La adolescencia está en el cerebro

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Hervor emocional, necesidad de identificación con el grupo, despertar sexual, afán de experimentar… La adolescencia es una etapa de inestabilidad y maduración, de peligros y de oportunidades, como siempre se ha sabido. La ciencia actual permite entenderla mejor.

Ahora se comprueba que los rasgos típicos del adolescente tienen su base en el proceso de desarrollo cerebral propio de esa edad. La doctora Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular, resume en su último libro, El cerebro adolescente, los datos científicos, y saca consecuencias prácticas. Explica algunas en esta entrevista.

— ¿Qué tiene de especial el cerebro de los adolescentes?

— El cerebro en la etapa de la adolescencia es especialmente “plástico”, modificable, y por tanto, puede ser vulnerable. Es el momento de su maduración: lo recibido por la herencia genética, y especialmente por la atención que el adolescente haya tenido durante la infancia, ha empezado a construir la arquitectura y con ello la funcionalidad del cerebro.

Entonces, y al compás de las hormonas sexuales, que se disparan con la pubertad, sus vivencias, experiencias, decisiones… son determinantes para establecer el “cableado” del cerebro, las conexiones entre las neuronas.

Al final de esta etapa, el cerebro ha debido adquirir una estructura típica y propia de la edad. Los déficits de esa arquitectura se traducen con frecuencia en los trastornos psicológicos, que vemos cada vez más.

Emociones en ebullición

— ¿Por qué durante la adolescencia se da una especie de ebullición de las emociones? ¿Es una anomalía o una fase del desarrollo personal?

Natalia López Moratalla

— La fuerza de las emociones “a flor de piel” supone una gran oportunidad para la madurez personal. Todo ese gusto y atractivo que sienten los adolescentes por las emociones fuertes, por lo novedoso y excitante, la búsqueda constante de sensaciones, etc., aunque pueda llevarlos a situaciones peligrosas, no es necesariamente algo negativo. Al contrario, sin ellas no tendrían el impulso vital para abrirse al mundo, ni potenciarían la curiosidad por conocer, por definir los intereses personales y alcanzar sus propias convicciones morales.

A lo largo del tiempo, el cerebro adolescente sufre una onda de maduración que va de la nuca a la frente y de abajo hacia arriba. Todo el sistema emocional –en el centro del cerebro– madura antes que el sistema racional frontal. Justamente, el gran reto de esta etapa es ir uniendo emoción y cognición. Para esto han de crearse las fibras de conexiones neuronales que unen las correspondientes regiones cerebrales.

Hay diferencias en el desarrollo cerebral entre chicas y chicos ya antes de la adolescencia

— El “caos emocional” ¿simplemente se pasa o hay que saber gestionarlo?

— El “caos emocional” es una anomalía hoy generalizada. A la inestabilidad propia y positiva del cerebro se unen las formas de vida actuales: la enorme velocidad que imponen a los procesos cerebrales la “prisa crónica” del mundo virtual: ya y todo ya. Además, el permisivismo de padres, educadores y de la sociedad en general, pone al alcance de la mano una enorme cantidad de estimulantes de todo tipo. Y si faltaba algo, se sobrevalora lo emocional y los sentimientos. Esas son, entre otras, las causas del caos. No pasa sin más; deja huella y con frecuencia aparecen conductas temerarias y trastornos.

Gestionarlo supone “enfriar solo el foco al rojo vivo”. Una buena gestión emocional consta al menos de los siguientes aspectos:

  • No intentar anularlas suprimiendo su expresión externa –rojez de las mejillas, sudoración de las manos, lagrimas…–, para disimularlas y que no se den cuenta los demás. Uno puede controlar esto, pero no controla el sentimiento. Ese intento de anulación es represivo y acaba bloqueando.
  • Una buena gestión es cambiar la perspectiva de la vivencia. Contextualizar el hecho y así comprender los motivos; en definitiva, distanciarse del foco caliente “viéndolo desde fuera” y cambiar no el hecho sino la respuesta emocional.

Necesidad de experimentar

— También es común que los adolescentes quieran probarlo todo, correr riesgos… ¿Los padres deben asustarse, o tienen posibilidades de ayudarles?

— Querer probarlo todo y correr riesgos es normal, dentro de unos límites. Estamos muy bien hechos. Estamos dotados de un sistema de recompensa para vivir la vida, enfrentarnos a los mil retos que presenta y aprovechar las oportunidades que nos ofrece. Este sistema genera la molécula de dopamina –conocida como hormona de la felicidad–, que nos motiva.

Ante situaciones de riesgo o estímulos placenteros, etc. la dopamina nos motiva a repetir, ir en esa dirección, o huir si en vez de recompensa, recibimos castigo. Los adolescentes, por la inmadurez del sistema, confían mucho más de lo normal en los beneficios que en los riesgos. No es que se crean invulnerables –de hecho, tienen más bien miedo–, pero les pesa mucho más el placer que el riesgo.

Ahora bien, eso no lo harían si no fuera por “presumir” ante sus amigos y ser aceptados por ellos. Su “prestigio” y que no les hagan el vacío les importa más que el placer en sí que puedan obtener de ese tipo de comportamientos. Los padres tienen una buena oportunidad ante el primerísimo descalabro, o riesgo de sufrirlo: consensuar con ellos unos límites a las conductas que le dictan los amigos, en los horarios, en la disponibilidad de medios… Es importante llegar a pactos, y mantener las medidas previstas si se incumple lo acordado. Sepan que es verdad que se les cortará el grifo, y que siempre es para su bien.

— El libro explica en un capítulo que los adolescentes son, por las condiciones de su cerebro, particularmente vulnerables a las adicciones. ¿Cómo ayudarles a prevenirlas?

— Sí lo son. Precisamente porque requieren más dopamina para estar motivados, y todas las adiciones –al alcohol, las drogas, Internet, juegos en línea, etc.– elevan la dopamina y la mantienen más tiempo en el espacio entre las neuronas del sistema de recompensa. Cada vez, por eso, van necesitando más dosis para sentir lo mismo y los cambios dramáticos que ocasionan en el cerebro les dejan sin voluntad.

Diría dos cosas: Una, que conozcan los efectos dramáticos que tiene sobre su cerebro y el destroce de su vida, de forma que sientan “pánico” a la ocasión que se les presente de probar una primera vez, solo por probar. Y dos, teniendo en cuenta que con gran frecuencia se recurre a la adicción para sobreponerse a un problema psicológico, generalmente afectivo, hay que detectarlo a tiempo. Especialmente en aquellos que tienen un temperamento tímido, inseguro, dependiente. ¿Qué busca en la adicción?

La experiencia, y el cerebro, nos dicen con certeza que la mayor prevención es tener sentido en la propia vida: ¿por qué, para qué vivo?

Chicas y chicos no son iguales

¿Hay diferencias significativas en el desarrollo cerebral entre las chicas y los chicos en la adolescencia?

— Hay ya diferencias cerebrales en la etapa fetal y muy claras en la primera infancia, en la que se produce un baño del cerebro en las hormonas sexuales. A lo largo de la adolescencia, los cuatro lóbulos y las diferentes regiones de la corteza maduran a diferente ritmo en ellos y en ellas. También maduran de forma diferente tres de las regiones subcorticales implicadas en la memoria emocional (hipocampo), la evaluación de los estímulos en positivos o negativos (las amígdalas cerebrales) y los estímulos sexuales (zona del hipotálamo).

Estas diferencias se traducen en que en las chicas maduran más rápidamente las regiones de la corteza frontal que procesan el lenguaje, el control del riesgo, de la agresividad y de la impulsividad. En los chicos las regiones del lóbulo inferior parietal, cruciales para las tareas espaciales. En ellas priman las relaciones con los demás y en ellos, el sexo y el deporte.

En muchos adolescentes está el anhelo de “encontrar a su padre”, de redescubrir los valores paternos que le sirvan de guía

— ¿Hay algún punto clave para la maduración de los adolescentes en la sexualidad y la afectividad, en el contexto actual?

— El proceso que va configurando la identidad sexual y personal tiene etapas que durante la adolescencia dependen menos de la genética y más del propio sujeto y de factores socioculturales. Por ello, la maduración afectiva y sexual está dificultada en el actual ambiente erotizado, con el consumo de pornografía incluso desde la infancia, etc. Pienso que el punto clave que puede interferir en la asunción y reconfirmación del sexo psicológico son en primer lugar las experiencias sexuales precoces inmaduras y erróneamente planteadas. Estas fracturan la identidad sexual, porque se reducen a un cierto desahogo instintivo y generan una banalización del profundo significado humano del amor sexuado.

En la adolescencia, las sensaciones sexuales generalmente irrumpen con fuerza y constancia, y es fácil la confusión entre el deseo, el afecto interior y el amor auténtico. Muchos necesitan más bien ternura que relaciones físicas. Les falta alguien a quien amar, y dar rienda suelta a sus impulsos supone una alta probabilidad de equivocarse y sufrir por ello. Ellas buscan más el afecto, y ellos, satisfacer un deseo. La relación a destiempo, descomprometida, con el pavor a un embarazo y sus consecuencias, carece del mundo interior que procura la felicidad.

El cerebro procesa de modo diferente el “me gusta”, el “quiero a” y el “amo” una persona. La relación sexual –con un sí para siempre y para formar una familia–, la unión de los cuerpos personales de uno y una, crea un vínculo de apego; está hecha para durar y requiere y engendra confianza. Es de tal calado humano, que exige la existencia de un amor profundo y probado que capacite para fiarse uno de otro. Especialmente, ellas han de poder creer que en la unión de los cuerpos personales se realiza la experiencia de la confianza más profunda.

Escuchar a los adolescentes

— Adolescentes ha habido siempre. ¿Ve algunas peculiaridades relevantes en los de hoy, dificultades y puntos fuertes que no tenían los de otros tiempos?

— Sí, pero nunca lo han tenido tan difícil; lo que no significa que algunos sean una causa perdida. En todos los tiempos, los adolescentes quisimos saber cómo somos, quiénes somos. Los de hoy también. Quieren que se les hable de las características de su generación, y sobre todo que se les escuche lo que ellos tienen que decir sobre sí mismos, sobre el cambio climático o sobre la vida misma. Se ha dicho de estas generaciones que no quieren oír teorías, y menos aún teorías “moralizantes”. Para dialogar es preciso sintonizar con sus formas de vivir, sentir y pensar.

Quieren que se les faciliten experiencias reales, de vidas reales, más que argumentos. Les ayuda, dicen, escuchar testimonios de otros, que, tras una desorientación total y una vida destrozada en conductas arriesgadas, han salido adelante al cambiar de estilo de vivir. Bibliografías breves de gente valiente en condiciones difíciles, que es otra forma de testimonio.

Son vulnerables, como siempre, pero además están heridos de soledad. Entender esa peculiar vulnerabilidad requiere curar las heridas a tiempo, de forma que puedan confiar en alguien. Y que ese alguien pueda ayudarles a poseer la esperanza de que también para él o ella es posible encontrar sentido a la vida.

En muchos está el anhelo de “encontrar a su padre”, de redescubrir los valores paternos que le sirvan de guía y pongan jerarquías en su interior.

 

La importancia de leer

— Es frecuente recomendar que los niños se acostumbren a la lectura desde pequeños, para favorecer su imaginación, su capacidad lingüística, etc. Por su parte, usted resalta la importancia de los libros y la cultura también para el desarrollo de los adolescentes. ¿Por qué?

— A finales de 2013, unos neurocientíficos de primera línea, reunidos por la Academia de Ciencias de Nueva York, señalaron como genuinamente humano la posesión de una peculiar memoria. Una memoria que no guarda recuerdos, sino que trae al presente lo guardado del pasado y así simula el futuro, lo que nos permite decidir sin ir a ciegas. Se le ha dado diferentes nombres, y me voy a referir a ella como “bloc de dibujo mental”. Al abrirlo aparece en presente aquello a lo que prestamos atención. Se nos puede llenar de mil simplezas o de grandes realidades. Es posible borrar cosas, aunque es difícil.

Lo que sí podemos es ampliar ese espacio mental, hasta hacerlo casi ilimitado. ¿Cómo? Con el entrenamiento de lecturas enriquecedoras. Un experimento con adolescentes puso de manifiesto que la dimensión de su bloc es proporcional a la amplitud de su vocabulario. Y se expande con el entrenamiento de realizar actividades sencillas pero regulares, al alcance de cualquiera, como el trabajo diario bien hecho. De ese bloc que construimos cada uno depende mucho llegar a ser personas amplias e interesantes, o peleles estrechos de miras.

— Entonces, el abundante uso de medios audiovisuales y redes sociales ¿supone para los adolescentes alguna desventaja?

— El abuso de los medios audiovisuales nos da una información tan “de usar y tirar”, que ni dibujamos, ni añadimos más hojas al bloc. No hacemos nuestras las informaciones ni las experiencias ricas, al no guardarlas en la memoria a largo plazo.

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