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Despertar las conciencias frente al drama de los inmigrantes

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.

El Papa Francisco ha dedicado su primer viaje del Pontificado a los refugiados de la isla de Lampedusa. La reciente noticia de la muerte de siete inmigrantes norteafricanos, que agarrados a las redes de un barco cruzaban el Canal de Sicilia, sacudió el corazón del Santo Padre. Los tripulantes del pesquero, al detectar a los polizones, cortaron las redes.

Después de saludar a los inmigrantes, la mayoría musulmanes, el Papa les dijo que la iglesia les está cercana en la búsqueda una vida más digna. Con ornamentos morados de misa penitencial, dedicada al perdón de los pecados, Francisco celebró a las 10,30 con refugiados. El Evangelio proclamado fue la huída a Egipto de José y María de Nazaret con el niño Jesús y el asesinato de los inocentes por parte de Herodes. Destacamos algunos textos de la homilía de Francisco.

“He sentido que debía venir aquí hoy a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias”

Recuperar la fraternidad humana
“Inmigrantes muertos en el mar, desde esas barcas que en lugar de ser una vía de esperanza han sido una vía de muerte. Así es el titular de los periódicos. Cuando hace algunas semanas he conocido esta noticia, que lamentablemente tantas veces se ha repetido, mi pensamiento ha vuelto a esto continuamente como una espina en el corazón que causa sufrimiento. Y entonces he sentido que debía venir aquí hoy a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita”. El Papa expresó su agradecimiento a los “habitantes de Lampedusa y Linosa, a las asociaciones, a los voluntarios y a las fuerzas de seguridad, que han mostrado y muestran atención a las personas en su viaje hacia algo mejor. Ustedes son una pequeña realidad, ¡pero ofrecen un ejemplo de solidaridad!”.

El Papa formuló estas preguntas: “¿Adán, dónde estás?: es la primera pregunta que Dios dirige al hombre después del pecado. ‘¿Dónde estás?’. Es un hombre desorientado que ha perdido su lugar en la creación porque cree que puede volverse potente, que puede dominar todo, que puede ser Dios. Y la armonía se rompe, el hombre se equivoca y esto se repite también en la relación con el otro que ya no es el hermano al que hay que amar, sino sencillamente el otro que disturba mi vida, mi bienestar. Y Dios hace la segunda pregunta: ‘Caín, ¿dónde está tu hermano?’. El sueño de ser poderoso, de ser grande como Dios, es más, de ser Dios, lleva a una cadena de equivocaciones que es cadena de muerte, ¡conduce a derramar la sangre del hermano!”.

“Hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos habituado al sufrimiento del otro!”

“¡Estas dos preguntas de Dios resuenan también hoy, con toda su fuerza! Muchos de nosotros, también yo me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en que vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para todos y ya no somos capaces ni siquiera de custodiarnos unos a otros. Y cuando esta desorientación adquiere las dimensiones del mundo, se llega a las tragedias como a la que hemos asistido”.

“¿Dónde está tu hermano?’, la voz de su sangre grita hasta mí, dice Dios. Esta no es una pregunta dirigida a los demás, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros. Esos hermanos y hermanas nuestros trataban de salir de situaciones difíciles para encontrar un poco de serenidad y de paz; buscaban un lugar mejor para ellos y para sus familias, pero han encontrado la muerte. ¡Cuántas veces aquellos que buscan esto no encuentran comprensión, acogida, solidaridad! ¡Y sus voces suben hasta Dios!”.

La sangre de tu hermano
El Papa recordó su anterior conversación con un refugiado: “He escuchado recientemente a uno de estos hermanos. Antes de llegar aquí han pasado por las manos de los traficantes. Esos que explotan la pobreza de los demás. Esa gente que hace de la pobreza de los demás su propia fuente de ganancia. ¡Cuánto han sufrido… y algunos no han logrado llegar! ‘¿Dónde está tu hermano?’. ¿Quién es el responsable de esta sangre? (…) También hoy esta pregunta surge con fuerza: ¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? ¡Nadie! Todos nosotros respondemos así: no soy yo, yo no tengo nada que ver, serán otros, ciertamente no yo”..

“Pero Dios pregunta a cada uno de nosotros: ‘¿Dónde está la sangre de tu hermano que grita hasta mí?’ Hoy nadie se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, del que habla Jesús en la parábola del Buen Samaritano: miramos al hermano medio muerto en el borde del camino, quizá pensamos ‘pobrecito’, y continuamos por nuestro camino, no es tarea nuestra; y con esto nos tranquilizamos y nos sentimos bien. (…) En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos habituado al sufrimiento del otro, no nos concierne, no nos interesa, no es un asunto nuestro!”.

Contra la globalización de la indiferencia
“Pero yo querría que nos hiciéramos una tercera pregunta: ¿Quién de nosotros ha llorado por este hecho y por hechos como éste?. ¿Quién ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién ha llorado por estas personas que estaban en la barca? ¿Por las jóvenes mamás que llevaban a sus niños? ¿Por estos hombres que deseaban algo para sostener a sus propias familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llorar, del ‘padecer con’: ¡la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar!”.

“Señor, concluyó el Papa, en esta Liturgia, que es una Liturgia de penitencia, pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado, se ha encerrado en su propio bienestar que lleva a la anestesia del corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas. ¡Perdón Señor! Señor, que escuchemos también hoy tus preguntas: ¿Adán, dónde estás?, ¿dónde está la sangre de tu hermano?”.

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