Algunos transhumanistas se han reunido del 19 al 21 de octubre, en el Ateneo de Madrid, en una especie de congreso llamado Transvision Madrid 2018, con ponencias, conferencias y mesas redondas. Lo hacen cada dos años, cada vez en un lugar del mundo, desde 1998. Allí hemos podido ver, todo junto o revuelto, lo serio, lo comercial y lo extravagante.
El planteamiento transhumanista parte del acelerado avance de la tecnología, un hecho que nos está afectando: cada vez son más las personas operadas de la vista, con prótesis en articulaciones, con refuerzos (stent) en las arterias o con válvulas en el corazón. También han cambiado muchas de nuestras actividades cotidianas: cada vez los electrodomésticos son más inteligentes y están conectados con la nube; cada vez nos llegan anuncios precisamente de las cosas que nos gustan y se venden cerca de nosotros; las búsquedas en Google parece que nos leen el pensamiento…
El transhumanismo hace promesas hasta ahora reservadas a las religiones, como la inmortalidad
Muchos de esos avances, en buena medida, se deben a la inteligencia artificial (IA), que no es sino programas cibernéticos que aprenden a mejorar lo que hacen: un robot que nos barre la casa, si tiene un programa con IA, cada vez optimizará los recorridos y lo hará en menos tiempo; un programa de reconocimiento de voz, de búsquedas o de traducción, con IA, lo hará mejor cada vez.
También avanza de forma vertiginosa la investigación en las células: cómo regenerarlas, cómo reconstruir tejidos, cómo modificar algunas células para que ataquen a las células cancerosas…
Es verdad que la ciencia va por ahí. Cómo afectará eso a la humanidad nos pueda dar vértigo, pero debemos reflexionar y pensar hacia dónde estamos yendo y cómo hacerlo bien. Cuando hace décadas descubrimos la energía nuclear, la humanidad supo poner límites para no destruirnos. Con el desarrollo tecnológico actual debemos hacer algo parecido.
Rediseñar la condición humana
El transhumanismo es una corriente intelectual que lleva tiempo pensando en eso, y ha hecho un manifiesto de intenciones de siete puntos. Por ejemplo, el n. 1 dice: “Prevemos la viabilidad de rediseñar la condición humana, incluyendo parámetros tales como lo inevitable del envejecimiento, las limitaciones de los intelectos humanos y artificiales, la psicología indeseable, el sufrimiento”. O en el punto n. 4 se lee: “Los transhumanistas defienden el derecho moral de aquellos que deseen utilizar la tecnología para ampliar sus capacidades mentales y físicas y para mejorar su control sobre sus propias vidas. Buscamos crecimiento personal más allá de nuestras actuales limitaciones biológicas”. Son ideas que suenan bien a muchas personas: quieren potenciar las capacidades humanas, eliminar el sufrimiento, decidir sobre cómo quieres ser e incluso vencer a la muerte.
Los transhumanistas lo basan todo en el crecimiento exponencial de la tecnología y de la ciencia, que nos llevará, según ellos, a un momento de crecimiento casi infinito (la singularidad, alrededor del año 2045). Habría que hacer una aclaración matemática: la curva exponencial va creciendo cada vez más, pero no tiene un valor en el que se haga infinito (los matemáticos dirían que no tiene asíntota vertical). También habría que recordar los años previos al viaje de Neil Armstrong a la Luna: los avances en la tecnología espacial fueron tan espectaculares que todo el mundo pensaba que en las siguientes décadas se popularizarían los viajes al espacio e iríamos vestidos con trajes plateados. La realidad no fue así.
También la capacidad de los ordenadores personales, hace unos años, no dejaba de crecer continuamente. Pero la irrupción de los teléfonos móviles y los límites físicos de los chips frenó ese crecimiento. Incluso parece que la venta de teléfonos se ha estabilizado. El crecimiento exponencial está por ser comprobado.
Serios y exóticos
A Transvision Madrid 2018 acudieron científicos y pensadores serios, que han explicado las tendencias del momento y las consecuencias a las que nos llevan. Por ejemplo, se habló de que si la producción de bienes depende cada vez menos del hombre y más de la tecnología, vamos hacia una sociedad de la abundancia donde el reto será gestionar el ocio.
Pero también participaron otras personas más “exóticas”. Hubo un youtuber que propone “la ciencia de la felicidad”, cuyos pilares son una salud extrema, dinámicas sociales, y una psicología del éxito. Otro participante enseñaba a relajarte y unirte a todo el Universo en un programa de “regeneración de la consciencia celular”.
En Transvision 2018 estaba presente toda una industria comercializadora de productos para vivir y envejecer de forma sana
Pero no nos engañemos: hay mucha gente investigando y trabajando en todo esto, con fundaciones ligadas a las grandes compañías tecnológicas que aportan grandes cantidades de dinero. Es tentador para cualquier directivo de esas empresas liderar el futuro: hay demasiado poder en juego. La petición de fondos también se dirige a tantas personas mayores, sin mucha familia, a las que se les ofrece luchar contra el envejecimiento con los ahorros de su vida.
Ofertas comerciales
Todo ello no deja de tener un tufillo de seudorreligión: hay un credo (manifiesto transhumanista), unos gurús de largas barbas o preocupados de su original imagen personal. Tampoco faltan los repetidos anuncios de que podemos comprar sus libros a la salida. Ni toda una industria comercializadora de productos para vivir y envejecer de forma sana.
En Transvision se incluía en la documentación a los asistentes la revista LifeExtension, muy bien editada, mensual, con oferta de suscripción gratuita el primer año. Aproximadamente la mitad de las páginas son estudios, con abundantes referencias, sobre diferentes enfermedades, factores que aumentan o disminuyen el riesgo, etc. La otra mitad son anuncios, con personas todas sonrientes y de una cierta edad, de productos marca “LifeExtension”, que nos mejoran la vida y protegen nuestras células: extractos para la protección del ADN, “pycnogenol” para prevenir el envejecimiento, o neuro-mag, formulada nada menos que por científicos del MIT para el cerebro. Hay hasta productos para prolongar la vida de nuestras mascotas. Son tantos los productos, que al final de la revista hay 6 páginas, a doble columna, con el listado y precio de todos.
“Los transhumanistas defienden el derecho de utilizar la tecnología para ampliar las capacidades mentales y físicas, y mejorar el control sobre la vida”
En primera fila había una persona grabando todas las intervenciones, que llevaba una camiseta (es interesante el lenguaje de las camisetas en cualquier reunión) con la siguiente pregunta impresa: “¿Todavía crees… en el Ratoncito Pérez (sí/no), en Papá Noel (sí/no), en los Reyes Magos (sí/no), en Dios (sí/no)”. Debería añadir “en el Transhumanismo (sí/no)”, porque bastantes tesis del transhumanismo no están demostradas científicamente: para decir que la muerte va a ser definitivamente suprimida, hace falta bastante fe, lo mismo que para pensar que prolongar la vida y ser feliz va unido automáticamente. ¿Que la IA tomará consciencia de sí misma? Puede que sí, o puede que no. Prueba de que sí, por ahora no hay ninguna. Los intentos de conectar el cerebro humano a un ordenador no han hecho más que comenzar, así que transferir toda la mente humana a una máquina, como quieren, está por ver, todavía a mucha distancia.
Hay más aspectos que hasta ahora estaban reservados a las religiones. Por ejemplo, la promesa de inmortalidad o el deseo de dominar la vida y hacerla como quieras, sin ningún límite.
Pero no se puede negar a los transhumanistas que han puesto unos temas importantes sobre la mesa, que hay que pensar entre todos y llegar a acuerdos de posibilidades y límites. Viene bien recordar lo que el Papa Francisco recordó no hace mucho: “No todo aquello que es técnicamente posible o factible es por eso mismo éticamente aceptable”.
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