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El disco personalizado

publicado
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Nuevos canales de distribución de productos culturales
«El soporte musical se ha desmaterializado», afirma Emmanuel de Buretel, presidente de Virgin Francia (Le Monde, 20-I-98). ¿En qué consiste el nuevo comercio virtual del disco? Con la difusión de los ordenadores y la creación de Internet, se está intentando abrir un nuevo modo de comercializar el producto musical.

La nueva «tienda» de música se conoce como DMS (Downloadable Music Site). El acceso en Internet a un número de títulos de catálogo lo más extenso posible permite al usuario hacer la selección, uno a uno, de aquellos que quiere adquirir.

El archivo de sonido almacenado utiliza técnicas de compresión y formatos cada vez más rápidos para la transferencia y de mayor calidad. De esta forma, pueden ser almacenados en el disco duro. El software de utilización se carga automáticamente para poder escuchar la música en el ordenador.

Si el usuario dispone de un equipo grabador de CD -y los precios están bajando a gran velocidad-, se está en condiciones de realizar una copia en este formato: lo que uno quiere oír y en el orden deseado. La velocidad de este proceso depende, como es lógico, de la tecnología disponible; actualmente, se obtienen buenos resultados con una compresión de diez a uno.

La novedad es, al menos, doble: todo lo que está en el almacén puede ser cargado y la calidad es equivalente a la del CD. Es el proceso más parecido al que la mayoría de los aficionados realizan copiando en una casete la música procedente de distintos discos. No importa el estilo, el intérprete, el país o la compañía discográfica.

Recelos de las casas discográficas

Hasta aquí, todo son ventajas: una vez que la música existe, se almacena y se distribuye de un modo «desmaterializado». Pero el 95% de los ingresos de los productores provienen de la venta de soportes físicos. ¿Cómo ganar dinero si el soporte se desmaterializa?

El pasado 22 de enero, el MIDEM (Mercado Internacional del Disco y de las Ediciones Musicales) clausuraba en Cannes su 32 edición. Más de diez mil profesionales de la industria discográfica ven con preocupación el futuro de sus oficios. El avance de las tecnologías informáticas y su eficacia a la hora de distribuir en Internet un soporte musical cada vez más inmaterial es contemplado con recelo por los productores discográficos.

Desde la aparición del disco, la distribución de la música consiste en archivarla en un soporte físico cuya producción -gastos de grabación, fabricación, promoción y distribución- es responsabilidad de la compañía discográfica. La compañía puede ser mayor o menor: el tamaño no deja de ser un concepto relativo, aunque con frecuencia se utiliza el término «independiente» para referirse a las de pequeña estructura. No es fácil determinar en qué consiste esa independencia cuando todas utilizan los mismos medios y la única diferencia estriba, al margen de consideraciones más o menos exquisitas culturalmente, en su posición en el mercado. El objetivo de esta estructura empresarial es prestar un servicio: hacer llegar la música al consumidor. En este proceso las compañías han actuado hasta ahora como propietarias del derecho de copia y como comercializadoras con aquellos que desean utilizarlo.

Beneficios en peligro

Lo que en este momento se cuestiona es el mismo papel de estas compañías. El desarrollo tecnológico está haciendo cada vez más accesible la producción sin intermediarios, y es lógico pensar que la variación de los factores económicos de este servicio, al estar regulado por las reglas del mercado comunes a la de cualquier otro sector, permita, mediante una reducción de los costos, mantener la viabilidad económica disminuyendo el precio. Se supone que si un número mayor de usuarios accedieran con más facilidad a un producto, éste debería ser cada vez más barato. La principal dificultad para el aficionado reside en que muchas veces no encuentra lo que quiere o no lo encuentra a un precio razonable. El sistema de promoción de las compañías pretende que se compre lo que interesa a sus objetivos comerciales, en detrimento de cualquier otra consideración.

Además, el disco material que producen es, por su propia naturaleza, condicionado: un repertorio predeterminado, cuya consulta y adquisición precisa de un espacio físico. La venta por catálogo en la red resuelve el segundo de los aspectos, pero el precio de la música sigue mediatizado por un número de eslabones cada vez menos justificado: fabricación, almacenaje, distribución. Las nuevas empresas de venta «inmaterial» permiten a cualquier propietario de una grabación su acceso directo al mercado sin necesidad de una compañía discográfica, ofreciendo al consumidor la posibilidad de comprar todo lo que interesa y sólo lo que interesa.

La preocupación del sector está justificada tanto si ha desaparecido el motivo que dio lugar a su aparición como si han perdido la capacidad de realizarlo competitivamente.

José Miguel Nieto

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