiento como literatura popular y de entretenimiento. En muchas ocasiones, la novela policiaca es el género que mejor está retratando la sociedad actual.

En las últimas décadas, la novela policiaca se ha reinventado a sí misma y ha dado una vuelta de tuerca a sus temas, ingredientes y personajes. Tras el dominio de los autores británicos, especialmente en sus orígenes, apareció en Estados Unidos, en los tiempos de la depresión económica, la novela negra con las aportaciones de dos brillantes autores que renovaron el género, Dashiell Hammett y Raymond Chandler.

Más tarde, a partir de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, algunos autores dieron al género un tono de denuncia, mostrando el fracaso y el pesimismo de una sociedad que había escondido sus numerosas grietas sociales y económicas, y que estas novelas sacaban a la luz sin complejos.

El terremoto nórdico

A partir de la década de los ochenta y noventa del siglo XX, la atención se trasladó a la literatura nórdica, que intensificó al máximo algunos de estos rasgos al adoptar un marcado y sofisticado componente de crítica social. Aparecieron autores importantes, como Henning Mankell y Stieg Larsson, que revolucionaron los ingredientes y catapultaron la literatura policiaca al éxito internacional. Estas novelas incorporaban temáticas y personajes directamente relacionados con los problemas que estaban padeciendo muchos países del norte de Europa, donde comenzaron a aparecer las primeras fallas en el Estado del bienestar. La novela nórdica suele añadir, además, altas dosis de sexo y de violencia.

Desde entonces, la influencia nórdica ha sido determinante. Hoy día se mantiene su prestigio y se imitan sus ambientaciones y protagonistas. Sin embargo, se aprecia en los últimos años un giro hacia otro tipo de novelas más psicológicas que están escribiendo autores franceses, italianos, ingleses, españoles y griegos, mientras la literatura norteamericana sigue su propio camino. Esta tendencia es compatible con la aparición internacional de thrillers con un número increíble de muertes y sucesos espeluznantes.

La novela policiaca es un género dúctil, que se ha adaptado mucho mejor que otros a los nuevos tiempos

Buscar la calidad

En la literatura contemporánea, las mejores novelas policiacas son las que superan los límites de la intriga detectivesca y aciertan, además, a describir las luces y sombras –sobre todo, las sombras– de la sociedad actual, que para unos autores es lo primordial y para otros, el mero escenario. La crítica literaria suele destacar que lo más sobresaliente del género es su capacidad para mostrar lacras sociales, problemas políticos, situaciones de injusticia, además de denunciar con mucha verosimilitud (gracias a una exhaustiva documentación) complejos problemas actuales como la inmigración ilegal, las drogas, la prostitución, la corrupción y la degradación moral, social y política de parte de la sociedad occidental, aunque en muchos casos falte profundidad en unos ingredientes que forman parte forzada del decorado narrativo. En este sentido, hay escritores que se han dedicado de manera insistente a mostrar exclusivamente los aspectos más sórdidos, oscuros y morbosos, quizás los más fáciles de describir.

Desde el punto de vista técnico, al estar dirigidas a un público que suele buscar sobre todo distracción y entretenimiento, las novelas policiacas emplean técnicas directas y simples que explotan sentimientos muy epidérmicos.

Adaptación al contexto

Hoy día la novela policiaca es un género dúctil, moldeable, que se ha adaptado mucho mejor que otros a los nuevos tiempos culturales y sociológicos. Por eso, entre sus ingredientes se subraya el lado humano de los protagonistas, la mayoría detectives; si antes ocupaban un lugar secundario, pues lo importante era la resolución del enigma, ahora se han convertido en un elemento básico. Y aunque la intriga sigue siendo un componente fundamental, ha habido un giro en las tramas para remarcar, partiendo del tratamiento de los protagonistas, su carácter costumbrista y social.

La ambientación en diferentes zonas geográficas y unos detectives muy bien perfilados son dos rasgos que gustan al público

Este costumbrismo afecta, por un lado, al interés por la vida privada de los protagonistas, su mundo familiar y afectivo (a menudo, conflictivo y problemático); y, por otro, a la sociedad en la que viven, que aparece descrita con mucha verosimilitud, aunque con tendencia a los mundos más sombríos y sórdidos, algo habitual en las novelas policiacas de siempre.

Variedad y sobreabundancia

Como decíamos, la novela policiaca vive en el mundo editorial un momento de esplendor, aunque los especialistas rebajan el entusiasmo y reducen las novelas de calidad a las de unos pocos autores. Los expertos advierten que la sobreabundancia de títulos se traduce, por desgracia, en la proliferación de novelas mediocres. Eso sí, las novedades son constantes, lo mismo que los premios, festivales y eventos protagonizados por las editoriales y los autores más conocidos de este género, lo que da idea de su popularidad.

En España, por ejemplo, lo mismo que en otros países occidentales, abundan las colecciones específicas dedicadas a la novela policiaca (Salamandra, Siruela, RBA, Alfaguara, etc.), que comparten espacio con colecciones dedicadas exclusivamente a la recuperación de los clásicos del género.

Los más leídos en España y en Europa

En España hay autores que llevan practicando el género desde hace décadas, como Juan Madrid, Andreu Martín, Alicia Giménez Bartlett…, junto con otros que han destacado en los últimos años, como Domingo Villar, Arturo Pérez-Reverte, Lorenzo Silva, Dolores Redondo, Juan Gómez Jurado, Reyes Calderón, Carlos Zanón, Carmen Mola, María Oruña, Alexis Rabelo, Víctor del Árbol, Jerónimo Andreu, Eduard Palomares, Rosa Ribas y una larga lista.

En la popularidad del género juega mucho a su favor la flexibilidad y rapidez del mundo editorial, más atento que nunca a los éxitos en cualquier país, lo que ha favorecido un cosmopolitismo imparable e inabarcable. Ahora mismo, en el siempre activo mercado editorial español coinciden autores irlandeses, italianos, nórdicos, alemanes, franceses, ingleses, etc. Algunos de ellos, muy leídos en el mercado occidental, son: John Connolly, Benjamin Black, Joël Dicker, Petros Márkaris, Andrea Camilleri, Antonio Manzoni, Camilla Lackberg, Assa Larsson, Mari Jungstedt, Jo Nesbo, Philip Kerr, Fred Vargas, Pierre Lemaitre, Sophie Hénaff, etc. A estos hay que añadir fenómenos que proceden de China, Japón, Cuba, Argentina…

Originalidad y localismo

Muchos de estos autores han conseguido conectar con un público amplio, que disfruta con aventuras ambientadas en diferentes zonas geográficas –la globalización del género es una realidad– y con detectives muy bien perfilados psicológicamente. Es el caso del popular inspector Montalbano, que trabaja en una comisaría de la ficticia ciudad siciliana de Vigata. Montalbano es una feliz creación de Andrea Camilleri, quien ha escrito veintinueve novelas con este protagonista (quedan algunos libros inéditos por publicarse); incrustado en el costumbrismo siciliano, el comisario debe enfrentarse a todo tipo de problemas y asesinatos, algunos de ellos llevados a cabo por la mafia siciliana.

Pero no todos sigue este camino, quizás excesivamente trillado. Por ejemplo, las novelas de la francesa Fred Vargas (seudónimo de Fréderique Audoin-Ruozeau) transitan por otros derroteros narrativos. Por lo general, son siempre cultas y suelen incluir una trama histórica en su argumento que tiene relación con el misterio y los asesinatos que tienen lugar en el presente, lo que las hace muy originales. Muchas de sus obras tienen como protagonista al comisario Adamsberg, atrayente por su variada y compleja manera de abordar las investigaciones y por su talante humano, pues siempre intenta comprender a las personas.

El tirón de la novela norteamericana

Al apoteósico auge de la literatura policiaca europea y de otras geografías literarias hay que sumar además el torrente de autores norteamericanos, que siguen demostrando que el género sigue estando muy vivo, con autores clásicos que mantienen su prestigio y con nuevas voces que también están cosechando éxitos internacionales: James Handley Chase, Don Wislow, James Ellroy, John D. MacDonald, Patricia Cornwell, Dennis Lehane, Walter Mosley, Michael Connelly, Daniel Silva, David Baldacci, Sue Graffon, Donna Leon, Nick Pizzolatto, etc.

Las novelas de estos autores transitan más por el territorio de la novela negra tradicional, adaptada al contexto actual. Los grandes temas que se abordan siguen siendo la corrupción, los robos y asesinatos, el desquiciado mundo de los delincuentes y la pervivencia de organizaciones mafiosas que se han infiltrado en todos los órganos de poder. Recientemente, se ha incorporado el terrorismo islámico, las posibilidades delictivas de las nuevas tecnologías y las oscuras actuaciones de diferentes agencias de seguridad.

Todo ello, como en muchas novelas europeas, desarrollado, salvo excepciones, en paisajes netamente urbanos y sórdidos, donde imperan la violencia, el crimen y los comportamientos amorales. El estilo es el propio del género negro: duro, realista, directo, pegado al lenguaje lumpen de la calle, con diálogos rápidos y expresiones muy gráficas y eficaces. En estas narraciones dominadas por la acción y el ritmo vertiginoso, no hay tiempo para las descripciones pormenorizadas ni para las radiografías psicológicas. Los personajes se definen por sus acciones y su lenguaje. Y todo vale –violencia, abusos de poder, etc.–, con tal de poder recuperar el orden social resquebrajado por la arbitrariedad y la maldad.

Técnicas prestigiosas

No solamente es incuestionable el prestigio de la novela policiaca contemporánea como género literario autónomo, sino que sus técnicas e ingredientes salpican a otros géneros y autores de prestigio, que recurren a ellos para enriquecer sus tramas, como sucede con la novela histórica, que ha incorporado más intriga y tensión. Y al revés: la novela policiaca, manteniendo sus características fundamentales, adopta también técnicas y temas que pertenecen a otros géneros más literarios, ganando así calidad y lectores más exigentes.

Como el género se ha puesto tan de moda, es cierto que puede existir en la actualidad un cierto cansancio de tantas novelas policiacas insulsas, sin garra, que se dedican a repetir tópicos estilísticos y sociológicos, y que explotan los recursos literarios más ajustados a la literatura de entretenimiento. Pero también es verdad que nunca como hoy la novela policiaca ofrece tal variedad de argumentos, protagonistas, temas, intenciones, ambientaciones, técnicas, etc. Esperemos que el género no muera de éxito.

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