El líder laborista británico, Tony Blair, ha declarado que, aunque personalmente es contrario al aborto, éste debe seguir permitido y quedar al margen del debate político por tratarse de un asunto que corresponde a la conciencia de cada uno. Dominic Lawson, director del Sunday Telegraph (Londres, 3-XI-96), replica:
(…) Blair sostiene que «se trata de resolver un conflicto entre los derechos de la mujer y los del niño no nacido».
(…) Es un caso muy difícil: enfrentar la libertad personal con el valor de la vida misma. Hace menos de quince días, la Cámara de los Comunes examinó un problema idéntico, a propósito de las armas de fuego. Rechazando el argumento del gobierno de que se debería permitir a los miembros de clubes de tiro seguir utilizando armas de calibre pequeño, Blair afirmó: «Si queremos dar un paso fuerte y decidido para proteger a nuestro pueblo, necesitamos una prohibición total». Cambiemos la palabra «pueblo» por «no nacidos», y tendremos exactamente el argumento de los pro-vida, cuyas propuestas legislativas el líder laborista ha rechazado sistemáticamente.
Hay, desde luego, una diferencia entre los dos casos: los parlamentarios opuestos a las armas de fuego reaccionaban a la matanza en la que en un día murieron 16 niños inocentes [en Dunblane]. Los parlamentarios pro-vida intentan impedir la muerte, todos los días del año, de unos 500 inocentes no nacidos. (…)