El director del festival de San Sebastián, José Luis Rebordinos, aprovechaba una de las primeras entrevistas concedidas en el certamen para confirmar su marcha, que será dentro de dos años. Desde su llegada en 2011, el Festival ha crecido paralelo a la aparición de toda una generación de cineastas que han dado al cine español un giro radical, tanto desde el punto de vista artístico como industrial.
Sin embargo, a los Alberto Rodríguez, Pilar Palomero, Rodrigo Sorogoyen, Paula Ortiz o Pablo Berger, siempre les faltaba la consolidación final en los grandes premios del Palmarés. Por eso, el éxito de Alauda Ruiz de Azúa (Baracaldo, 1978) con Los domingos, y de José Luis Guerín (Barcelona, 1960) con Historias del buen balle era la guinda que faltaba a una de las mejores etapas del Festival.
La directora vasca de Cinco lobitos y Querer presentaba, precisamente en domingo, la película que ha conseguido poner de acuerdo a creyentes y agnósticos con la llave del mejor cine, premiado con la Concha de Oro al mejor film, el Premio Feroz de la crítica y el premio Irizar del cine vasco. Con una caligrafía personal muy precisa en el guion y la interpretación, Los domingos muestra a una cineasta que parece convencida de que lo que mejor puede ofrecer al espectador es la libertad de pensar y juzgar por sí mismo. Por eso los personajes son desarrollados con matices y sensibilidad, con una trama tan sugerente como resbaladiza: la decisión de una adolescente de 17 años de ingresar en un convento de clausura. La comunicación de esta noticia en un fracturado núcleo familiar genera un universo completo de emociones en el que hay espacio para el humor y la reflexión, el amor y la fe, el respeto y la escucha.
Cine social, Antonio Flores y ETA
Después de más de dos décadas, Jose Luis Guerín volvía por la puerta grande a la sección oficial de un festival que había aplaudido sus mejores películas. El estreno de Historias del buen valle en un Kursaal lleno hasta la bandera fue todo un homenaje al cineasta catalán, que pudo comprobar cómo el público conectaba con los relatos cruzados de los habitantes del apartado barrio barcelonés de Vallbona. Medio centenar de personajes que hablan sobre dignidad y comunidad con la misma naturalidad con que citaban a los líderes de la Revolución Francesa o los wéstern de John Ford. Ganadora del Premio Especial del Jurado y el Premio de Cooperación Española, la película es una demostración de la universalidad del cine social y documental.
A sus 74 años, José Ramón Soroiz lograba el premio a la interpretación por un papel protagonista en Maspalomas, la última película de la factoría Moriarty (Loreak, Handía, La trinchera infinita). El eterno secundario del cine y la televisión vasca conmovía con una película fracturada en dos, herida por una banalidad que no deja respirar a los dramas mayores que sugería su interpretación.
El documental de Isaki Lacuesta sobre Antonio Flores (Flores para Antonio) y las dos propuestas de Alberto Rodríguez (la serie Anatomía de un momento y la película ganadora del premio a la mejor fotografía: Los Tigres), concitaron la respuesta favorable de la prensa y el público. Igualmente sucedió con Un fantasma en la batalla, una revisión de los años del plomo etarra que mostró la mejor versión en mucho tiempo de su director, Agustín Díaz Yanes.
Menos consenso generaron los premios al mejor guion y a la mejor dirección para la última película del belga Joachim Lafosse: Six Days in Spring, un drama familiar más desconcertante que convincente. Dos galardones que resultan excesivos para un cineasta que lleva años sin lograr el nivel de sus mejores títulos (Un amor intranquilo, Después de nosotros, Perder la razón).
También decepcionaron las películas que venían con mejor etiqueta y glamour en el reparto. Ni la insuficiente Nuremberg, con Russell Crowe y Rami Malek; ni la fallida Maldita suerte, del director de Cónclave, ni la ligera Couture, con Angelina Jolie y Louise Garrell, estuvieron cerca de las expectativas generadas en las semanas previas del festival.
Otras secciones
En cuanto a las secciones paralelas, sobresalió, como siempre, “Perlas”, que reúne algunas de las películas estrenadas y premiadas en otros festivales. De Cannes, destacaron Un simple accidente, de Jafar Panahi, que consiguió la Palma de Oro con una cinta de agudo humor negro que combina la crítica despiadada al totalitarismo con una mirada indulgente hacia el ser humano, la sobrecogedora La voz de Hind (Premio del Público), una ficción construida a partir de las grabaciones reales de una niña que pide ayuda en Gaza después de un ataque del ejercito israelí, y la española Ciudad sin sueño, que transforma la Cañada Real en un territorio de western.
De Berlín, aunque acogidas en las secciones “Tabakalera” y “Nuevos directores”, llegaron la extraña La tour de glace, de Lucile Hádzihalilovic y el prometedor debut de Alex Russell, Lurker, una interesantísima película que cuenta la relación entre una estrella de la música y un fan que se convierte en su mano derecha.
Por último, del Festival de Venecia pudieron verse –entre otros títulos– La Grazia, la última película de Sorrentino, y para gran parte de la crítica su mejor obra, Jay Kelly, la reflexión de Noah Baumbach sobre el precio de la fama, protagonizada por George Clooney, y el laureado Frankenstein, de Guillermo del Toro, que fue la película sorpresa del Festival. Una buena guinda para una buena edición.