El amor ha sido mi única culpa

El amor ha sido mi única culpa

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALMilosc to cala moja wina

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNValencia (2025)

Nº PÁGINAS240 págs.

PRECIO PAPEL22,50 €

GÉNERO

La polaca Małgorzata Nocuń (1980) es editora de la revista Nowa Europa Wrchodnia. Forma parte de un grupo de periodistas que se consideran herederos de Ryszard Kapuscinski y que han escrito no solamente sobre Polonia, sino también sobre los países del Este. Es el caso de Jacek Hugo-Bader (Diarios de Kolimá) y de Margo Rejmer (Barro más dulce que la miel, Bucarest, polvo y sangre).

En El amor ha sido mi única culpa, Nocuń escribe sobre la situación de la mujer durante el periodo soviético y tras la caída del comunismo. Para ello, además de Kapuscinski, toma como modelo la obra de la premio Nobel bielorrusa Svetlana Aleksiévich, autora de La guerra no tiene rostro de mujer y El fin del “Homo sovieticus”, libros que muestran las claves del pensamiento de la gente corriente que ha vivido durante décadas bajo el peso de la omnipresente propaganda comunista.

Nocuń se nutre de entrevistas realizadas a mujeres por todo el territorio soviético. Su punto de vista suele ser distinto al de los varones: “Las mujeres recuerdan los detalles de los acontecimientos. Recuerdan lo que sentían”; en cambio, ellos –dice Nocuń – tienen grabados en la memoria los hechos y las fechas.

En estas entrevistas tiene un peso especial lo que muchas de estas mujeres vivieron durante la Gran Guerra Patria, como llaman en Rusia a la Segunda Guerra Mundial. En esos años, fueron incluidas en las tropas regulares y, como los hombres, fueron al frente: “Les rapaban la cabeza y les daban uniformes y botas militares”, circunstancias que fueron aprovechadas por la propaganda comunista que las obligaba a lavarse “antes de que tomaran una foto. A las mujeres se les entregaban los uniformes bonitos”.

Sus testimonios describen la labor que realizaban tanto las que estaban destinadas en el frente como las que trabajaron en las fábricas y sacaron adelante a sus familias. Muchas de ellas siguen siendo víctimas de la propaganda, pues hoy día añoran el imperio desaparecido. En el libro se recogen también otros puntos de vista que proceden de mujeres que acabaron en el Gulag y de disidentes como Natasha Gorbanévskaya, que estuvo ingresada en un hospital psiquiátrico durante la época soviética.

Hay un importante número de entrevistas a mujeres de Tayikistán, Alto Karabaj, Osetia del Norte, Armenia, Kirguistán, antiguas repúblicas soviéticas que padecieron también el desmoronamiento de la URSS y donde la mentalidad patriarcal sigue muy vigente.

“Es la hora de escuchar a las mujeres”, escribe en el epílogo. Y, ciertamente, sus relatos ofrecen un punto de vista distinto al que presentan los medios de comunicación, los libros de historia y también sus propios maridos. Ellas siguen teniendo en la memoria “historias no contadas”, recuerdos no oficiales, que presentan las vidas comunes y cotidianas con una emoción y un detallismo muy especial.

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