Verdades y mentiras sobre los «porros»

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Dos profesores de la Universidad de Navarra, Jokin de Irala (Epidemiología) y Norberto Aguirre García (Farmacología), comentan en un artículo publicado en Diario de Navarra (15 enero 2004) algunas falsas ideas que circulan en torno al consumo del cannabis.

Los autores comienzan señalando el carácter «romántico» del consumo de cannabis. «El porro ha sido y es -dicen- un símbolo ‘romántico’ de ‘libertad’, de un estilo de vida que no acepta limitaciones ni restricciones, un signo de rebeldía frente a la autoridad o simplemente un signo de pertenencia, de ‘hermandad’ con un grupo juvenil determinado, con movimientos de protesta o de resistencia civil. Además se ha convertido en ciertos sectores de la sociedad, sobre todo entre jóvenes acomodados o no, en un vehículo para ‘ser como los demás’».

Junto a esto, los defensores del consumo del porro aducen que es inocuo; pero numerosos estudios desmienten esa idea. «En la literatura científica existen centenares de trabajos que demuestran el efecto perjudicial del porro para la salud pública. Sabemos hoy que 3-4 porros equivalen a 20 cigarrillos en cuanto a daño pulmonar y que la concentración de sustancias químicas cancerígenas en el humo del cannabis es mayor que en el cigarrillo. El cannabis tiene efectos a largo plazo y duraderos en el sistema nervioso central; los productos químicos del cannabis se acumulan en el cuerpo durante varias semanas y su consumo regular produce déficit de atención incluso al abandonar el hábito».

«En un estudio reciente, publicado en el British Medical Journal, se demostraba, en 50.000 varones seguidos desde 1969, que el consumo de por lo menos 50 porros en su vida multiplicaba por 7 el riesgo de padecer una esquizofrenia. En otro trabajo de la misma revista, al valorar a 1.000 personas de Nueva Zelanda seguidas desde su nacimiento hasta cumplir los 26 años, el haber tenido algún consumo de porro en su juventud multiplicaba por 4 el riesgo de padecer una esquizofrenia. En la revista American Journal of Epidemiology se publicaba un estudio realizado en Holanda con 4.000 personas seguidas durante 3 años y se observó que el consumo de porros multiplicaba por 3 el riesgo de presentar algún síntoma psicótico, por 24 el de presentar síntomas psicóticos severos y por 12 el riesgo de necesitar en algún momento el cuidado por síntomas psicóticos» (cfr. servicio 165/02).

¿Y qué decir de los supuestos efectos terapéuticos del cannabis? «Se han realizado ensayos clínicos en muchos pacientes, sobre todo en enfermos de esclerosis múltiple por sus propiedades analgésicas, relajantes y anticonvulsivantes. Sin embargo, los resultados disponibles hasta ahora en la bibliografía científica resultan poco alentadores. A juzgar por los estudios que se han publicado hasta 2003, no es posible afirmar, todavía, que exista una evidencia científica clara sobre estos efectos terapéuticos. Por otra parte, tampoco se ha demostrado claramente que superen el efecto terapéutico de tratamientos convencionales. Los países que han tomado una decisión al respecto lo hacen, por lo tanto, obedeciendo sobre todo a razones de conveniencia política más que científicas».

Pese a la falta de pruebas, algunos grupos aprovechan los posibles efectos terapéuticos del cannabis para demandar la legalización o despenalización de su consumo. «Esta polémica no tiene mucho sentido, ya que el uso terapéutico de una sustancia no tiene nada que ver con la legalización de su consumo con fines recreativos. Un caso parecido sería el de la morfina o sus derivados opiáceos, que se utilizan en la clínica con usos terapéuticos bien definidos. Sin embargo, su uso con otros fines está perseguido por la ley por razones obvias de salud pública».

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