Reliquias medievales y modernas

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Contrapunto

Hoy juzgamos con una condescendencia burlona el apasionamiento por las reliquias que caracterizó a la época medieval. Lo que había comenzado con el comprensible deseo de honrar a los santos y de acudir a su intercesión, degeneró con el tiempo en excesos e ingenuidades que nos parecen ridículos. Y así, la mala fe de los traficantes y la credulidad de la gente dieron lugar a una multiplicación asombrosa de espinas de la coronación o de astillas de la cruz. De modo que hasta la propia Iglesia, aunque defendiera la legitimidad de las reliquias, condenó en diversos concilios las prácticas extravagantes de ese tipo.

Todo eso es cierto. Pero antes de despreciar esas devociones populares propias de una «época infantil», podríamos preguntarnos si de entonces a aquí ha cambiado mucho el culto al héroe muerto. Hace pocas semanas la casa Christie’s sacó a subasta los objetos personales de Rudolf Nureyev. Y, según cuentan los crónicas, la fiebre coleccionista de los devotos del bailarín fallecido hizo que se dispararan los precios de sus recuerdos. Los compradores no dudaron en adquirir un par de zapatillas de baile por tres millones de pesetas o la chaqueta que Nureyev exhibió en el ballet Scherezade por 800.000 pesetas.

No todos los objetos personales se han subastado. Algunos de especial valor histórico y sentimental se reservan para el futuro museo Nureyev, que servirá para honrar la memoria del mítico bailarín.

En otros casos, las «reliquias» son multiplicables y por lo tanto pueden estar al alcance de cualquier bolsillo. Es lo que está ocurriendo con el legado de los Beatles, convertido en una verdadera industria. En 1994 los descubridores de reliquias encontraron las «BBC tapes», con registros un tanto improvisados y desconocidos. En 1995 ha aparecido el primer volumen de The Beatles Anthology, compilación de «incunables» del grupo de Liverpool. Los expertos dicen que la mayoría de las canciones son trozos demasiado flojos para justificar su presencia en un disco. Para los devotos puede tener interés en conocer las primeras versiones de canciones famosas del grupo, aunque nada permite suponer que los Beatles se equivocaran al preferir otra versión.

Pero la difusión de estos esbozos de futuros éxitos responde sobre todo a una «operación nostalgia». Y así la reliquia sonora garantiza incluso un «milagro» fruto de la técnica: la reunión virtual del grupo. Sobre el fondo de Free as a bird, registrada por John Lennon en 1977 en un magnetófono, los otros tres camaradas han podido hoy unir sus instrumentos y su voz.

Los admiradores que no podían unirse de este modo con su ídolo, han encontrado otras formas de honrar su memoria. El pasado 8 de diciembre, al cumplirse los quince años del asesinato de Lennon, muchos fans visitaron y llevaron flores al lugar donde le mataron, con el mismo respeto que un inglés medieval visitaba la tumba de Thomas Becket.

Cada uno es libre de escoger el objeto de su devoción, pero no parece que estas prácticas hayan cambiado tanto desde la Edad Media. Como ha escrito el medievalista Jacques Heers: «¿No resulta como mínimo curioso burlarse de esas devociones medievales, de esas supersticiones embrutecedoras, mientras vemos cómo nuestros contemporáneos se toman el tiempo y la molestia de visitar (pagando dinero) la casa y el despacho, y de ver con sus propios ojos la pluma, el sofá y todos los objetos domésticos de un autor venerado, desaparecido desde hace mucho tiempo? ¿O no hay acaso disputas por una reliquia de una estrella del music-hall?». Después de todo, hasta el lenguaje de hoy nos habla de películas o canciones de culto y de personajes míticos, merecedores de nuestro respeto y admiración.

Ignacio Aréchaga

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