El aborto pone a prueba la diversidad de la izquierda

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El aborto es una de las “guerras culturales” que enfrentan a los dos partidos más importantes de Estados Unidos. Mientras el Republicano tiende a promover restricciones al aborto, el Demócrata se opone a ellas. Pero ante las elecciones de mitad de mandato en 2018, algunos líderes demócratas se preguntan si el apoyo al aborto legal tiene que seguir siendo una seña de identidad de la izquierda y, por tanto, un requisito exigible a todos los candidatos.

¿Qué convierte a un candidato en un demócrata de pura cepa? ¿Basta que priorice la justicia social y se centre en mejorar las condiciones materiales de vida, o se le ha de exigir también la adhesión incondicional a la ortodoxia progresista que trajo la Nueva Izquierda en los años 60 y 70?

La cuestión se planteó el pasado abril, a raíz de un puñado de elecciones parciales al Congreso y de otras locales. El Partido Demócrata acababa de emprender su “gira de la unidad”, pensada para reunir a sus dos corrientes principales. De parte del establishment iba Tom Pérez, nuevo líder del Comité Nacional Demócrata (CND) y el primer hispano en presidirlo. Con él –pero a su aire–, el carismático Bernie Sanders, que pese a estar registrado como independiente, se ha convertido en el favorito de un sector de las bases demócratas.

Sanders, contra la uniformidad

Durante la gira, Sanders respaldó públicamente a Heath Mello, candidato demócrata a la alcaldía de Omaha (Nebraska) y miembro de la asamblea legislativa de su estado entre 2009 y 2016. Su historial de votaciones encaja con la idea de progresista que tiene Sanders: Mello ha apoyado subidas salariales, la expansión de Medicaid, medidas a favor del medio ambiente… En el acto de apoyo a Mello también estaba el vicepresidente del CND, Keith Ellison, quien sustituyó a Pérez, presente en otro acto.

Sin embargo, para NARAL Pro-Choice America, Mello no es un progresista, pues siendo diputado estatal había votado a favor de restricciones al aborto. El caso más comentado en los medios fue su apoyo a una ley que exigía a los médicos informar a las mujeres que querían abortar sobre la posibilidad de hacerse un ultrasonido gratis. También votó a favor de prohibir el aborto después de la semana 20 del embarazo; prohibir la cobertura del aborto en el seguro médico; medidas de atención prenatal para las inmigrantes indocumentadas…

Ahora bien, durante su campaña para la alcaldía, Mello dijo a The Huffington Post que, si ganaba, “no haría nada para restringir el acceso a los cuidados de salud reproductiva” y prometió su apoyo a Planned Parenthood.

A NARAL no le pareció suficiente y, el mismo día que recibió el respaldo de Sanders, su presidenta, Ilyse Hogue, calificó el apoyo a Mello de “decepcionante” y “políticamente estúpido”. Tom Pérez, que estaba en Georgia arropando a otro candidato, reaccionó rápidamente con un comunicado en el que reafirmó el compromiso del Partido Demócrata con “el derecho de cada mujer a tomar sus propias decisiones en materia de salud reproductiva y a acceder a los servicios de aborto seguro”.

Por su parte, Sanders se defendió de las críticas y pidió más apertura de mente al partido. “En algunos estados conservadores habrá candidatos [demócratas] que sean populares y que quizá no estarán de acuerdo conmigo en todos los temas. Lo entiendo. La política va de eso”, dijo en declaraciones a NPR. “Tenemos que valorar los lugares de los que proviene la gente y hacer lo posible por luchar a favor de la agenda pro-choice. Pero creo que no puedes excluir a alguien solo porque discrepa de nosotros en un asunto”.

Candidatos provida con derecho a decidir

En este contexto, el grupo Democrats for Life of America (DFLA) pidió reunirse con Pérez para asegurarse de que el partido no continuaba con la línea dura a favor del aborto, acentuada en los últimos años. La reunión se produjo en junio, según informa Clare Floran en The Atlantic. Y, de momento, ha conseguido llevar a la opinión pública el debate sobre el pluralismo ideológico del Partido Demócrata. Este presume de ser la formación que más diversidad étnica y de género aporta al Congreso, lo que es cierto. Pero en temas controvertidos como el aborto, la familia o la sexualidad, la variedad de opiniones es reducida.

En aquel encuentro, DFLA presentó a Pérez una lista de exigencias para garantizar un mínimo de pluralismo en el partido. Floran destaca las siguientes:

1. Una declaración pública del Comité Nacional Demócrata y una carta personal dirigida a los líderes demócratas estatales y locales, “en las que explique que el partido no apoya ningún test de pureza ideológica en la cuestión del aborto ni presionará a nadie para que cambie su postura sobre la vida”.

2. Abandonar el intento de derogar la enmienda Hyde de 1976, que limita la financiación del aborto con fondos de Medicaid a los supuestos de violación, incesto y grave peligro para la vida de la madre. Esta ley, que tiene que ser aprobada cada año en el Congreso, no suscitaba desacuerdos notables hasta ahora. Pero en 2016 el Partido Demócrata introdujo en su programa el compromiso de terminar con esta enmienda, para extender la financiación pública del aborto a más casos.

3. Crear un comité específico, dentro del partido, que brinde apoyo a los demócratas provida.

Al CND no le gusta este debate y, por ahora, ha respondido con declaraciones vagas, que van en la línea de escuchar a todos. El líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, también se suma a las palabras vaporosas e insiste en que en el Partido Demócrata cabe gente con posturas diversas, pero añade: “No nos equivoquemos: somos un partido pro-choice, fuertemente pro-choice”. Otros, en cambio, dejan la puerta más abierta: la homóloga de Schumer en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosy, también pro-choice, afirma que “por supuesto” puede haber demócratas contrarios al aborto. Y Ben Ray Luján, director ejecutivo del Comité Demócrata de Campaña del Congreso y representante por Nuevo México, sostiene que “no hay ningún test de pureza ideológica para ningún candidato”.

Más aborto, menos diversidad

Michael Wear, exasesor de Obama en temas religiosos durante su primer mandato (2009-2011) y en la campaña presidencial de 2012, lamenta que los líderes demócratas hayan ido expulsando de hecho a sus votantes provida. “El Partido Demócrata solía dar la bienvenida en sus filas a quienes no apoyaban el aborto. Ahora estamos tan lejos de esto, que es insensato”, explicaba a The Atlantic (cfr. Aceprensa, 9-01-2016). En un largo artículo publicado en Politico, sitúa en contexto la trayectoria demócrata de los últimos años.

Su versión es que, al principio del primer mandato, Obama tenía intención de sacar adelante una iniciativa bipartidista para reducir el número de abortos. Los trabajos de la comisión preparatoria –en la que participó el propio Wear– se centraron en identificar políticas en las que tanto los partidarios y los contrarios al aborto pudieran ponerse de acuerdo. Entre otras, señalaron la necesidad de combatir la discriminación laboral hacia las embarazadas o de promover los servicios de adopción.

Aunque algunos de estos programas salieron adelante tiempo después, la iniciativa no prosperó. Wear reparte las culpas. Por parte de los grupos provida con los que se reunió el equipo de la Casa Blanca hubo muchos recelos y alguna deslealtad como, por ejemplo, hacer público el contenido de uno de esos encuentros. Su actitud dio munición a los demócratas de línea dura, que tampoco estaban cómodos con la idea de un “terreno común” y recelaban de cualquier componenda con el “derecho al aborto”.

El debate sobre la financiación pública del aborto en la reforma sanitaria de Obama complicó más las cosas. Un grupo de congresistas demócratas amenazó con no apoyar la ley si no se excluía la financiación. El partido, explica Wear, era consciente de que, sin el apoyo de ese grupo de congresistas díscolos, la reforma no saldría adelante. Pero tampoco quería disgustar a los grupos pro-choice. Finalmente, en 2010 Obama firmó un decreto presidencial en el que se comprometió a mantener la “enmienda Hyde”.

Sin embargo, “el mal ya estaba hecho”, añade Wear. Las relaciones con los contrarios al aborto se tensaron, pues no entendían que los demócratas no hubieran sacado desde el principio de las negociaciones la financiación del aborto con dinero público. Además, por entonces el Partido Demócrata decidió prescindir de más de una docena de candidatos provida en las elecciones legislativas de 2010.

Hacia el final de 2011, la posibilidad de alcanzar un acuerdo en este asunto se vio definitivamente frustrada por dos polémicas importantes: el “mandato anticonceptivo”, que exigía a los empleadores financiar anticonceptivos, varios tipos de píldora con posible efecto abortivo y la esterilización en los seguros médicos de sus empleadas; y la campaña de desprestigio lanzada por los demócratas contra los republicanos, a quienes acusaron de emprender una “guerra contra las mujeres” por oponerse al aborto.

A estas alturas del relato, surgen dudas de hasta qué punto era creíble el deseo de Obama de llegar a un “terreno común” en la cuestión del aborto. Wear intenta ser equidistante –culpando a unos y a otros–, aunque también constata los hechos: “Bajo su presidencia, la Casa Blanca no propuso una sola restricción al aborto, pese a que en el debate final de las presidenciales de 2008 [Obama] había dicho que estaba ‘completamente de acuerdo con la prohibición de los abortos tardíos’, y pese a que en la campaña para esas elecciones reiteró su disponibilidad a las restricciones al aborto”.

En opinión de Wear, el hecho de que Obama no propusiera ni apoyara ninguna restricción “sugiere que o bien esas declaraciones no eran más que postureo político, o bien sus intenciones se vieron desbordadas por el cálculo político y los compromisos una vez llegó a ser presidente”.

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