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Francia, por la pendiente de la eugenesia

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«Francia está construyendo paso a paso una política de salud que flirtea cada vez más con la eugenesia», advierte Didier Sicard, presidente del Comité Consultivo Nacional de Ética, en declaraciones a «Le Monde» (3-02-2007). Sicard se manifiesta «profundamente inquieto» ante un despistaje casi sistemático en los embarazos para descubrir discapacidades del feto, con una lógica de «erradicación».

«La verdad central es que lo esencial de la actividad del diagnóstico prenatal va dirigido a la supresión y no al tratamiento. Así, ese despistaje remite a una perspectiva terrible: la de la erradicación. Y eso ocurre quizá más en Francia que en otros países», afirma Sicard, ex jefe del servicio de medicina interna del hospital Cochin, de París.

El aborto del discapacitado no se impone, pero la no aceptación de la propuesta lleva aparejada una sanción social. Como ejemplo paradigmático pone de relieve lo que está ocurriendo con el diagnóstico prenatal de la trisomía 21 (síndrome de Down) y la trisomía 18. «Parece -dice Sicard- como si en un momento dado la ciencia hubiera concedido a la sociedad el derecho a establecer que la venida al mundo de ciertos niños fuera colectivamente no deseada, no deseable. Y los padres que deseasen el nacimiento de estos niños debieran exponerse, además del sufrimiento asociado a este hándicap, a la mirada de la comunidad y a una forma de crueldad social que nace del hecho de no haber aceptado la propuesta hecha por la ciencia y reconocida por la ley». En Francia, el despistaje de la trisomía se hace, gratuitamente, en casi todos los embarazos.

El diagnóstico prenatal, como toda técnica, tiende a desarrollarse cuantitativa y cualitativamente, y «no estamos más que al comienzo de las posibilidades de despistaje de las afecciones genéticas», advierte Sicard. También señala que se intenta evitar todo debate sobre el particular: «Firmas particularmente agresivas, en términos de «dumping» y de «marketing», que no dudan en presentarse como realizadoras del bien público, califican de irresponsables a los que intentan debatir de manera crítica estas cuestiones».

Sicard señala tres motivos por los que esta mentalidad se ha desarrollado notablemente en Francia. «El primero es que estos despistajes son ideológicamente percibidos como un avance científico, de la Ilustración, de la Razón. (…) El segundo es la gran accesibilidad de estas técnicas. El tercero es de alguna manera la consecuencia de los dos primeros: el tremendo déficit en la acogida de las personas discapacitadas».

Sicard se atreve incluso a hacer comparaciones que traen a la memoria precedentes incómodos: «Estoy persuadido de que si Francia hubiera afrontado, con ocasión de un régimen nazi, prácticas eugenésicas similares [a las que se dieron en Alemania], hoy le repugnaría adentrarse por una pendiente particularmente peligrosa. En el siglo XXI, que se pueda considerar inaceptable el nacimiento de hijos hemofílicos, como consecuencia del progreso científico, es chocante. Es a la vez una locura y una irresponsabilidad».

Al mismo tiempo, Sicard dice que «puede comprender, en el estado actual de la legislación y de las prácticas francesas, ciertas decisiones de las familias afectadas por su sufrimiento y el de sus hijos».

«Profundamente inquieto»

El presidente del máximo órgano consultivo para cuestiones éticas reconoce que está «profundamente inquieto ante el carácter sistemático de los despistajes, ante un sistema de pensamiento único, ante el hecho de que todo esto se considere ya como un logro».

«El despistaje reduce a la persona a una característica», que se desea evitar. «No estamos ya muy lejos -pronostica Sicard- del callejón sin salida por los que [la humanidad] se adentró a finales del siglo XIX para hacer decir a la ciencia quién podría vivir y quién no. Pero la historia ha mostrado ampliamente a dónde pueden conducir los intentos de exclusión social de grupos humanos sobre la base de criterios culturales, biológicos, étnicos».

En Francia existen 206 laboratorios autorizados para hacer diagnóstico prenatal y 3 dedicados al diagnóstico preimplantatorio de embriones concebidos por fecundación «in vitro». Según datos que acaba de publicar la Agencia de Biomedicina (cfr. «Le Monde» 3-02-2007), en 2004 se realizaron 91.500 análisis de patrimonios genéticos de fetos. Estos análisis permitieron detectar 4.370 anomalías cromosómicas, de las que un 41% correspondían a la trisomía 21. En lo que se refiere al síndrome de Down, la prueba para detectar factores de riesgos se aplicó a 627.000 embarazadas. A partir de los resultados de esos análisis se realizaron 36.000 diagnósticos prenatales por amniocentesis.

En 2004 se realizaron 6.000 abortos por «razones médicas», una cifra que permanece estable desde 2002. En el 50% de los casos se debieron a diagnósticos de malformaciones del feto, y en más del 30% a anomalías cromosómicas.

Un estudio sobre los casos de síndrome de Down en la región de París pone de relieve que, como media, solo el 5,5% de las mujeres que saben que esperan un hijo con síndrome de Down deciden llevar a término su embarazo.

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