Águila Roja: jueves a las 22:15 en La 1.
Los protegidos: martes a las 22.00 en Antena 3 y sábados a las 16.00 en Antena Neox.
Águila Roja es otra serie de producción nacional (Globomedia, para TVE) que consigue atraer a grandes audiencias y confirma el buen momento de la ficción española, en la estela de El internado, Herederos o La señora. Una producción de calidad que cuenta, además, con el hábil apoyo promocional de la cadena y una programación muy acertada.
La serie mezcla ingredientes que parecen garantizar su éxito, teniendo en cuenta el sector de población que forma la base principal de TVE: en síntesis, tramas y personajes atractivos y asequibles.
Por un lado, las tramas consiguen atrapar con cierto toque de misterio a esa parte de la audiencia que gusta de la intriga pero se siente superada por los saltos en el tiempo, la complejidad de situaciones y la abundancia de cambios que se sufren en otras series con aire de thriller. En Águila roja sólo chirría la mezcla de acción y secretos solapados con descarados amoríos en una sucesión muchas veces injustificable.
Y, por otro, un abanico amplio de personajes: niños y adultos cabalmente mezclados para contentar a muchos. Parece que en esta segunda temporada aumentará la presencia de los jóvenes, un grupo que, hasta ahora, puede sentirse atraído por la coreografía de las peleas y las escenas de acción, pero está menos interesado en las tramas que plantea la historia.
Sin pretensiones de veracidad histórica
Algunos aficionados al género histórico, poco exigentes con el rigor de los hechos, personajes y ambientaciones, disfrutan con las referencias que salpican cada episodio: en el último, la aparición de Las Meninas, un eco de las intrigas palaciegas de la corte de los Austrias, el esfuerzo de Felipe IV por acabar con la corrupción, la sugerente alusión a los hijos ilegítimos del rey…
Sin embargo, la historia no es más que un telón de fondo a un hilo narrativo que incide más en las relaciones entre los personajes que en la veracidad histórica. El joven maestro -”Gonzalo”, educado en el Oriente en técnicas de lucha que le convierten en un super-héroe (con pasado oscuro, como Batman, pero en colorado)- tiene un claro conflicto con su hijo (que no acepta el pacifismo de su padre y busca vengar la muerte de su madre) y con una amiga del pasado, la perversa marquesa de cuento para adultos. Completan el elenco un grupo de personajes, de trazos sencillos pero bien perfilados (un comisario implacable, un monje misterioso, un rey bondadoso, un joven noble impertinente…), encabezados por “Satur”, el criado para todo, epítome del cómico secundario de la tragedia clásica.
Como es habitual en la literatura de consumo con ambientación histórica, la imagen de la Iglesia católica sale malparada. En esta temporada, da cara al villano un cardenal corrupto, libertino y ambicioso, enredado con la marquesa (Lucrecia de nombre, por si alguno no captara la referencia) y dispuesto a cualquier cosa con tal de hacerse con el control del Vaticano. Por desgracia, es sólo otra incursión más en el ambiente moral relajado que transpira esta serie que muestra, con regularidad, escenas de fuerte sensualidad y desnudos explícitos.
Algunos temas de más calado -dentro de la superficialidad propia de una serie- siguen las tendencias presentes en las producciones actuales: la necesidad de “salvarse uno mismo para salvar a otros” (rasgo común de personajes tan dispares como “Michael Scoffield” en Prison Break, “Peter Petrelli” en Héroes o “Jack Sheppard” en Perdidos) también define al protagonista de Águila roja; o la ambigüedad entre “héroes y villanos”, que permite cambiar el registro moral de los personajes con un ligero toque a sus intenciones. ¿Será por eso que ahora tenemos de malo al “Cardenal Mendoza”? ¿Para que el “Comisario” pueda mostrar, como hizo en el primer capitulo de esta temporada, un lado compasivo inesperado?
Los protegidos
La nueva serie de Antena 3 se estrenó el martes, 12 de enero, con resultados de audiencia muy prometedores (18,6% de share y 3.678.000 espectadores). Producida por Ida y Vuelta, del grupo Boomerang, creadores de éxitos como Motivos personales y Física o Química, la historia gira en torno a una pareja unida en circunstancias azarosas (“Mario”, interpretado por Antonio Garrido, y “Jimena”, la colombiana Angie Cepeda) que debe proteger a un grupo de chicos con habilidades especiales. Los aficionados a las series descubrirán ecos de Héroes (para los que hayan seguido esa serie de NBC en las autonómicas), toques de El internado y apuntes de Física o Química.
Aunque la producción está catalogada como comedia -así la ha descrito su protagonista-, en el primer episodio tuvo más peso la intriga que la risa; lo cómico (guiños a otras series, por ejemplo) estaba sólo como aderezo. Sin embargo, contiene los elementos para convertirse en serie familiar: amplio rango de edades de los personajes (niños, adolescentes y adultos), narrativa asequible (elementos dosificados para mantener el interés, pero sin abrumar ni desconcertar) y momentos de violencia y drama suavizados para todas las audiencias.
Ya se verá cómo desarrollan las tramas en el futuro: la parte de intriga no parece compleja (los malos, simples: un grupo que usa ropa y vehículos negros y se mueve con motivaciones igual de oscuras); las relaciones entre los adolescentes prometen echar chispas en el futuro; la acción no es trepidante, pero los efectos resultan más que apropiados (un trabajo comedido que no decepciona, producido por la empresa española de efectos digitales El Ranchito), y el punto de partida -esas habilidades para mover cosas con la mente o volverse invisible, tan de moda en las pantallas, aunque un poco forzado, responde a las expectativas del género.
Los personajes, bien dibujados y atractivos: la pareja de adultos, con lo suficiente para dar verosimilitud; los adolescentes, situados en polos opuestos para crear más tensión en esa edad ya de por sí cargada; los niños, como niños, sobre todo en su relación con los mayores. La interpretación, como sucede con frecuencia en las series de producción española en sus inicios, fue irregular: el episodio de presentación de personajes y planteamiento de situaciones no ayudaba a los actores. Los mejores, los niños.
La producción, cuidada y sin estridencias: un buen diseño sin efectismos y con buenos recursos para los flashbacks y transiciones de calidad (el efecto cómic, por ejemplo); cierta premura en la edición de las escenas de acción y en algunos diálogos. Desencantará a los que busquen experiencias similares a las de otros productos de ficción norteamericanos: la diferencia no está en el originalidad, sino en el presupuesto.
En conjunto, aunque sea arriesgado opinar sólo después de un capítulo, una serie que parece prometer calidad como entretenimiento familiar.
Aviso: la duración del primer episodio, incluidas las pausas para la publicidad, llegó a las dos horas y media.