Diagnósticos preocupantes sobre la juventud británica

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Análisis
Gran Bretaña está intentando todo, salvo lo evidente, para educar mejor a los niños

El pasado octubre, el Institute for Public Policy Research (IPPR) acaparó titulares con un informe en el que se afirmaba que los jóvenes británicos son los que peor se comportan en Europa y que sus mayores les temen.

Basándose en investigaciones internacionales, el informe -«Huérfanos de la Libertad»- asegura que los adolescentes británicos se emborrachan con más frecuencia, participan en más peleas y es más probable que hayan tenido relaciones sexuales que sus homólogos de Alemania, Francia e Italia. Un estudio muestra que el 38% de los quinceañeros británicos ha probado el cannabis, frente lo que ocurre en Suecia y Alemania, donde sólo lo han probado el 7% y el 27%, respectivamente, de los jóvenes de la misma edad.

El año pasado, más de un millón y medio de británicos consideraron la posibilidad de cambiarse de barrio para huir de los jóvenes de la zona. Alrededor de un millón setecientos mil reconocen que evitan salir después del ocaso, algo que es directa consecuencia de las reuniones de jóvenes.

Durante las últimas semanas, los comentarios de los medios de comunicación han estado salpicados de toques de atención sobre la necesidad de aplicar nuevamente castigos corporales a esos jóvenes bribones. Numerosas respuestas se encuadraban en un estrecho espectro que iba desde el lamento por la pobreza y las divisiones de clase que generan privaciones sociales, hasta ataques más directos, aunque sutiles, contra el liberalismo económico.

Un vacío de habilidades sociales

El IPPR, una organización de centro-izquierda, adopta el análisis basado en razones de clase y pobreza pero le da un nuevo giro. Arguye que los jóvenes nacidos en las clases de bajo nivel socio-económico a lo largo de los últimos treinta años han perdido la oportunidad de mejorar a través del trabajo, debido a que el mercado laboral demanda cada vez más habilidades sociales que dependen de la riqueza familiar y de una larga educación. Mientras que los jóvenes de clase más acomodada dedican tiempo a lecciones de música o clases extra, los de menos medios económicos simplemente «holgazanean» con sus iguales o ven la televisión. De esta forma, reciben una influencia cada vez menor de los adultos y se vuelven mucho más susceptibles al consumismo y a la pasión por las «marcas».

Es una teoría plausible, si bien no explica ciertas diferencias existentes entre el Reino Unido y otros países europeos. La estructura familiar inglesa es una de las más débiles: por ejemplo, el 45% de los jóvenes mayores de 15 años pasa las tardes fuera de casa (en Francia son solo el 17%) y solo el 64% cena con la familia (en Italia lo hacen el 93%). El IPPR reconoce que la cultura familiar es más sólida en Italia y en Francia. Luego están los países nórdicos, donde la estructura familiar no es sólida, pero el comportamiento juvenil es mejor. Bueno, asegura el IPPR, eso se debe a que tienen un mayor gasto social y a que hay menos pobreza infantil.

Todo ello sugiere que Gran Bretaña se enfrenta a una elección: gastar más para compensar la debilidad de las familias o adoptar políticas que refuercen dicha institución. Es una opción a la que ha de hacer frente todo país económicamente avanzado, pero sólo los Estados Unidos se han puesto firmemente al lado de la familia. El Reino Unido, bajo el gobierno de centro-izquierda de Tony Blair, ha optado de hecho, si no a propósito, por la asistencia social.

Hay que reconocer que el gobierno de Blair está muy interesado en que los padres cumplan su tarea de educadores. Ahora acaba de anunciar que psicólogos especializados en educación infantil y juvenil serán desplegados en 67 áreas conflictivas del país para ayudar a los padres a educar a los hijos y marcarles unas pautas de comportamiento.

Intervenciones de este tipo señalan atinadamente las influencias negativas a las que están sometidos los niños, aunque son iniciativas que se preocupan más del «cableado» de sus cerebros que de sus almas, y más de las «habilidades» personales que de las virtudes. Y aunque hablan de paternidad e incluso de familias, en lo que fallan por completo es en abordar la descomposición de la misma vida familiar.

Familias débiles

Esto es lo que va mal con los jóvenes británicos: uno de cada cuatro vive en hogares monoparentales, en el 90% de los casos a cargo de la madre. En 2003, en Inglaterra y Gales, 153.500 niños de menos de dieciséis años se vieron afectados por el divorcio de sus padres; de ellos, un poco más de la quinta parte tenían menos de cinco años. Un número importante de niños (casi 200.000 hace cinco años) no vive con ninguno de sus padres. La tasa de embarazos de adolescentes sigue siendo una de las más altas de Europa occidental, a pesar, o más probablemente a causa, de un bombardeo de consejos anticonceptivos.

En los Estados Unidos, la política de asistencia social y de incentivo al trabajo se complementa con la promoción del matrimonio y la educación en la continencia para adolescentes. Pero la Gran Bretaña oficial se niega a comprometerse con la familia basada en el matrimonio y con una ética sexual que lo apoye. De acuerdo con una legislación que trata al matrimonio y a las uniones civiles (cualquiera que sea la combinación de sexos) por igual, el gobierno abolió de sus formularios en 2003 la expresión «estado civil». Y lo que antes era la Asignación para Matrimonios ha sido sustituida, excepto para parejas de más edad, por medidas fiscales y prestaciones que tratan por igual a las parejas, independientemente de que estén «casadas» o «vivan juntas».

El informe «Huérfanos de la Libertad» resulta sintomático de esta negativa a reconocer el valor del matrimonio. Para tratarse de un documento socialista, reconoce que los problemas de comportamiento que afectan a la juventud británica resultan, en cierta medida, de «cambios en las familias, tales como el mayor número de progenitores que trabajan y las tasas crecientes de divorcios y de familias monoparentales». Reconoce que las investigaciones realizadas en los EE.UU. muestran que «los niños que crecen en una familia intacta, compuesta de padre y madre, con sus padres biológicos, salen mejor librados en una amplia gama de resultados que los niños criados en una familia monoparental».

Pero al fin y al cabo, el informe trata los «cambios en las familias» nada más que como cambios, «tendencias que probablemente no se invertirán» (¿porque forman parte de la «evolución» de la sociedad?), y que, de hecho, no deberían corregirse porque ello «quitaría recursos a las familias monoparentales, que suelen estar muy necesitadas de apoyo económico, y supone un imperativo moral innecesario». Innecesario porque otras investigaciones han revelado que «la condición de casados importa mucho menos que otros muchos factores para que las parejas permanezcan unidas» y que «los niños que crecen en el seno de formas familiares no tradicionales pueden tener éxito si reciben una educación familiar cariñosa, estable y coherente».

El matrimonio importa

No todos los británicos están de acuerdo con este análisis de la situación. Los mismos hechos cuentan otra historia. Las afirmaciones de que hay poca diferencia entre la familia fundada sobre el matrimonio y la de otros tipos, quedan desmentidos por un importante estudio llevado a cabo por Community Family Trust de Bristol y publicado en septiembre.

Con datos tomados del Estudio de Cohorte del Milenio realizado en el Reino Unido -un estudio en curso de 18.819 niños y sus familias-, el informe reveló que existen importantes diferencias en cuanto a estabilidad familiar entre parejas casadas y no casadas en los primeros años de la paternidad, aun después de descontar factores socioeconómicos. «Destaca sobre todo la diferencia del riesgo de ruptura familiar entre las parejas casadas y las que cohabitan. Baste decir que incluso el 20% más pobre de las parejas casadas son más estables que el 20% más rico de las parejas que cohabitan».

¿Cómo lograr «una educación familiar cariñosa, estable y coherente » o cómo eliminar la pobreza infantil en relaciones que son inherentemente menos estables que el matrimonio? A juzgar por el panorama actual, ni siquiera un enorme y permanente aumento de la ayuda económica y de apoyo educativo lo conseguirán.

Carolyn Moynihan

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