El Tratado norteamericano de Libre Comercio, visto desde México

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México. Se acaba de celebrar el décimo aniversario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado en 1994. El entonces presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari, pensó que la firma de un acuerdo de libre comercio con los colosos del Norte daría a México la posibilidad de hacer competitivas sus empresas, crear empleo y elevar el nivel de vida de la población.

México se comprometía a disminuir sus aranceles en plazos de 0, 5, 10 y 20 años, con una tarifa máxima promedio del 20%. Estados Unidos eliminó o disminuyó sus aranceles a un sinnúmero de productos, mientras que Canadá también los rebajaba fuertemente en una posición intermedia entre Estados Unidos y México. No se señaló nada acerca de las subvenciones agrícolas, que quedaron a la regulación internacional sobre la materia. México se reservó la soberanía sobre petróleo y demás hidrocarburos (que suponen un 34% de la percepción de los ingresos del fisco mexicano).

Se establecieron claras reglas de origen, medidas sanitarias y fitosanitarias, normas ecológicas y laborales (para impedir el dumping social) y ciertas medidas de emergencia (una especie de salvaguardas). Fue un acierto el establecimiento de tribunales arbitrales para la solución de controversias, pero sus decisiones no siempre han sido cumplidas por Estados Unidos.

Todas las cifras de la macroeconomía -importaciones y exportaciones, crecimiento del PIB total y per cápita, etc.- fueron positivas hasta finales de 2000. Las exportaciones mexicanas se dispararon, como consecuencia de la fuerte devaluación (más del 100%) del peso mexicano y de la entrada en vigor del TLCAN. México, cuyas principales ventas a Estados Unidos habían sido las de petróleo, diversificó enormemente sus exportaciones (automóviles y autopartes, productos electrónicos, productos agrícolas, artesanías, etc.). Se llegó a cerca de 140.000 millones de dólares de exportaciones (aunque la balanza económica era negativa). El petróleo ya sólo representaba un 10% del total de exportaciones. El comercio con Estados Unidos y Canadá se ha triplicado como efecto del Tratado. Y este incremento en las exportaciones ha supuesto la creación de empleos, mejores remuneraciones y la extensión de un tejido industrial que nunca había tenido el país.

Estas cifras se han visto disminuidas en los dos últimos años por la desaceleración económica que vive el país, influida de manera importante por la recesión que sufrió Estados Unidos, por la sobrevaluación del peso y, en parte, porque la sobrevaluación, al incrementar los costos operativos en México, ha llevado a que muchas maquiladoras y ensambladoras emigren a otros países, en especial a China. Esto ha llevado a la pérdida de decenas de miles de empleos en la industria maquiladora y en el sector exportador. Actualmente México exporta por valor de unos 123.000 millones de dólares anuales.

Desde 2001, los salarios están en baja, las prestaciones colaterales al salario desaparecen, hay una soterrada carestía y, como puntilla final, el crecimiento casi nulo de la economía y los severos recortes de personal del que han hecho gala las empresas no auguran un buen porvenir a los trabajadores. Prueba de ello es el aumento de la tasa de desempleo a cerca de un 4% en noviembre de 2003.

¿Por qué se han perdido cerca de 400.000 empleos por la disminución de las exportaciones con el presidente Fox? Una cifra muy esclarecedora es que el 80% de las exportaciones se lleva a cabo por alrededor de 1.000 empresas. Ello nos habla de una concentración de la riqueza y del empleo en sectores muy determinados. Muchas de las empresas exportadoras han sido trasnacionales, que se han aprovechado de la mano de obra barata y de los beneficios arancelarios del TLCAN, para exportar a los Estados Unidos.

En otras ocasiones, son empresas maquiladoras de empresas exportadoras -como Samsung, Philips o Volkswagen- que se establecen en México y que utilizan proveedores extranjeros en su mayoría. En cuanto les resulta más barato ensamblar en otro lugar, abandonan México, con la consiguiente pérdida de empleos y de divisas para el país. En los últimos años, más de 20.000 empresas maquiladoras han emigrado a otros países, especialmente del Oriente.

Entre los desaciertos del TLCAN está el no haber incluido la libre circulación de personas dentro de lo negociado. Salinas de Gortari señaló que, en su momento, se lo propuso a Bush padre, quien le contestó que incluir eso dificultaría enormemente las negociaciones.

La situación cambió hace algunas semanas, cuando el presidente Bush propuso establecer un programa de empleo temporal como el que ya existió en su país entre los años 40 y 60. Pero ahora no se aplicaría exclusivamente a los trabajadores del campo, sino a todos aquellos que tuvieran una oferta de empleo para la que no haya estadounidenses disponibles. Podrían acogerse a este programa tanto los trabajadores indocumentados que actualmente se encuentran en los Estados Unidos como aquellos residentes en México que tuvieran ofertas de trabajo al otro lado de la frontera. Además, se aumentaría el número de green cards que otorgan a los extranjeros residencia permanente y posibilidad de optar por la ciudadanía.

En México se ha dicho que esta propuesta no es suficiente. Pero quienes dicen esto no conocen la realidad de la política norteamericana. Incluso la propuesta de Bush tendrá dificultades en el Congreso para ser aprobada.

Xavier Ginebra Serrabou

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