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El Parlamento Europeo se opone a las patentes de material genético

publicado
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El Parlamento Europeo (PE) ha rechazado el pasado día 1 un proyecto de directiva de la UE para proteger los inventos en el campo de la biotecnología. La mayoría contraria, de 240 diputados -principalmente verdes y socialistas- frente a 188 que votaron a favor y 23 que se abstuvieron, se opone a las patentes de genes y de manipulaciones del material hereditario. Para la Comisión Europea, la decisión del PE pone en peligro el futuro de la industria biotecnológica europea.

La votación no significa que en Europa no puedan patentarse inventos de la ingeniería genética. La Oficina Europea de Patentes (OEP) puede seguir registrándolos de acuerdo con la Convención Europea de Patentes, de 1973. Pero estas normas no dan tantas garantías como las propuestas en la directiva rechazada. Y la UE se queda sin marco legal común, de modo que las legislaciones nacionales podrán no reconocer en los respectivos países patentes otorgadas por la OEP. Lo que, según la Comisión, perjudica a la industria biotecnológica, que se retraerá de hacer las grandes inversiones necesarias para la investigación, al no tener asegurado un mercado amplio para sus inventos.

La directiva proponía autorizar patentes de nuevas plantas, animales genéticamente modificados, medicamentos producidos en organismos vivos e inventos obtenidos de genes humanos y de otras partes del cuerpo. Prohibía patentar partes del organismo, manipulaciones genéticas «contrarias a la dignidad humana» y procesos biotecnológicos que causaran «sufrimientos desproporcionados» a los animales.

Este proyecto legislativo llevaba discutiéndose más de seis años, pues las objeciones del PE impedían que se llevara a término (ver servicio 165/92). La última versión era fruto de una comisión de conciliación formada por eurodiputados y representantes de los gobiernos. Los parlamentarios la han rechazado por considerar que conduciría a la explotación comercial del cuerpo humano, a experimentos crueles con animales y a que se liberasen al medio ambiente, con consecuencias imprevisibles, organismos alterados genéticamente.

Para comprender los argumentos de la mayoría del PE y la postura contraria, es útil recordar el caso de la proteína H2-relaxina, cuya patente fue otorgada por la OEP en 1991. En noviembre pasado, un grupo de eurodiputados ecologistas pidió que se revocase la patente. Esta proteína, producida en los ovarios, permite que se dilate la musculatura pélvica de la mujer durante el embarazo y el parto. Un centro de investigación australiano la descubrió, identificó el gen con el que se sintetiza y halló el modo de producirla artificialmente. La OEP concedió la patente del gen, de la relaxina y del proceso de producción. La relaxina artificial se comercializa por su utilidad para la fecundación in vitro, especialmente.

Los parlamentarios europeos alegaron que es inmoral patentar un gen humano, pues equivale a patentar la vida. Al rechazar el recurso, a mediados de enero, la OEP respondió que el ADN no es la vida: «Aunque se clonaran todos los genes del cuerpo humano, sería imposible producir un ser humano a partir de ellos». Los diputados decían también que el invento constituye una explotación comercial de la mujer. La OEP replica que las embarazadas que donaron los tejidos necesarios para la investigación habían dado su consentimiento, y que ahora la relaxina se sintetiza en laboratorio. Otro argumento del recurso era que un gen no es patentable, pues no es un producto nuevo. La OEP contesta que se puede patentar toda sustancia que no se encuentre libre en la naturaleza: si es preciso aislarla, el proceso de obtención es patentable; si era desconocida y el descubridor revela la composición, se puede patentar la sustancia misma; y antes de esta invención, no se conocía la relaxina.

La cuestión de las patentes es vital para la industria biotecnológica, que atisba un negocio colosal: terapia génica, nuevos medicamentos, vegetales y animales de múltiples usos… De momento, sin embargo, la bioingeniería es sobre todo prometedora. Las ventas de los medicamentos ya obtenidos por estas técnicas no son aún gran cosa (7.700 millones de dólares en 1993). En Estados Unidos, número uno mundial en biotecnología, el sector pierde alrededor de mil millones de dólares anuales; sólo obtienen beneficios el 1% de las 1.311 empresas del ramo. Resultado: el valor de las acciones de estas compañías ha bajado casi un 30% desde 1991.

La proliferación de hallazgos, visible en los periódicos, no debe llamar a engaño: la ingeniería genética todavía tiene más técnicas nuevas que aplicaciones útiles para ellas.

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