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La ONU plantea una nueva estrategia contra la droga

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Es posible un mundo sin droga y la estrategia para conseguirlo no es legalizarla. En esto coincidieron los países representados en la sesión especial de la Asamblea general de las Naciones Unidas, que se celebró en Nueva York del 8 al 10 de junio. Más de 150 países firmaron una declaración política sobre la lucha internacional contra la droga y se comprometieron a reducir, en un plazo de diez años, la oferta y la demanda ilícita de drogas. Aunque ningún Estado propuso legalizar el tráfico o el consumo de estupefacientes, sí lo hicieron extraoficialmente algunos grupos, como el Lindesmith Center, dirigido por el financiero George Soros.

En conferencias precedentes se ha insistido más en el combate contra la droga en los países productores; en esta ocasión, la reducción de la demanda por parte de los países consumidores estuvo «al mismo nivel de las otras medidas para el control de estupefacientes», comentó Pino Arlacchi, director ejectivo del Programa de Naciones Unidas para el control internacional de drogas.

Entre los objetivos de la declaración figura el control de las sustancias precursoras y los estimulantes anfetamínicos. Se establece un plazo de cinco años para tomar medidas de cooperación judicial entre países y para unificar legislaciones y un plan contra la producción, tráfico y consumo de drogas de síntesis. Se insiste también en que las naciones productoras deben impulsar la sustitución de cultivos. Se propone un plazo de cinco años para impedir que el secreto bancario sirva para blanquear dinero. Según la ONU, cada año el narcotráfico blanquea 200.000 millones de dólares en todo el mundo.

A la cumbre asistieron quince jefes de Estado americanos, incluidos los de los países andinos, donde se produce el 98% de la cocaína. México y Colombia han sido los principales promotores de esta sesión especial de la ONU. Y los dos sienten la presión fuerte de Estados Unidos: México, porque a través de su frontera pasa el 80% de la droga consumida en Estados Unidos; Colombia, porque produce el 80% de la cocaína que se vende a los norteamericanos.

Según declaró a Le Monde (9-VI-98) el presidente colombiano, Ernesto Samper, en la lucha contra la droga «conviene actuar con la misma energía en todas las etapas del narcotráfico: desde los cultivos ilícitos a la prohibición de los carteles, pasando por la reducción del consumo, el blanqueo de dinero y la venta de precursores químicos». A la pregunta sobre las medidas concretas que saldrían de la reunión neoyorquina, Samper respondió que «Colombia ha hecho propuestas que comportan, por ejemplo, un enfoque social, con la puesta en marcha de cultivos alternativos simultáneos a los planes de erradicación de cultivos ilícitos; o la creación de una red de información mundial para perseguir a los narcotraficantes».

El coste estimado de las actuales políticas de sustitución de cultivos en Colombia es de 500 millones de dólares anuales, un gasto que correrá a partes iguales entre los países productores y varios países occidentales.

En los últimos diez años, Estados Unidos ha invertido 25.000 millones de dólares en programas para reducir el cultivo de droga en los Andes. Pero con relativo éxito (cfr. servicio 57/98). Según el Departamento de Estado, los cultivos de adormidera se han triplicado desde 1985 en todo el mundo y la producción de drogas sintéticas ha aumentado un 35% en dos años.

Las intervenciones de algunos países pequeños en la sesión de Nueva York han hecho quizá más tangible el problema de la corrupción generada por la droga. Los problemas de drogadicción y de criminalidad empeoran, sobre todo entre personas sin empleo, que también son reclutadas por los traficantes para su negocio.

La nota discordante sobre la manera de solucionar los problemas de la droga la han dado algunas organizaciones, no los representantes de los países. Así, el Lindesmith Center, creado en 1994 por el Open Society Institute de George Soros, aprovechó la cercanía de la cumbre para enviar una carta al secretario general de la ONU, Kofi Annan. En ella defiende que «la guerra total contra la droga provoca más daños que el propio consumo de drogas». La carta iba firmada por cuatrocientas personas de 33 países. Entre ellas, Javier Pérez de Cuéllar, Oscar Arias, Dario Fo, Emma Bonino, Alvaro Mutis, Fernando Savater, Günter Grass y Thierry Lévy.

La ONU acostumbra a hablar contra la droga, pero sería lamentable que fuesen palabras vacías. En un artículo publicado en International Herald Tribune (8-VI-98), Jeffrey Robinson recuerda que en 1988 la Asamblea general de las Naciones Unidas adoptó la Convención contra el tráfico ilícito de narcóticos y sustancias psicotrópicas. Pero «diez años después, una cuarta parte de los Estados miembros todavía no la han firmado, y, entre los demás, menos de 30 países se han ocupado de tramitar legislaciones que al menos se aproximen al modelo de la convención».

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