En Malasia es difícil dejar de ser musulmán

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El caso de Lina Joy ha dividido a la sociedad malasia. Esta mujer de 42 años se convirtió hace 8 del islam al cristianismo, pero los tribunales civiles no le han permitido casarse con su novio cristiano. Como argumento esgrimen que su condición oficial de musulmana obliga a remitir el caso a los tribunales islámicos, con competencias en asuntos como el matrimonio o las herencias. El problema para Joy es que en sólo uno de los trece estados de la federación malasia está contemplada la renuncia al islam, y no sin someterse antes a un duro programa de «educación» durante varios años. En otro estado, abandonar la religión musulmana se paga con la pena de muerte, aunque esa ley hasta ahora nunca ha sido aplicada.

El caso se encuentra ahora en el Tribunal de Apelaciones, la máxima instancia civil. El abogado de Joy, según recoge el «International Herald Tribune» (25-08-2006), defiende que la libertad religiosa reconocida en la Constitución debe prevalecer sobre el derecho islámico. Según los fallos previos de los tribunales civiles, la libertad religiosa está limitada por el carácter oficial del islam, ya que la Constitución define a los malasios como musulmanes.

La complejidad del asunto es mayor de lo que pueda parecer a simple vista, puesto que afecta a la pregunta acerca de quién es «malasio». Alrededor del 55% de los 26 millones de habitantes del país son musulmanes; el 20%, budistas; aproximadamente el 10%, cristianos, y el 6%, hindúes. Sin embargo, entre los malasios «nativos», el 60% de la población, los musulmanes son clara mayoría, mientras que las minorías religiosas son identificadas con los inmigrantes o descendientes de inmigrantes chinos o indios. La excepción son los dos estados en la isla de Borneo -con el 20% de la población del país-, donde la población indígena es mayoritariamente cristiana, y raza y religión son dos conceptos disociados.

Philip Bowring argumenta en el «International Herald Tribune» (30-08-2006) que lo que está en juego en el caso de Lina Joy es la legitimidad de las políticas que privilegian a las elites musulmanas y «étnicamente malasias». Además, el partido en el Gobierno teme perder votos frente a la oposición islamista, por lo que no puede permitirse mostrar ningún signo de liberalidad en este caso.

Farish Noor, académico malasio, ve signos de una creciente islamización de la sociedad («International Herald Tribune», 29-08-2006), considerada hasta hoy como una de las más abiertas en el mundo islámico.

Ha sido un camino lento pero progresivo desde que Malasia alcanzó su independencia hace 49 años. Las costumbres se han vuelto más rígidas, sostenidas por políticas públicas que, en un primer momento, encontraron su legitimidad en la descolonización. Las mujeres que son agentes de policía, por ejemplo, están obligadas a llevar el pañuelo islámico en los actos oficiales, aunque no sean musulmanas.

Las dificultades para conciliar islam y democracia quedan también patentes en este caso. Fuentes cristianas citadas por el «Herald» se refieren a un gran número de conversiones en secreto, que podrían salir a la luz si prospera el caso de Lina Joy. Un católico dice que, como muchos otros, tiene que cambiar periódicamente de iglesia para evitar levantar sospechas y ser detenido.

Pero no todos los musulmanes malasios piensan igual. El abogado Malik Imtiaz Sarwar ha puesto su vida en peligro por enviar una carta al Tribunal de Apelaciones en la que afirma: «No podemos confundir la distinción crucial entre un país en el que la mayoría es musulmana, y que por tanto es un país musulmán, con un país en el que la ley suprema es la «sharía», un Estado islámico». Malik ha fundado una organización llamada «Artículo 11», que organiza foros de debate por todo el país sobre la libertad religiosa reconocida en ese artículo de la Constitución. La fotografía de Malik se ha difundido ampliamente en las últimas semanas en Internet, con la leyenda: «Se busca muerto», mientras en las calles se suceden protestas a favor de uno u otro bando. El primer ministro, Abdulah Ahmad Badawi, ha comparecido públicamente junto a los islamistas para instar el cese de la polémica sobre la libertad religiosa.

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