Éxito y mutis del “preembrión”

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Un artículo aparecido en Cuadernos de Bioética explica la trascendencia histórica del uso del término “preembrión”, que supuso un eufemismo útil al servicio de la investigación con embriones humanos. Los autores son Modesto Ferrer Colomer, del Hospital Mesa del Castillo de Murcia, y Luis Miguel Pastor, del Departamento de Biología Celular e Histología de la Universidad de Murcia. Ofrecemos una versión en español, condensada, del original inglés.

El Tribunal Supremo de EE.UU., en la sentencia Roe vs. Wade de 1973, no quiso pronunciarse sobre el momento en que comienza la vida humana. Con este antecedente y con el nacimiento en 1978 de Louise Brown, la primera niña probeta, el más antiguo de los comités de bioética –el británico Ethics Advisory Board (EAB)– tuvo que considerar los aspectos éticos de la fecundación in vitro (FIV) y la posibilidad de investigar con embriones para mejorar estas técnicas.

La regla de los 14 días
Según el informe del 4-05-1979, el embrión humano, en los primeros días, es solo una forma incipiente de vida humana, con una elevada mortalidad natural, y no un individuo, pues la aparición de la “línea primitiva” es uno de las condiciones fundamentales de la individuación del embrión. Se aceptó fijar un intervalo de 14 días después de la fecundación, durante el cual se consideraba que el embrión humano no tenía estatuto especial y era “éticamente” aceptable usarlo para experimentar. En ningún lugar del informe se usó la palabra “preembrión”.

El EAB, que entre sus miembros no contaba ningún especialista en embriología humana, fue probablemente el primero en proponer la regla del día 14, que vino a decir que el embrión humano en la primera fase de su desarrollo es merecedor de respeto, pero no el mismo que se debe a una persona. Sus recomendaciones no fueron aprobadas por las autoridades en aquel momento. En 1980 el EAB dejó de existir.

En palabras de un especialista, “preembrión” era “un ejercicio de ingeniería lingüística para hacer aceptable a la opinión pública la investigación con embriones humanos”

En 1979 se publicó el primer artículo en la literatura científica que usó términos como “preembrión” o periodo “preembrionario”. Su autor era el americano Clifford Grobstein. Unos meses antes el EAB había concluido su informe sobre la FIV, y en medio de la polémica suscitada por el informe, el artículo de Grobstein pasó prácticamente desapercibido.

En 1982 se constituyó en Gran Bretaña una comisión de expertos presidida por Mary Warnock para estudiar una posible regulación legal de la FIV. El informe resultante, publicado en julio de 1984, tuvo una gran influencia no solo en la legislación británica, sino también en las de muchos otros países.

De ser humano a masa de células
El desacuerdo entre los miembros de la comisión sobre si se debería permitir la experimentación con embriones humanos estuvo a punto de llevarles a desistir sin concluir el informe. Pero finalmente, se aceptó una solución de compromiso propuesta por Warnock: que solo se pudiera experimentar con embriones durante los 14 días siguientes a la fecundación. Ante la división de opiniones en su seno, la comisión decidió no pronunciarse sobre la cuestión fundamental: cuándo el embrión comienza a ser persona; se limitó a otra más práctica: con qué respeto había que tratarlo.

Fue en Gran Bretaña donde el término “preembrión” realmente hizo fortuna, pues apareció cuando era más necesario. En 1984, cuando comenzaron a debatirse en el Parlamento británico las recomendaciones del informe Warnock, se extendía la oposición a la experimentación con embriones. Una propuesta de prohibirla (el proyecto de Ley de Protección de los Niños no Nacidos, presentado por el diputado Enoch Powell) había obtenido una amplia mayoría a favor en su segunda lectura, en febrero de 1985. Justo en ese momento apareció en escena el término “preembrión”, y cambió el curso de los acontecimientos.

Una vez que se logró que se permitiera la experimentación con embriones fecundados “in vitro”, el término se ha ido abandonado poco a poco

El Medical Research Council (MRC) propuso redefinir el embrión. En marzo de 1985 anunció la creación de un nuevo organismo para supervisar la FIV y la investigación con embriones, la Voluntary Licensing Authority (VLA), hasta que se aprobara la ley al respecto. El término “preembrión” se usó en una de las primeras reuniones del VLA, y se incluyó en unas directrices para el trabajo clínico y de investigación. El pasaje en cuestión decía: “Al conjunto de células que se dividen hasta la constitución de la línea primitiva, proponemos que se le dé el nombre de preembrión”.

El término empezó a ser difundido por científicos partidarios de la experimentación con embriones. Se insistió en que el “preembrión” que se usaría para investigar no era un individuo humano, sino una masa de células indiferenciadas a partir de las cuales se podría desarrollar luego un individuo humano, por lo que debería permitirse hacer experimentos con él, durante los primeros catorce días. En segundo lugar, se subrayó que tales investigaciones podrían reportar enormes ventajas contra la infertilidad y las enfermedades de origen genético. Tercero, se dijo que las objeciones procedían de ignorancia causada por prejuicios religiosos, en contraste con los argumentos racionales basados en datos científicos. En 1990, los partidarios de la investigación acabaron ganando la batalla en el parlamento con ayuda del término “preembrión”, justo cuando empezaba a caer en desuso.

“Ingeniería lingüística”
También en Estados Unidos, una sociedad científica, la American Fertility Society (AFS), organizó un comité ético, para determinar si lo que ellos mismos estaban haciendo con la investigación con embriones humanos en la FIV tenía algún problema ético. Clifford Grobstein pertenecía a ese comité, que en 1986 publicó un informe favorable a la experimentación con embriones hasta los catorce días.

Otro miembro del comité era el teólogo Richard McCormick, que también había formado parte del EAB. En un artículo de 1991, McCormick expuso los motivos científicos a favor de adoptar el término preembrión. Allí se hace eco de las críticas de un histopatólogo, M. Jarmulowicz, quien afirmaba que el término preembrión era “un ejercicio de ingeniería lingüística para hacer aceptable a la opinión pública la investigación con embriones humanos”.

A pesar del informe favorable a la investigación con embriones del Comité Ético de la AFS, el Gobierno norteamericano daba largas al asunto. Pero en 1993, el presidente Clinton revocó la moratoria sobre el uso de fondos federales para tales experimentos al firmar la NIH Revitalization Act. A la vez, se constituyó una comisión, el Human Embryo Research Panel (HERP), dependiente de los NIH (National Institutes of Health), para señalar directrices sobre qué trabajos se podrían financiar en materia de investigación con embriones antes de la implantación.

El presidente del HERP declaró públicamente que solo se debía admitir en la comisión personas favorables a la investigación con embriones. En su informe de septiembre de 1994, el HERP señaló que en el estudio del asunto había habido considerable confusión sobre cómo designar al embrión en la primera fase de desarrollo (“preembrión”, “embrión preimplantatorio”, “conceptus”, “feto”). Al final, aunque el HERP dio el visto bueno a investigaciones como las ya autorizadas en otros países y mantuvo el criterio de los catorce días, no aceptó el término “preembrión”.

Él “preembrión”, abandonado
En noviembre de 1998, el presidente Clinton pidió a la National Bioethics Advisory Commission (NBAC) un informe sobre la investigación con células madre humanas embrionarias. El estudio, publicado en 1999, llama “cigoto” al organismo que se desarrolla durante la primera semana siguiente a la fecundación; desde la segunda semana hasta la octava, hay un “embrión”, y después, un “feto”. El término “preembrión” no aparece.

La mayoría de los documentos posteriores tampoco lo usan. El informe ético de 2001 de la European Society for Human Reproduction & Embriology (ESHRE) lo descarta, porque “a veces se ha entendido como un intento de rebajar el valor simbólico de esta entidad [el embrión]”. El Convenio de Oviedo de 1997 [ver Aceprensa, 9-04-1997] no hace mención de los catorce días ni del “preembrión”. Tampoco lo usan las leyes de Australia sobre la materia: la Infertility Treatment Act de 1995 y la Research Involving Human Embryos Act de 2002. Y el American College of Obstetricians and Gynecologists, que durante muchos años promovió el uso del término “preembrión”, lo abandona en un documento de 2006 [“Using Preimplantation Embryos for Research”].

La palabra “preembrión” ya casi no aparece en informes recientes. En la literatura científica y bioética ha habido una disminución gradual de la frecuencia con que se utiliza. Fue un nuevo concepto acuñado a partir de datos aparentemente científicos, en un intento de justificar la destrucción y utilización de embriones humanos sin la exigencia de respeto incondicional hacia ellos. Una vez que este objetivo se logró, el término se ha ido abandonando poco a poco.

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