Problemas pastorales en la familia

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En su parte tercera, el documento de trabajo para el Sínodo de 2015 aborda las perspectivas pastorales para acompañar a las familias en sus diversas situaciones y contextos.


Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 74/15

De una parte, se subraya la necesidad de mejorar los programas específicos de preparación para el matrimonio, que partan de una genuina experiencia de participación en la vida eclesial, así como la de acompañar a las parejas que atraviesan dificultades en su vida matrimonial. “Los itinerarios de preparación al matrimonio deben ser propuestos por parejas de casados capaces de acompañar a los novios antes de las nupcias y en los primeros años de vida matrimonial”.

De hecho, advierten que “sin el testimonio gozoso de las parejas casadas y las familias (…) la proclamación, incluso si es correcta, es probable que sea incomprendida o que se ahogue en el mar de palabras que caracteriza a nuestra sociedad”. Por eso los obispos insisten en que las familias católicas “en virtud de la gracia del sacramento nupcial están llamadas a ser sujetos activos de la pastoral familiar”.

La pastoral familiar actual ha de prestar atención a las personas que viven en matrimonio civil y en cohabitación, para acompañarlas hacia el matrimonio cristiano

Cónyuges separados

El apoyo y la escucha atenta también han de dirigirse a los cónyuges separados, a los divorciados, a los abandonados. La Iglesia repara en todos aquellos que han sido objeto de injusticias, como en quienes han debido tomar distancia del cónyuge por los malos tratos que han hecho imposible continuar la convivencia.

A ellos, el Sínodo les invita a hacer un camino hacia el perdón por medio de la gracia, sabiendo que perdonar una grave injusticia no es fácil, al tiempo que plantea la necesidad de un ministerio de la reconciliación y la mediación a través de centros de asesoramiento especializados que se establecerán en la diócesis.

Asimismo, dedican especial atención al acompañamiento pastoral que ha de darse a las familias monoparentales, con énfasis en aquellas formadas por mujeres que llevan solas la responsabilidad del hogar y la crianza de los hijos.

En cuanto a estos últimos, se subraya que no pueden convertirse en modo alguno en objeto de disputas entre sus progenitores divorciados, sino que debe ayudárseles a superar el trauma de la separación y a crecer de modo sereno.

Se hace hincapié en que “la condición de quienes no emprenden una nueva unión, permaneciendo fieles al vínculo, merece todo el aprecio y el sostén de parte de la Iglesia”.

El documento constataba que “se observa un amplio consenso sobre la oportunidad de hacer más accesibles y ágiles, posiblemente gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad matrimonial”. De hecho, la cuestión ha sido ya zanjada por el Papa Francisco, con la reciente reforma de estos procesos.

Se hace una breve mención a otro asunto que se considera importante y que dará tema de debate: si la falta de fe de los contrayentes puede ser a veces una causa de nulidad del matrimonio. A este respecto, “se señala una convergencia sobre la importancia de la cuestión y una variedad de enfoques en la profundización”.

Se subraya la necesidad de mejorar los programas específicos de preparación para el matrimonio

Divorciados vueltos a casar y sacramentos

Por otra parte, el texto recomienda un “atento discernimiento” y un acompañamiento a los divorciados vueltos a casar. Se les ha de animar a participar activamente en la vida de la comunidad cristiana, sin que ello represente una cesión del principio de la indisolubilidad matrimonial. El objetivo debe orientarse hacia “una integración cada vez mayor en la vida de la comunidad cristiana, teniendo en cuenta la diversidad de las situaciones de partida”.

Uno de los aspectos sobre los que no se alcanzó consenso en el Sínodo del año pasado fue precisamente el acceso de los divorciados vueltos a casar a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.

El texto constata que diversos padres “han insistido a favor de la disciplina actual, como consecuencia de la relación constitutiva entre la participación en la Eucaristía y la comunión con la Iglesia y su enseñanza sobre la indisolubilidad del matrimonio”. Otros se han manifestado a favor de que en algunas situaciones particulares, sobre todo cuando se trata de casos irreversibles y cuando hay obligaciones hacia los hijos, los divorciados vueltos a casar puedan participar en los sacramentos, después de una etapa penitencial bajo la responsabilidad del obispo.

Esta proposición fue en la que hubo más discrepancia: 104 votos positivos frente a 74 negativos, con lo que no se cumplió el requisito de los dos tercios para su aprobación.

Camino penitencial, ¿con qué meta?

Como texto añadido a lo que se decía en la Relación Final del precedente Sínodo, se observa que “existe un común acuerdo sobre la hipótesis de un itinerario de reconciliación o camino penitencial, bajo la autoridad del Obispo, para los fieles divorciados vueltos a casar civilmente, que se encuentran en situación de convivencia irreversible”.

Pero no todos entienden del mismo modo el objetivo de ese camino penitencial. Unos piensan que debe conducir al arrepentimiento y a la decisión de vivir en continencia, con lo cual estos fieles podrían acceder a los sacramentos; otros lo entienden como “un proceso de clarificación y de nueva orientación después del fracaso vivido, acompañado por un presbítero elegido para ello. Este proceso debería llevar al interesado a un juicio honesto sobre la propia condición, en la cual el presbítero pueda madurar su valoración para usar la potestad de unir y de desatar de modo adecuado a la situación”.

Otro punto de controversia fue el relacionado con la atención pastoral concreta a los homosexuales en la comunidad cristiana. El texto afirma, en consonancia con el Catecismo de la Iglesia Católica, que estas personas “deben ser acogidas con respeto y delicadeza”. Pero a la vez recuerda que “no existe fundamento alguno para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia”. En cualquier caso, tampoco este texto obtuvo la suficiente aprobación (118 votos a favor y 62 en contra).

“Los itinerarios de preparación al matrimonio deben ser propuestos por parejas de casados capaces de acompañar a los novios antes de las nupcias y en los primeros años de vida matrimonial”

Los prelados alertaron, además, acerca de las presiones “totalmente inaceptables” que los pastores están recibiendo en este asunto, así como de la creciente tendencia de los organismos internacionales a condicionar la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes a favor del “matrimonio homosexual”.

La transmisión de la vida

Finalmente, los padres sinodales se refieren a la transmisión de la vida en la familia, y detectan la difusión de una mentalidad que ve a los hijos simplemente como “una variable del proyecto individual o de la pareja”. En cambio, la Iglesia recuerda que “la apertura a la vida es exigencia intrínseca del amor conyugal”, y apoya a las familias que acogen a un hijo discapacitado o que adoptan a niños huérfanos y abandonados.

Al referirse a la natalidad, el texto invita a “redescubrir el mensaje de la encíclica Humanae vitae de Pablo VI, que subraya la necesidad de respetar la dignidad de la persona en la valoración de los métodos de regulación de la natalidad”. También menciona a este respecto que la adecuada enseñanza de los métodos naturales “ayuda a vivir de manera armoniosa y responsable la comunión entre los esposos, en todas sus dimensiones, junto a la responsabilidad generativa”.

En el tema de la regulación de la natalidad el documento dice que hay que saber conjugar dos aspectos: “Por una parte, el papel de la conciencia entendida como voz de Dios que resuena en el corazón del hombre educado a escucharla; por otra, la indicación moral objetiva, que impide considerar la procreación una realidad sobre la cual decidir arbitrariamente, prescindiendo del designio divino sobre la procreación humana”.

También señala que es preciso seguir divulgando el Magisterio de la Iglesia que promueve el respeto de la vida humana. Al mismo tiempo, indica que “urge que los cristianos comprometidos en política promuevan opciones legislativas adecuadas y responsables en orden a la promoción y a la defensa de la vida”.

Al hablar de la adopción y de la acogida, el documento mantiene la perspectiva de buscar lo mejor para el niño, lo que incluye tener padre y madre. “También ésta tiene su fundamento en el amor conyugal entre un hombre y una mujer, que constituye la base indispensable para la formación integral del niño”.

El Papa quiso que se publicaran los resultados de las votaciones sobre cada uno de los 62 números de la Relación final del anterior Sínodo. Esto permite observar que casi todos los puntos fueron aprobados por amplias mayorías, superiores a los dos tercios. Donde se ha dado más disparidad de criterios es en los puntos que se refieren a la pastoral con los que viven en matrimonios civiles o en cohabitación, el acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar y la acogida de las personas de orientación homosexual.

Ver primera parte: Discusiones de familia en el Sinodo >>

Para saber más

Todos los artículos publicados en Aceprensa sobre este tema están accesibles en la voz SÍNODO DE LA FAMILIA.

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