Las familias italianas se manifiestan en la calle

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Roma. Varios cientos de miles de italianos se concentraron el sábado 12 de mayo en la plaza de san Juan, tradicional escenario de las reivindicaciones sindicales, en una insólita manifestación bajo el lema «Más Familia». Fue el punto culminante y festivo de varios meses de polémicas, políticas y mediáticas, desencadenadas cuando el gobierno presentó un proyecto de ley sobre las parejas de hecho (ver Aceprensa 18/07).

El «Family Day» fue convocado por organizaciones de la sociedad civil, al margen de los partidos políticos. Aunque la iniciativa surgió en el ámbito de las asociaciones católicas, sus promotores supieron presentar una convocatoria que iba más allá de las fronteras confesionales. Una de las ideas de fondo de la movilización fue precisamente que la promoción de la familia no es algo confesional, ni tampoco de derechas o de izquierdas.

La misma elección de los portavoces resultó sorprendente para quienes quisieron interpretar esta manifestación como «una estrategia de los obispos». Por un lado, la escritora y ensayista Eugenia Roccella, antigua líder feminista e hija del cofundador del Partido Radical (promotor, entre otras, de la ley del aborto); y por otro, Savino Pezzotta, ex secretario general de la CISL, uno de los mayores sindicatos italianos.

«Queremos que nuestro país ponga al centro el tema de la familia, desde el punto de vista cultural, social, económico y político», dijo Pezzotta. «La familia es cada vez más un ‘asunto’ público que contribuye a formar la cohesión social y la calidad del desarrollo, elementos sin los cuales nuestra república se deshace. Queremos hacer de la familia una ‘causa nacional’ y establecer el principio de que cada uno pueda tener los hijos que desee sin que esto comporte una drástica disminución del nivel de vida».

Tono positivo

El tono positivo fue posiblemente uno de los aspectos que más llamó la atención a los principales medios de comunicación, que se vieron en buena medida descolocados por tal multitud de gente normal, habitualmente poco representada en la televisión y en los periódicos. Algunos recordaron lo sucedido hace dos años con el referéndum sobre la ley de fecundación artificial, cuando el resultado de las urnas contradijo la línea que machaconamente habían propuesto esos mismos medios (ver Aceprensa 76/05).

«¿Por qué estamos aquí?», se preguntó Roccella. «Porque tenemos en el corazón una experiencia fundamental que nos une: todos hemos nacido en el seno de una mujer, generados por un acto de amor entre un hombre y una mujer. Somos todos hijos: laicos y católicos, creyentes y no creyentes, musulmanes y judíos, homosexuales y heterosexuales».

Aunque la chispa que despertó la movilización fue el proyecto de ley sobre las parejas de hecho, se evitó que la oposición a ese proyecto se entendiera como un no saber comprender los problemas de esas parejas. Por esa razón, en el manifiesto que dio origen a la manifestación se propone la tutela de los convivientes, pero se subraya que se debe hacer a través del derecho común ordinario, no por medio de leyes específicas.

Nadie juzga los comportamientos personales, dijo Roccella, pero la familia -tal y como la reconoce la constitución italiana- «se funda en el matrimonio, es decir, el compromiso asumido ante la colectividad, un compromiso fuerte en su duración, basado en los deberes recíprocos y en las garantías para las partes más débiles, los hijos en primer lugar».

Roccella señaló la contradicción que implica «rechazar el matrimonio y criticar la idea de que el amor se pueda reconocer en un ‘pedazo de papel’ y al mismo tiempo buscar un cuasi reconocimiento público, una firma en un registro… el famoso ‘pedazo de papel’».

Queda como anécdota una contra-manifestación paralela organizada en otra zona de Roma por el Partido Radical, los Verdes, Refundación Comunista y otros grupos políticos. El acto se tuvo que retrasar, pues a la hora prevista para el inicio la zona estaba más poblada de turistas que de manifestantes. A pesar de ello, lograron un buen eco mediático, que es lo que se pretendía (aunque para algunos comentaristas resultó más bien un «boomerang»).

Todavía es pronto para valorar las consecuencias de la manifestación «Más Familia». Pero un efecto ha conseguido ya: introducir en la agenda política la conciencia de que Italia es uno de los farolillos rojos de Europa en políticas sociales sobre la familia, que en muchos casos resultan incluso penalizadas.

Además, se ha visto que existe una «fuerza tranquila» anticonformista, de muchos millones de personas, que no está de acuerdo en aceptar que modernidad significa el fin de la familia. Que apuesta por el sentido común -por el dato natural de lo que es una familia- y deja de lado el lugar común de cierta cultura dominante.

Diego ContrerasACEPRENSA

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