Una izquierda crítica con el “mundialismo”

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Michel Onfray

Michel Onfray (CC Fronteiras do Pensamento). Fotomontaje: Aceprensa

 

En plena pandemia del coronavirus han surgido dos plataformas de signo contrario, ambas impulsadas por izquierdistas mediáticos: una, partidaria de la soberanía nacional; la otra, del internacionalismo. Más allá del duelo ideológico de fondo, es interesante ver qué dice del debate público la forma en que se presentan una y otra.

En Francia, acaba de llegar a los quioscos el primer número impreso de la revista de pensamiento Front Populaire (FP), que funciona desde abril como plataforma cultural para unir a los soberanistas de todos los partidos. Con un tono decididamente antiestablishment, los fundadores, el filósofo Michel Onfray y el periodista Stéphane Simon, insisten en el carácter transversal de su iniciativa. “Algunos [autores] son de izquierdas, otros de derechas. Algunos creen en el cielo, otros no. Pero todos están convencidos de que más que nunca debemos librar la batalla de las ideas para recuperar nuestra soberanía”.

¿Recuperarla de manos de quién? En primer lugar, de “la ideología de Maastricht”, como llama Onfray al mundialismo liberal en que se han unido hoy la izquierda y la derecha. Una forma de pensar que asimila la defensa de la nación a las peores pulsiones colectivas, mientras no tiene reparo en exigir a todos los europeos una vida bajo la misma moneda, las mismas leyes, las mismas fronteras…

FP quiere ser también “una voz alternativa” al progresismo cultural, que trata toda discrepancia como algo desviado. De ahí la provocación de Onfray: a la vista de todos, un socialista libertario tiende la mano a los soberanistas de derechas, sin temor al desprestigio por contagio y para escándalo de sus colegas de izquierdas. “Queremos asegurarnos de que conceptos como ‘pueblo’, ‘popular’, ‘nación’, ‘soberanía’, ‘proteccionismo’ no sean insultos, sino pretextos para el debate”, declara a Le Monde.

Onfray continúa así el empeño de los “chalecos amarillos” de dar voz a una Francia periférica, desoída durante años por las élites cosmopolitas. Ahora, se trataría de escuchar a una periferia intelectual más que geográfica.

Un debate público sesgado

No es la primera vez que Onfray participa en una iniciativa transversal. El autor de Tratado de ateología figura entre los firmantes de la campaña Stop Surrogacy Now, que ha unido a feministas, profamilia, ateos, creyentes, socialistas, conservadores o verdes contra los vientres de alquiler. Y tampoco le ha importado coincidir con gente ideológicamente diversa en su reivindicación de la naturaleza humana.

Pero esta vez los recelos en la izquierda son grandes. Así se desprende de la lista de críticos con la iniciativa mencionados en el artículo de Le Monde. Varios consideran que Onfray está haciendo el juego a la extrema derecha. Para otros, el problema es que el filósofo se ha pasado él mismo a la derecha de la derecha en una serie de temas. Y no hay que descartar que estemos ante una nueva vuelta de tuerca de quien se ha hecho famoso jugando a la provocación.

En cualquier caso, es loable su intento de hacer del debate público algo más que una guerra de etiquetas. Sobre todo, cuando el terreno de juego está tan desnivelado –como observa el propio Onfray– que los medios dominantes solo ven amenaza de fanatismo en uno de los lados. Más allá de la cuestión del soberanismo, parece que Front Populaire viene a poner el dedo en una de las llagas de la sociedades liberales: ¿cómo debatir temas polémicos si en cuanto uno se sale de lo políticamente correcto, acaba condenado al rincón del extremismo?

Onfray quiere reequilibrar un debate público demasiado inclinado a ver fanatismo solo en la derecha

La Internacional de Varoufakis y Sanders

Muy diferente es la posición de ventaja de la que parte la Internacional Progresista (IP), surgida oficialmente el 11 de mayo “para movilizar a todas las fuerzas progresistas del mundo” contra lo que llaman la Internacional Nacionalista; esto es, la supuesta acción conjunta de los nacionalpopulistas de derechas para socavar el orden liberal mundial.

Los promotores son el Democracy in Europe Movement (DiEM25), cofundado por el ex ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis, y The Sanders Institute. Como explicó el propio Varoufakis a finales de 2018 en un artículo firmado conjuntamente por David Adler, coordinador general de la IP, el objetivo de la organización es combatir el auge del nacionalismo, que se ha nutrido del hartazgo con los efectos de la crisis económica de 2008.

Para ello, abogan por devolver el espíritu originario a instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Internacional del Trabajo, vendidas –a su juicio– a las élites financieras mundiales. Su hipótesis es que si esas instituciones vuelven a funcionar para todos, el apoyo a los populistas de derechas retrocederá.

La IP pretende crear una infraestructura que articule los esfuerzos de distintos movimientos y organizaciones de izquierdas. También impulsará un Nuevo Pacto Verde internacional que impulse a la vez la “justicia climática” y los derechos de los trabajadores.

Antiglobalistas de palabras fuertes

Es llamativo el prestigio con que ha nacido esta iniciativa, pese a que algunos de sus principales valedores no tienen mucho de internacionalistas: Bernie Sanders es un crítico acérrimo de los tratados de libre comercio; Varoufakis fue el implacable defensor de los intereses de Grecia frente a los de la cruel Troika; la periodista y activista canadiense Naomi Klein saltó a la fama con su libro No Logo, referente de los movimientos antiglobalización…

Pero quizá lo que revela el trato más favorable a la IP por parte de los medios es la tranquilidad con que sus impulsores formulan palabras y acusaciones gruesas, sin necesidad de justificarlas. Como cuando Varoufakis tacha a la Internacional Nacionalista de ser “una coalición de tiranos xenófobos”; o cuando Adler presenta la iniciativa como un frente común contra “las fuerzas gemelas del fascismo y el fundamentalismo del libre mercado”.

Si la Internacional Progresista quiere de verdad demostrar la superioridad del liberalismo cosmopolita frente a los particularismos nacionalistas –y hay buenos motivos para defender el sueño de una Europa unida–, tendrá que empezar por dar razones. De lo contrario, no se entiende por qué los votantes de los partidos populistas van a dejar de escuchar a quienes, como el Front Populaire, sí están dispuestos a hablar con ellos.

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