Lo que los manuscritos del mar Muerto revelan sobre la Biblia

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Los enigmas de Qumrán (I)
El 30 de junio se ha inaugurado en la Biblioteca Vaticana una exposición sobre los manuscritos del mar Muerto, que incluye algunos de los fragmentos descubiertos en 1947. Este hecho, junto con la aparición de numerosos libros, es prueba del nuevo interés que han suscitado los documentos de la secta esenia de Qumrán, en parte por una polémica un tanto artificiosa que ha trascendido al público. Algunos autores sostienen que los textos bíblicos hallados en las cuevas revelan que el cristianismo o el judaísmo tergiversaron interesadamente la Escritura. En realidad, Qumrán muestra que la Biblia llegada hasta nosotros se ha transmitido siempre con una fidelidad extraordinaria.

Las circunstancias del hallazgo de los manuscritos, las condiciones políticas de Oriente Medio durante los últimos cincuenta años, la diversidad de documentos encontrados y otras muchas motivaciones han hecho de Qumrán un lugar y una historia cargados de apasionadas polémicas intelectuales y políticas.

El escándalo y el sensacionalismo en torno a Qumrán no ha cesado hasta hoy. Hace cuatro años se inició una campaña con ecos en los medios de comunicación más influyentes. El origen de tanto revuelo estuvo en una revista de alta divulgación arqueológica de Estados Unidos, Biblical Archaeology Review; en ella se publicaron una serie de artículos para denunciar que muchos documentos encontrados en Qumrán no habían sido publicados todavía, después más de cuarenta años transcurridos. Y se daba como razón que las autoridades religiosas estaban obstaculizando que vinieran a luz pública porque -decían o insinuaban- muchos de los textos inéditos comprometían enseñanzas fundamentales del cristianismo y del judaísmo.

Para mostrar los hechos como son, conviene abordar los tres puntos más importantes que siguen estando de actualidad, en torno a los descubrimientos del Mar Muerto: 1) Los documentos: cuántos se han descubierto, de qué tipo son y dónde puede leerlos quien tenga interés. 2) Qué nos dicen los manuscritos sobre la comunidad esenia a la que pertenecieron. 3) Cuestiones doctrinales que se vienen debatiendo, especialmente las relacionadas con los libros de la Biblia y con los orígenes del cristianismo. En este servicio se aborda la primera cuestión; las otras dos quedan para una segunda entrega.

Se aceleran los trabajos

La polémica arriba mencionada, promovida por publicaciones sensacionalistas, ha tenido efectos beneficiosos, pese a la confusión que puede haber causado. Así, han aparecido dos volúmenes con la publicación pirata de bastantes fotografías de manuscritos todavía inéditos de Qumrán (1), y otros dos tomos con varios manuscritos que los autores han rehecho por medios electrónicos, a partir de unas concordancias elaboradas por los editores oficiales de los textos (2).

Estos libros, poco fiables desde el punto de vista estrictamente científico, han obligado a que se tomaran tres decisiones importantísimas. Por una parte, la Biblioteca Huntington de San Marino (California) ha abierto sus puertas a todo investigador que quiera utilizar la colección fotográfica de los textos de Qumrán que se habían depositado allí como medida de seguridad durante la pasada guerra del Golfo. Así nadie podrá aducir que está discriminado.

Por otra parte, el Departamento de Antigüedades de Israel ha autorizado una edición de microfichas con todas las fotografías existentes de los manuscritos (3). Como es lógico, esta edición va dirigida a los especialistas que habrán de interpretar y en su caso traducir los textos para ponerlos al alcance del gran público. Pero con esta publicación se ha abierto definitivamente el acceso a todos los textos descubiertos en las once cuevas de Qumrán.

Finalmente, se han puesto los medios para acelerar la edición oficial de los documentos. Hay que recordar que después de los descubrimientos se formó un primer equipo de diez investigadores de diferentes países y religiones bajo la dirección del dominico P. Roland de Vaux, eminente arqueólogo y entusiasta promotor de los estudios qumránicos. Tenían el compromiso de dar a la imprenta todos los manuscritos en edición oficial (Discoveries in the Judean Desert, Clarendon Press, Oxford). Durante los años cincuenta y sesenta trabajaron con empeño; pero con la muerte del P. de Vaux y las circunstancias políticas surgidas a raíz de la guerra de los Seis Días, la publicación se retrasó mucho. De hecho, hasta ahora han visto la luz once tomos de Discoveries de los veinte que están proyectados.

Ante esta situación, en 1991 se reestructuró la dirección y se hizo una nueva distribución de materiales. El nuevo equipo editor ha quedado formado por tres personas, Eugene Ulrich, de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos); Émile Puech, dominico de L’École Biblique de Jerusalén, y Emanuel Tov, de la Universidad de Jerusalén. Éstos han distribuido los manuscritos entre los 54 investigadores que componen el cuerpo de editores y les han exigido el cumplimiento de unos plazos, de modo que la edición oficial de todos los manuscritos quedará completa antes del año 2000.

Las copias más antiguas de la Biblia

Con independencia de estos trabajos, se conocen unos 850 documentos, de los que se han publicado 350 en ediciones oficiales y más del 80% han aparecido en publicaciones provisionales. Lo que falta por publicar es muy poco, y además son fragmentos muy pequeños que poco o nada van a aportar a lo conocido de la biblioteca qumránica, ni en el campo doctrinal ni en el campo literario.

Entre los manuscritos se distinguen los que corresponden a textos bíblicos y los demás.

De los primeros hay 225 fragmentos más o menos amplios. La mayoría corresponden al Antiguo Testamento (AT); sin embargo, hay un marcado interés por comprobar si algún libro del Nuevo Testamento (NT) está documentado en Qumrán. He aquí los datos:

En cuanto al AT, en Qumrán están documentados todos los libros hebreos de la Biblia, excepto el de Esther. No todos de la misma manera: algunos, como el libro de Isaías, están prácticamente íntegros; de la mayoría, sólo hay pequeños fragmentos. Muchos de estos fragmentos son conocidos solamente por publicaciones provisionales y dispersas; si se cumplen las previsiones de los editores, aparecerán en los tomos X y XII de Discoveries.

El hallazgo de los documentos bíblicos es de enorme importancia, pues las copias completas más antiguas que conocíamos eran aproximadamente de los siglos IX-X d.C. Con los manuscritos de Qumrán, que pertenecen al siglo I e incluso II a.C., hemos ganado más de mil años en la antigüedad de los testimonios. De ahí que sea del mayor interés comprobar si los textos hallados en Qumrán coinciden con los conocidos hasta ahora; y, en caso de alguna discrepancia, valorar cuáles serían los factores y las causas de las variantes.

Una transmisión cuidadosa

El primer dato llamativo es la concordancia de los textos encontrados con el «texto masorético», que es el hebreo medieval transmitido y puntuado por los sabios llamados masoretas. Un ejemplo claro es el «Rollo de Isaías», encontrado en la cueva 1, que contiene casi entero y con una fidelidad asombrosa el libro de este profeta. Un segundo dato de interés es que las variantes que hasta ahora se han detectado ya eran conocidas por la versión griega de los Setenta, hecha en Alejandría en los siglos III-II a.C., o por el Pentateuco Samaritano, transmitido por ese grupo religioso judío, escindido del judaísmo oficial a la vuelta del destierro, aproximadamente en el siglo V a.C.

Con estas comprobaciones se han desvanecido las sospechas de quienes insinuaban que con el paso de los años podrían haberse introducido variantes interesadas desde los círculos poderosos de la Iglesia o de la Sinagoga. Y, por otra parte, se han revalorizado tanto los Setenta como el Pentateuco Samaritano, porque ha quedado claro que no reflejan la acomodación de la Biblia a los grupos que los elaboraron. Al contrario, muestran que el texto original se transmitió por tres cauces diferentes, cada uno de los cuales puede disputarse la primacía en cuanto a la fidelidad de transmisión.

No hay que olvidar que el cristianismo adoptó como propia la versión griega de los Setenta, que, además de algunas variantes textuales, contiene libros que no son aceptados como bíblicos ni por los judíos ni por los protestantes, como ocurre con el Eclesiástico (Ben Sira), ampliamente documentado en Qumrán. Es evidente que la coincidencia entre los textos qumránicos y los que ya conocíamos pone de manifiesto que siempre hubo un esmerado cuidado en la transmisión de los libros bíblicos, mucho más del que puede verse en libros profanos.

El origen de las variantes

Aceptada la fidelidad global en el texto, cualquier variante, por pequeña que parezca, adquiere mayor relieve; de ahí que haya surgido una cuestión todavía no resuelta del todo. Es si las variantes pueden explicarse a partir de un texto original único o si más bien habría que pensar en varios originales muy parecidos o, al menos, en varias ediciones con variantes significativas, pero aceptadas todas ellas como bíblicas. En este caso habría que suponer diversas corrientes ideológicas, diferentes y hasta opuestas entre sí, pero todas igualmente legítimas, al haber quedado plasmadas en textos sagrados. Este problema está planteado con más crudeza en el libro de Samuel, en el de Jeremías y, últimamente, en Levítico, Números y Éxodo, porque de ellos conservamos ejemplares que difieren unos de otros.

Aunque no hay un acuerdo total, cada día son más los que consideran que las variantes se explican por las ediciones sucesivas de un único original, pero que esas ediciones no reflejan un interés de los transmisores por introducir nuevas doctrinas o por ocultar otras, sino que únicamente muestran que los copistas pretendieron explicar algunas expresiones oscuras o, a lo sumo, actualizar textos que de otro modo resultarían anacrónicos para los lectores más tardíos.

¿Textos del Nuevo Testamento?

¿Se han encontrado textos del NT en Qumrán? El profesor español José O’Callaghan identificó en 1972 una serie de fragmentos de la cueva 7 -la única en la que todos los manuscritos estaban en griego- con pasajes del NT. El más relevante es 7Q5, identificado como parte de Mc 6,52-55; pero hay otros todavía más fragmentarios, en los que O’Callaghan pretende leer textos del Evangelio de Marcos y de otros escritos neotestamentarios. Si esto fuera cierto, sería una prueba irrefutable de que el Evangelio de Marcos y algunos otros libros del NT habrían sido escritos no más tarde del año 50 d.C. Hace pocos años se ha publicado en Alemania una tesis doctoral de Carsten P. Thiede que sostiene con entusiasmo la hipótesis de O’Callaghan, y que ha tenido un enorme eco en los círculos teológicos de toda Europa.

Pero, desgraciadamente, los fragmentos son demasiado pequeños y hay que conjugar demasiadas hipótesis paleográficas para sostener tal identificación. La intuición del profesor español podría ser correcta, pero la mayoría de los especialistas en textos qumránicos se muestran escépticos a la espera de que puedan aparecer datos más convincentes. No han faltado trabajos orientados a mostrar que los fragmentos de la cueva 7 podrían coincidir con textos griegos de los Setenta; pero también esta hipótesis tiene fundamentos paleográficos débiles.

Las cuevas del mar Muerto contenían también textos no bíblicos. Son tantos y tan variados que es difícil establecer una división satisfactoria. Primero hay que señalar que en la enorme biblioteca de Qumrán no hay libros profanos, sino que todos son en mayor o menor grado documentos religiosos. En los primeros años solía esbozarse una división en textos sectarios (los propios de la comunidad, entre los que destacaban las Reglas), textos apócrifos (como Henoc, Jubileos, salmos e himnos), y textos no literarios (como el Rollo de Cobre, los horóscopos y los calendarios).

Santiago AusínNo hubo conspiración de silencio

El retraso de la publicación de los manuscritos de Qumrán dio ocasión a sospechas de que los investigadores, por imposición del Vaticano o del rabinato judío, ocultaban algunos textos polémicos que podrían causar problemas a la Iglesia o al judaísmo. El filólogo español Florentino García Martínez, uno de los miembros del equipo encargado de la edición oficial, desmintió esa suposición en unas declaraciones a El País (7-XI-92). Este profesor, jefe del Departamento de Biblia de la Universidad de Groningen (Holanda), es autor de la primera traducción casi completa de los textos no bíblicos de la biblioteca del mar Muerto.

García Martínez negaba en las mencionadas declaraciones que hubiese existido una «conspiración de silencio» por obediencia a «consignas superiores». Lo que hubo fue un acuerdo entre los miembros del equipo de no publicar nada de los lotes de manuscritos asignados a los demás. Este compromiso fue levantado después, a raíz de las últimas polémicas. Por eso él pudo preparar su traducción.

En cuanto a las sospechas de presiones por parte de la Iglesia o la Sinagoga, García Martínez aclaraba: «No ha habido nada de eso. En la comisión han convivido de todo: creyentes, agnósticos y hasta ateos. A nosotros no nos nombró ninguna autoridad religiosa. Nos designaron para este trabajo las diversas instituciones académicas de los países que habían contribuido económicamente a comprar los rollos a los beduinos del desierto de Qumrán. Si acaso, los escrúpulos, antes de ofrecer al público la traducción de un texto, eran de cada uno de nosotros, ante el temor de equivocarnos y hacer el ridículo, ya que cada texto analizado personalmente podía después ser chequeado por todos los demás expertos».

ACEPRENSADónde leer los textos

El libro de Antonio González Lamadrid Los descubrimientos del mar Muerto (BAC, Madrid, 1971) aporta en traducción esmerada un buen número de textos; pero todavía insuficientes, porque no era su objetivo divulgar los documentos. Más tarde apareció en tamaño de bolsillo el libro preparado por J. Jiménez y F. Bonhomme, Los Documentos de Qumrán (Cristiandad, Madrid, 1976). Contiene los principales documentos conocidos en aquellos años, pero la traducción está hecha sin ningún afán crítico o científico; los editores sólo pretendieron facilitar la lectura de unos documentos difíciles, que habían suscitado un enorme interés.

Hace poco se ha publicado en español una de las traducciones más completas: Florentino García Martínez, Textos de Qumrán, (Trotta, Madrid, 1992). El autor ha recogido casi 200 documentos no bíblicos, que son muchísimos si se compara con los 62 que aparecieron en la edición inglesa preparada por Geza Vermes en 1987. La característica más importante de esta traducción es su fidelidad al manuscrito, conservando las lagunas y señalando las reconstrucciones cuando se hacen. Por esta razón su lectura resulta en ocasiones pesada, pero como contrapartida conserva el valor de lo añejo y, sobre todo, es una buena garantía de autenticidad.

Al final de este libro se incluye una lista completa de los documentos hallados en Qumrán. Al enumerar los descubiertos en cada una de las cuevas se comienza con los textos bíblicos, y a continuación se consignan los no bíblicos. Junto a cada uno de los manuscritos se indican las ediciones donde han aparecido, tanto la edición oficial -cuando existe- como las provisionales. Por último, se resume en una línea el contenido de cada documento.

Santiago AusínSantiago Ausín es profesor de Antiguo Testamento de la Facultad de Teología de Navarra._________________________(1) Robert H. Eisenman y James M. Robinson, A Facsimile Edition of the Dead Sea Scrolls, Washington, 1991.(2) Ben Zion Wacholder y Martin G. Abegg, A Preliminary Edition of the Unpublished Dead Sea Scrolls. The Hebrew and Aramaic Text from Cave Four, Washington, 1991.(3) E. Tov (editor), The Dead Sea Scrolls on Microfiche, Ed. Brill, Leiden, 1993.

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