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Las minorías cristianas de Oriente Próximo

publicado
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El camino forzado de la emigración a Occidente
En una cultura árabe que tiende a la uniformidad islámica, los cristianos de Oriente Próximo son una minoría cada vez más exigua en continua emigración y con un crecimiento demográfico inferior al de los musulmanes. En un artículo publicado en la revista Commentaire, n. 62 (verano 1993), Jean Aucagne explica las dificultades que encuentran los cristianos para permanecer en esta región. Recogemos una selección de párrafos.

Los cristianos representan en Oriente Próximo una pequeña minoría: alrededor del 7% de una población de 95 a 100 millones de habitantes. Aunque no existen estadísticas fiables, las cifras dan una imagen real de su distribución geográfica.

Egipto: 5.300.000 cristianos (8-10% de la población); Israel, con los territorios ocupados: 600.000 (2,4%); Jordania: 250.000 (5%); Líbano: 280.000 (?) (38-47%); Siria: 1.300.000 (4-6%); Irak: 1.900.000 (2,5-3%).

Todos los porcentajes bajan desde hace veinte años (…). El caso más significativo es el del Líbano. Hasta 1989 los poderes del presidente de la República, siempre un cristiano maronita, le daban una preponderancia real; y, en función de una estrecha mayoría reconocida a los cristianos, el parlamento mantenía la proporción de seis cristianos por cinco musulmanes. Era sin duda importante para el Líbano, pero además jugaba un papel simbólico en todo el Oriente Próximo: cualesquiera que fuesen los obstáculos que pudiese encontrar en los otros países, un cristiano árabe no estaba excluido en cuanto tal de los más altos cargos. La situación actual es sólo un pálido reflejo de ese pasado, que se transformó al perder los cristianos del Líbano una mayoría discutida desde hace tiempo.

Declive demográfico

Diversas razones, principalmente de tipo sociológico, pueden explicar la disminución de cristianos en el mundo árabe de Oriente Próximo.

El crecimiento demográfico natural es más débil entre los cristianos; pero esto sucede principalmente en las ciudades, donde desde la primera generación los cristianos retrasan el matrimonio y tienen una tasa de fecundidad un poco inferior a tres hijos por mujer. En cambio, los musulmanes conservan durante largo tiempo las costumbres tradicionales: matrimonio más temprano y cinco o seis hijos por mujer. Ahora bien, los cristianos, en general, emigran a las ciudades más que los musulmanes, y también es más frecuente que las jóvenes cristianas cursen estudios, lo que favorece el matrimonio tardío. No obstante, la diferencia de nacimientos a favor de los musulmanes es menor en el campo, donde los cristianos son todavía numerosos, especialmente en Egipto.

También están las guerras. La del Líbano ha sido perdida por los cristianos. Muchos de los que fueron expulsados por los combates (450.000 frente a 350.000 musulmanes, según cálculos aproximados) no regresarán al Líbano, puesto que se adaptan bien al extranjero.

En Irak (y también, en menor medida, al sur de Turquía), donde muchos cristianos coexisten con los kurdos, están mal vistos, por ser cristianos, por los kurdos, que los diezmaron en 1915 y 1932. Aunque el gobierno iraquí era el único, de entre todos los países musulmanes, que se esforzaba en tratarles dignamente y con equidad, por vivir entre los kurdos se han convertido en sospechosos de colaborar con ellos. Por eso, tras la guerra del Golfo, unos 30.000 se refugiaron en Siria septentrional (…).

En la antigua Palestina, los cristianos se han visto envueltos en el éxodo general, y emigran en mayor número porque se adaptan mejor. Además, son muy «palestinos» y participan, en gran número, en la resistencia. En Israel, no han optado, a diferencia de los drusos, por ser plenamente ciudadanos israelíes, de modo que se sienten extranjeros; pero también rechazan a sus «compatriotas» árabes, cada vez más islamistas. A menudo, emigrar es la única solución a este dilema.

Pérdida de recursos

El socialismo (baasista o nasseriano) ha sido especialmente nefasto para los cristianos. El respeto a la propiedad privada es una garantía de libertad individual para todos los ciudadanos. Pero los cristianos la necesitaban más que el resto para sentirse seguros en el seno de una sociedad que se uniformiza, y se islamiza (…).

Estos regímenes han suprimido también la enseñanza privada o, como en Egipto, la han sometido a un estricto control, de manera que allí, por ejemplo, un cristiano no puede enseñar árabe. Así, la educación de los cristianos queda a cargo de un Estado en el que, inevitablemente, dominan los funcionarios musulmanes. De modo que los cristianos sienten amenazada, incluso negada, su identidad propia, más aún cuando los islamistas se esfuerzan por ocupar los puestos clave en los ministerios de Educación. Así ocurre también en un país no socialista como Jordania, y puede suceder mañana en el Líbano: los acuerdos de Taif (1989), que pusieron fin a la guerra, prevén que la enseñanza se adecuará a las directrices de la ALESCO (Organización de la Liga Árabe para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Estos principios están necesariamente marcados por el espíritu árabe-islámico, con el que los cristianos no se identifican. (…)

En fin, el crecimiento generalizado del islamismo resulta preocupante. Es conocido el caso de Egipto, donde, desde hace unos años, se multiplican los pogroms contra los cristianos. Ciertamente, el gobierno quiere reaccionar, pero está en parte paralizado, porque una represión más firme podría agravar los problemas. Pero un «dejar hacer» a medias tampoco es solución. En el futuro, la situación puede ser igual o peor en Siria, en virtud de una reacción contra el régimen actual (como ha sucedido en Argelia). Para ganar tiempo, en espera de que la situación mejore, se tolera que Siria consolide su dominio en el Líbano; resultado: continuará la emigración cristiana, como ocurre en Siria.

Cristianos y nacionalismo árabe

Todo esto es fruto de una larga historia. (…) En el siglo XIX los árabes, cristianos o musulmanes, se sienten oprimidos por los turcos, lo que propicia el nacimiento de un nacionalismo árabe en el que los cristianos ven una nueva oportunidad. Participan activamente en el «Renacimiento árabe», principalmente literario, porque la reivindicación nacional expresa también su rechazo a ser tratados como «súbditos»; esperan además que en el seno de las nuevas naciones, a cuya resurrección habrán contribuido, serán ciudadanos iguales a los otros.

Ahí hubo un error de perspectiva que pesará en todo su futuro: los cristianos se creían dominados por los turcos en cuanto árabes, y olvidaron que también lo estaban como cristianos por los musulmanes. A lo largo del siglo XX lucharán por la independencia de sus países. (…) De esta acción nacen, con los protectorados posteriores a la Primera Guerra Mundial, y después con las independencias durante la Segunda, Estados Nacionales en que los cristianos se encuentran hoy privados del fruto de sus esfuerzos.

En esos Estados, aun en los relativamente democráticos, los cristianos son jurídicamente ciudadanos como los demás. Pero, incluso desde este punto de vista, han perdido buena parte de su autonomía en cuanto comunidad, reconocida legalmente en el seno del imperio otomano. Y además se encuentran en una sociedad civil musulmana que no reconoce, ni en la teoría ni en la práctica, la idea de aconfesionalidad con que podrían soñar los cristianos, en muchos casos occidentalizados. (…) Sólo el Líbano escapó momentáneamente a este rodillo (…).

La autonomía de las comunidades

En esos Estados, lo que queda de la relativa autonomía de las comunidades cristianas es una parte más o menos importante del estatuto personal, regulado por las autoridades eclesiásticas según el derecho canónico de su Iglesia. Pero esto también juega en contra de los cristianos. Éstos han asumido la idea de que uno no se cambia de religión. Pero, de hecho, es muy fácil para un cristiano hacerse musulmán, aunque esto rara vez ocurre (…). Ahora bien, incluso donde se reconoce cierta libertad religiosa a los individuos, cuando un musulmán quiere hacerse cristiano, en la práctica los obstáculos son casi insalvables. En el Líbano, las autoridades civiles no suelen poner dificultades a los que piden un cambio de su estatuto personal. De todas formas, la comunidad cristiana libanesa no siempre acepta fácilmente la presencia de un nuevo miembro. Hasta las autoridades religiosas cristianas mantienen ciertas reticencias, por temor a crear problemas con la comunidad musulmana.

En los demás países, cambiar de estatuto personal suele ser imposible. ¿Cómo casarse? ¿Cómo educar a los hijos en la fe cristiana, puesto que serán registrados como musulmanes, y por tanto forzados a recibir instrucción religiosa musulmana, que es materia obligatoria en los exámenes oficiales?

La creación de los nuevos Estados árabes tras la desaparición del imperio otomano ha agravado además los inconvenientes de la división entre las Iglesias. En Egipto este inconveniente se nota menos, ya que el 95% de los cristianos de este país son coptos ortodoxos. En Irak la situación es menos favorable, aunque el 70% de los cristianos son caldeos (católicos). Pero en otros países, los cristianos pertenecen a diversas confesiones, y sus dirigentes no están siempre de acuerdo sobre la actitud que deben adoptar ante una u otra decisión gubernamental (…). En consecuencia, se ha debilitado la influencia de la Iglesia. (…)

Sentimiento de rechazo

Desde el punto de vista cultural, no es raro que los cristianos se sientan un poco extranjeros en sus países respectivos (…). Evidentemente, es posible ser árabe y cristiano a la vez, pues así ocurre en realidad y así fue aun antes del nacimiento del islam. Pero el sentimiento de ser rechazados como un poco extranjeros por las naciones árabes actuales es igualmente real, y está más fundado hoy que en otros tiempos.

De ahí la importancia de los motivos culturales en la emigración de los cristianos árabes. Si en otras culturas los cristianos no emigran apenas por estos motivos, es porque se encuentran ante una cultura neutra en cuanto tal respecto al cristianismo. No es el caso de la cultura árabe, que se ha formado históricamente rechazando al cristianismo.

En fin, por un sentimiento árabe-palestino espontáneo, agravado por comprensibles sentimientos de frustración, y para no parecer traidores a la nación árabe, los cristianos de Israel se han abstenido de integrarse en ese nuevo Estado. Ciertamente, sólo son una ínfima minoría, lo que de todos modos habría hecho difícil su situación. Sin embargo, habrían podido sacar más partido de las garantías jurídicas que les ofrece un verdadero Estado de derecho. Pero hay que reconocer que el Vaticano les ha alentado más bien a la abstención, bien por temor a herir su sentimiento nacional palestino, o por miedo a empeorar la situación difícil de los demás cristianos del mundo árabe. (…)

¿Emigrarán?

Así, las iniciativas tomadas por los cristianos en Oriente desde hace un siglo, a menudo laudables y en todo caso generosas, han terminado por volverse contra ellos. Los cristianos han puesto todo de su parte en favor del renacimiento de la cultura y del nacionalismo árabes; han luchado al lado de sus compatriotas musulmanes por la independencia de los nuevos Estados de la región. Y ahora se encuentran sometidos, sin muchos recursos, a la acción niveladora de esos Estados, que no toleran bien su peculiaridad en el seno de un arabismo profundamente unitario, que ellos contribuyeron a despertar. Lo hicieron porque estaban abiertos a un Occidente que parecía prometer el progreso y un nuevo porvenir; pero este futuro parece hoy cerrado, y la ventaja que les queda de esa relativa occidentalización es que están mejor preparados para emigrar.

(…) Si se trata de una fatalidad histórica, habría podido ser prevista desde los años 20. En esa época, Turquía, convertida en Estado nacional, se había vaciado del 15 a 20% de cristianos que contaba en su territorio actual. Apenas se ha reflexionado sobre este hecho, que se atribuye de manera simplista a la brutalidad despiadada de la que los turcos desgraciadamente dieron muchos ejemplos, y al hecho de que casi todos esos cristianos, como griegos o armenios, dificultaban de hecho la unidad nacional. Pero no se ha prestado suficiente atención a la naturaleza de la lógica nacionalista en sí misma, que tiende a eliminar las minorías no sólo étnicas, sino también religiosas.

Iniciativas para evitar la emigración de los cristianos

Algunos obispos de Oriente Próximo han emprendido iniciativas tan diversas como promover la construcción de apartamentos a buen precio hasta dar cursos de alfabetización o recoger a niños huérfanos, con el objetivo de revitalizar a la población cristiana de sus diócesis. Un reportaje de la revista 30 Giorni cuenta algunas de estas iniciativas.

El primer obispo árabe de Túnez, Fouad Twal, sabe que la causa de la marcha de los cristianos no es sólo la inestabilidad política; también cuentan los problemas de trabajo, alojamiento, o el sentimiento y la realidad de cierta discriminación. «Los cristianos que no pueden irse a Europa o América, vienen a refugiarse en Túnez, donde existe un régimen tolerante», dice.

Otro obispo, el de la Iglesia latina de Egipto, Mons. Egidio Sampieri, reconoce que en su país muchos cristianos se convierten al islam, pero asegura que no es por convicción: «se podría decir que son absorbidos». Mons. Sampieri dice que sus iniciativas para recuperar a los fieles surgen a golpe de lo que llama «encuentros». Un día tropezó con una mujer que mendigaba con su hijo en brazos y le contó su historia: no había hallado ningún marido cristiano por ser pobre y no tener dote. Un joven musulmán le prometió sacarla de la pobreza. Primero hubo de pasarse a la religión musulmana. Luego vino el matrimonio. Pero la joven fue repudiada y así, abandonada, la encontró el obispo. «De allí surgió la idea de dar una dote a las muchachas cristianas que no podían recibirla de la familia». Cada año Mons. Sampieri da dote -de 1.000 a 1.500 dólares- a 200 mujeres pobres, para comprar ropa, amueblar un dormitorio, etc.

Pero más grave que no tener dote es que los matrimonios jóvenes no encuentran casa. Por eso nació el proyecto de construir más de mil apartamentos y de ayudar a reconstruir o mejorar casas deterioradas en un barrio del delta del Nilo y en otros barrios pobres de Alejandría. Un comité laico católico-ortodoxo se encarga de valorar las peticiones y las atiende según la urgencia.

También se han impulsado los orfanatos de los franciscanos, y el obispo ha pedido a los fieles que recojan en sus casas a los niños cristianos huérfanos, cuyos gastos corren a cuenta del obispado. Hasta el momento hay más de un millar de niños acogidos de este modo.

También se organizan cursos de alfabetización y los jóvenes van a alguna de las 160 escuelas católicas que hay en Egipto, con 250.000 alumnos. «De esta manera podemos ofrecer también instrucción religiosa, que con frecuencia brilla por su ausencia», dice Mons. Sampieri.

Para financiar tanta actividad el obispo vendió a los coptos uno de los dos palacios arzobispales que recibió con su mandato. Pensó que, al estar situado en una ciudad con pocos católicos, estaba infrautilizado. Ingresó el dinero de la venta en el banco y ahora sostiene las iniciativas con los intereses.

En Jerusalén, los responsables de la Custodia de Tierra Santa han decidido alquilar gratuitamente apartamentos en el interior de la ciudad; en otros lugares reducen el precio a un tercio y animan a católicos u ortodoxos a quedarse. Ahora quieren construir apartamentos nuevos para matrimonios jóvenes a un precio cinco veces inferior al normal. La Custodia ha decidido alquilar y no vender, para no perder la propiedad del suelo, lo que traicionaría su misión.

Otro ejemplo de proyecto consolidado es la Universidad de Belén, fundada para contener la emigración de cristianos. Hoy estudian en ella 1.600 alumnos, de los que el 40% son católicos. La Custodia de Tierra Santa ofrece numerosas becas para hacer el doctorado en el extranjero, con la sola condición de regresar al país. Otras iniciativas, como la creación de fábricas o sastrerías, dan empleo a familias sin recursos.

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