Toni es un chico de 15 años de raza gitana que vive en el asentamiento irregular más grande de Europa: la Cañada Real, a las afueras de Madrid. La búsqueda de chatarra y las fotografías creativas que consigue hacer de su barrio son los alicientes de una vida en contacto permanente con la comunidad.
Presentada en la Semana de la Crítica de Cannes y en el Festival de Cine de San Sebastián, Ciudad sin sueño es uno de los grandes títulos de este año tan imponente de cine español. Su director es Guillermo Galoe, que en 2015 fue nominado al mejor documental por la original Frágil equilibrio. En su primera película de ficción hay un notable trabajo de investigación que se nota en la historia, pero que no perjudica al ritmo narrativo de la trama.
Con un reparto de actores no profesionales, este director muestra una naturaleza que podría ser salvaje pero resulta llamativamente sensible. Los filtros de móvil que utiliza el joven protagonista para dotar de color y belleza unos paisajes urbanos llenos de escombros son una metáfora muy acertada. La película muestra cómo la óptica de sus personajes reconstruye una ciudad. Sin dejar de mostrar la cruda realidad del barrio, esta historia expresa también el arraigo de la comunidad que constituye un tesoro para cada uno de sus habitantes.
El personaje del abuelo como defensor de una herencia recibida es esencial como motor dramático de la trama. No se trata de un simple retrato documental, sino de una inmersión del espectador en la interioridad, muy perfilada y conmovedora, de unas amistades y una familia que sostienen a las personas sin buscar recompensa.
El plano final de la película es un epílogo perfecto a un recorrido que cuestiona al espectador y sus postulados fundamentales sobre el estado del bienestar.