El nuevo álbum de Taylor Swift y el fin de la depresión en la música pop

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Portada del último disco de Taylor Swift (detalle)

La música pop ha sido, durante los últimos cinco años, acechada por olas de las más violentas emociones. En vez de mensajes generalistas y ritmos que facilitan el baile alegre, los hits se empezaron a caracterizar por tener una letra intimista, cruda y confesional, con melodías más melancólicas y lentas. En 2025, sin embargo, se ha empezado a prever un giro hacia la alegría, sin perder la autenticidad. The life of a showgirl, el nuevo álbum de Taylor Swift, lo confirma.

“Existe un cliché de que la música popular tiene que representar un descanso de lo real, que tiene que crear un mundo fantasioso y escapista, a través del cual los oyentes pueden dejar sus miedos y ansiedades atrás; es la visión de Teenage dream de Katy Perry, o We are young de Fun”, señaló Nate Sloan, profesor asistente de Musicología en USC Thornton School of Music, en declaraciones para el blog de los Grammy. El estereotipo no es gratis. Al principio del siglo, los hits del pop compartían varios rasgos. Entre ellos, tener ritmos pegadizos, una estructura repetitiva y, además, un aire de ligereza, de escapismo, de alegría superficial. I got a feeling de los Black Eyed Peas, Lovegame de Lady Gaga, o Party Rock de L.M.F.A.O. son algunos ejemplos de canciones que apelaron a las masas proporcionándoles un escape de los problemas del día a día.

Tras el 2020, al menos en la música, los días de escapismo de las emociones negativas quedaron atrás. El cambio pudo verse en los íconos de pop-adolescente que antes cantaban desde la ingenuidad y un optimismo ciego. Una nueva ola de artistas, muchos de ellos de la generación Z, empezó sus carreras desafiando a esta idea de lo que tenía que ser la música popular. Buscaban integrar en sus canciones  sus dolores vividos, fueran individuales o colectivos, en vez de huir de ellos.

Lo que tiene que ver el pop con la tristeza

Los hits que han dominado las listas y fascinado a los críticos en los últimos cinco años son, en su mayoría, canciones introspectivas. Álbumes en los que cada artista vuelca su intimidad y exhibe su particular sufrimiento. En especial, los artistas adolescentes y jóvenes. El fenómeno no es nuevo, tiene sus precedentes en artistas como Lana del Rey, Mitski o Lorde. Sin embargo, no fue sino hasta que los centennials se apropiaron de esta forma de hacer pop que el subgénero recibió su propio nombre: “sad-girl pop”.

El “sad-girl pop” reivindicaba la autenticidad a través de las letras confesionales y la exploración dolorosa del yo

La etiqueta de “chica triste” en la música no se limita ni a la adolescencia ni a las chicas. Se trata más bien de una forma de estar en el mundo y entenderlo, desde los lentes de lo inestable, de la confusión y del dolor. Desde Billie Eilish y Olivia Rodrigo, pasando por Gracie Abrams, Conan Gray, Girl in Red, Dean Lewis, y el recién descubierto Sombr, la música de la “sad-girl” ha buscado, ante todo, el sello de la “autenticidad”. Este se logra con las letras confesionales y la exploración del “yo”, en una narración sin filtros basada en la emoción cruda, desesperada y, cómo no, contradictoria.

Ahí, en las aguas profundas de la melancolía, estaba el encuentro con esa “realidad” de la que el pop intentaba escapar. Y no eran solo los artistas los que buscaban reencontrarse en sus emociones negativas. Según reportó Spotify, el término más buscado en la plataforma en 2023 por la generación Z fue “sad” . Por lo que la app respondió creando numerosas playlists para entrar en el “mood”… desde “Sad girl starter pack”, “Bummer summer”, “Sad crying mix”, “Sad lonely mix”, entre muchas otras. Como declaró el artista d4vd, “no creo que la música esté para cambiar el ánimo del oyente. Creo que es más bien una forma de compartir nuestro ánimo y sentimientos con los del artista”.

La tristeza como otra forma de escape

Se trataba de generar una conexión genuina, en un mundo que tras la pandemia se había acostumbrado a vivir encerrado, y en una generación en la que una de cada tres personas dice haber sufrido problemas de salud mental generales, como depresión o ansiedad. Algunos estudios han demostrado que la música triste puede aliviar la sensación de soledad y fomentar la empatía. Tiene sentido que en los años de su adolescencia y juventud los zeta hayan intentado entenderse a sí mismos a través de canciones que expresan una hipervulnerabilidad y que les ayudaron a concretar lo que ellos mismos estaban sintiendo.

Sin embargo, el aferrarse a los lentes de la nostalgia y la tristeza puede convertir la expresión sana de una emoción que, sí, ayuda a conectar con la realidad, en una armadura que solo afianza la fantasía y convierte a artistas y oyentes en caricaturas. Se corre el peligro de romantizar  la miseria y la angustia. Según señaló el profesor de psicología de UCLA Francis Steen al diario M.A. Chronicle, “si te sientes triste, puede ser reconfortante hasta cierto punto sentirse acompañado y ver que hay otras personas sintiéndose así. Pero eso tiene límites”. Es una estética expansiva —popularizada en TikTok e Instagram, pero también desde mucho antes en Tumblr— que, a quienes arropa, los lleva a vivir en una impostura, una performance del dolor. La mujer bellísima con los ojos llorosos y la mirada perdida a lo Cassie, el personaje de Sydney Sweeney, en Euphoria. El ser una “chica triste” se convierte así en otra forma de evadirse del mundo, ya no de intentar entenderlo.

La estética de la tristeza y la nube de la “sad-girl” se había extendido hasta Taylor Swift, quien empezó su carrera en 2007 y ya había dejado bastante atrás la adolescencia cuando se afianzó el “sad girl pop” en 2020. Históricamente, su música, aunque confesional y basada en emociones, no era particularmente triste. De hecho, cerró su álbum Lover en 2019 diciendo “quiero ser definida por las cosas que amo, / no las cosas que odio, / no las cosas a las que les tengo miedo, tengo miedo. / Las cosas que me persiguen a media noche. / yo creo que somos lo que amamos”. Y, a pesar de esto, sus siguientes cuatro álbumes estuvieron impregnados de melancolía, tonos de grises y beige, historias con finales trágicos. Midnights, con el que ganó el Grammy al álbum del año en 2022, trataba precisamente de 12 noches en vela; The Tortured Poets Department, publicado en 2024, fue descrito por ella misma como “el epítome de la rabia femenina”.

Una estética con la que ha roto por completo en su nuevo álbum, The Life of a Showgirl.

La vuelta a la serotonina

Según explicó Swift a la BBC el 3 de octubre, día del lanzamiento del disco, la cantante solía tener miedo de que si alguna vez llegaba a ser verdaderamente feliz, sintiéndose libre al ser ella misma y plena en una relación romántica, su escritura se iba a deteriorar. Como si toda su inspiración y talento tuvieran como única fuente “el tormento y el dolor”. Resulta que ese no fue el caso. Swift ha sido capaz de crear una obra, con tonos brillantes y llena de purpurina, sin renunciar ni a la autenticidad ni a la hondura que suele acompañar a sus proyectos. Como sus primeros álbumes, las letras de Life of a Showgirl son confesionales y sinceras, acompañadas de un ritmo ágil y feliz. Es cierto que en muchas de las piezas hay tristeza, rabia y otras emociones negativas. Pero no solo: Swift se atreve a quitarse los lentes de la nostalgia y melancolía, lo que le permite captar otras dimensiones de la realidad. La catarsis a la que se apunta con esta obra no es la que se logra con el llanto o los gritos, tampoco la que se encuentra en la autorreflexión sobre la propia miseria.

Con su disco “Short and Sweet” (2024), Sabrina Carpenter ya había marcado un nuevo camino para analizar las emociones personales: el sentido del humor

En la primera canción  del álbum, The fate of Ophelia, Swift cuenta cómo el nuevo amor que ha encontrado la ha salvado de tener el mismo destino que Ofelia, la amada de Hamlet. Un destino que describió como una profecía para sí misma en The Prophecy, la canción número 26 de su anterior disco. Canta Swift: “Tis locked inside my memory/ And only you posses the key/ No longer drowning and deceived/ All because you came for me” (“Encerrada dentro de mi memoria/ Y solo tú posees la llave/ Ya no estoy ahogada ni engañada/ Todo porque tú viniste por mí”).

No es la única canción en la que se hace referencia a estar encerrada en la propia memoria, apartada de la realidad por reflexionar demasiado sobre lo que pudo haber sido y no fue. En Opalite, dice “I had a bad habit of missing lovers past/ My brother used to call it, ‘Eating out of the trash’/ It’s never gonna last/ I thought my house was haunted, I used to live with ghosts” (“Tenía el mal hábito de extrañar a viejos amantes/ Mi hermano lo llamaba ‘comer directo de la basura’/ Nunca va a durar/ Solía pensar que mi casa estaba embrujada, solía vivir con fantasmas”). En Honey le cuenta a su amante cómo redefinió al color “azul”, y en The Life of a Showgirl, después de narrar los diferentes inconvenientes de su vida como una superestrella, cierra diciendo: “Now I know the life of a showgirl, babe/ Wouldn’t have it any other way” (“Ahora conozco la vida de una showgirl/ Y no la tendría de ninguna otra manera”).

Nuevos aires

El retorno a unos ritmos más alegres, con más energía y letras menos melancólicas, ya lo había anunciado Sabrina Carpenter. Esta pupila de Swift triunfó a gran escala por primera vez en 2024 con su álbum Short and Sweet, después de pasar años publicando música que caería bajo la etiqueta de “sad-girl pop” pero que, por alguna razón, no tenía éxito. Algo que se vio de forma evidente con su Emails I can’t send, un proyecto basado, precisamente, en correos que había escrito, pero nunca podría enviar (una idea que representaba el espíritu de la estética de chica triste en su máxima expresión).

Sus hits llegaron no con las baladas tristes y confesiones de medianoche, sino con canciones que resaltan su creatividad y sentido del humor. Feather y Nonsense, ambas de su era de Emails I can’t send, fueron sus primeras piezas en alcanzar el top 40 en el Billboard hot 100. Dos canciones felices, de ritmo alegre y cargadas de humor. “Parte de la razón por la que Sabrina Carpenter se ha destacado es porque muchas de sus canciones más grandes exhalan alegría y felicidad, algo que muchos jóvenes no han encontrado en la música pop en su vida”, señaló Chris Dallas Riva, experto en la industria musical, al Wall Street Journal.

Esa autenticidad –clave para el éxito en el arte– que los demás estaban encontrando en su tristeza y pasados traumas, Sabrina Carpenter la descubrió en su humor e ingeniosos giros. Su último álbum Man’s best friend habla también del dolor que trae consigo un corazón roto y el haber perdido la fe en los hombres, pero la forma en que Carpenter lo cuenta es distinta. No con una melodía lenta e instrumentación acústica, con metáforas dramáticas y una mirada perdida, sino con un tono despreocupado y gracioso. Esa autenticidad que llega de darse a uno mismo y a sus problemas la importancia justa, creando siempre desde la propia mirada, explorando las propias emociones y circunstancias, pero sin olvidarse del otro o lo que está afuera.

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